UNA APROXIMACIÓN ALTERNATIVA A LAS PROFECÍAS DE NOSTRADAMUS

Desde hace décadas, quizás centurias, se busca afanosamente interpretar y reinterpretar las cuartetas del célebre astrólogo francés. Por cierto, no será éste el espacio destinado ni a repasar su obra ni las vicisitudes de su vida, proceso sólo apto para llenar renglones y que puede ser fácilmente suplido por cualquier enciclopedia virtual o no.

El punto es que abuso de la oportunidad para volcar una idea, peregrina seguramente, no en el sentido de errática sino consecuencia de viajar (la idea) y nutrirse por los complejos territorios de mis experiencias y aprendizajes, territorio que aún espera su mapa.

En sus «Centurias», el vidente de Saint – Rémy escribe en alegorías y metáforas que, para algunos exégetas, son lo suficientemente ambiguas como para ser interpretadas de cualquier forma, y de allí devendría -según esa crítica- su «infalibilidad», no más que un test Roscharch de la historia donde cada uno ve lo que quiere ver. Intuyo, sin embargo, un significado más profundo, y que es éste: Nostradamus acude a construcciones simbólicas, imágenes arquetípicas. Ahórreme otro, sin duda más versado que yo, una larga lista de enunciaciones: reyes y pájaros de fuego, diluvios ácidos y oscuridades repentinas no son más que expresiones verbales de símbolos arquetípicos del Inconsciente Colectivo. Allí están la Sombra, el Sabio, el Rey, la Torre, la Muerte, la Resurrección. Leer a Nostradamus remite, inevitablemente, a preguntarse si no podrìamos, por ejemplo, expresar esas cuartetas también en disposiciones más o menos complejas de los arcanos del Tarot.
Es aquí cuando desde algunos de esos remotos y no bien explorados rincones del territorio de mi mente, donde el mapa de los razonamientos queda en blanco y el dibujante vuelca dragones y otros monstruos, llega el eco de una vieja ensoñación. Pasan los fantasmas de Shakespeare, de Borges, de Cortázar y me digo que cada monarca de la literatura es apenas el testaferro del inconsciente colectivo. En los tigres de Borges está el jaguar de las cosmogonías amerindias. En sus espejos, el Tezcatlipoca, el espejo de obsidiana humeado, de los mexikas. ¿Y qué decir de sus laberintos?. El Minotauro y la tumba del emperador Chin no le serían desconocidos a los miedos profundos del Hombre de la Esquina Rosada.
Así, en la hermeticidad de Nostradamus duerme otra interpretación, muy de la mano del impacto cultural que su magro esfuerzo en esas épocas oscuras debería haber tenido: la riqueza de sus símbolos devela la percepción, no del futuro -como «Línea de tiempo», como destino ineluctible- sino de lo que bulle y fermenta bajo la capa de la conciencia humana expresada en los hechos históricos. Entonces, las trae a la luz de la conciencia (de su conciencia que es cima de una minúscula isla de la especie pero que como todas ellas, hunde firmemente sus bases en un único estrato comun, universal y atemporal), las ordena, las sistematiza, las expresa. Les pone palabras, les da aliento vital. Y si «dios dijo», y fue la luz, y si cada acto microcósmico es eco correspondiente de lo Macrocósmico, cualesquiera que tome el nigredo alquímico del inconsciente colectivo y lo queme y lo sublime y lo macere y lo vuelva a quemar el número necesario de veces dará vida a su propio huevo filosofal. Entonces, la Magna Obra de Nostradamus no es anticipar los hechos. Fue cristalizar un espejo en su atanor literario donde todos los terrores y miserias de la especie se vean reflejados. Por ello, cualesquiera, todas y cada una de las interpretaciones que se les de a sus versos será correcta, porque en la parte del todo se refleja el Todo. No escribió, insisto, con ínfulas premonitorias: lo hizo para abrir las puertas de nuestra percepción y llevarnos a formularnos preguntas. Si, como masa crítica, esas preguntas tienen más que ver con la postura sometida y determinista de querer «ver el futuro» para gozarlo o padecerlo o la actitud redentora de elegir (porque sólo se puede elegir cuando primero se conocen las opciones), está en cada uno, en cada una.

He hecho un ejercicio, que me ha fascinado. Todos, creo, hemos oído hablar del I Ching. Muchos, supongo, lo empleamos. Ya saben: determinamos, por el método que fuere, una sentencia, un dictamen, producto de un hexagrama. Pensamos en nuestro objetivo, o nuestro problema. Y leemos esas líneas que parecen poéticamente oscuras, aplicándolas a nuestro devenir personal. Va de suyo que de nada sirve que «otro» nos las interprete, pues eso sería la respuesta que esa persona tendría para «sus» problemas. Sólo nuestra propia lectura sirve, porque el efecto del I Ching no es «decir el futuro» (se advertirá ya el paralelismo que trato de proponer) sino buscar la concurrencia, la aproximación entre lo que conscientemente quiero y lo que inconscientemente me permito.
Y es aquí donde llamo la atención de mis lectores. Hemos leído las «Centurias» convencidos que anticipaban hechos sociales, continentales, mundiales. Quizás, como quizás deberíamos preguntarnos qué lectura haríamos de aplicar el Libro de los Cambios no a la vida personal sino en un orden colectivo. El ejercicio, la propuesta es, con el sistema que deseen, apliquen las cuartetas a sus propias instancias personales…
Y éste es el punto donde es prudente dejar de escribir. De poco sirve poner en palabras lo que debe ser vivido.

3 comentarios de “UNA APROXIMACIÓN ALTERNATIVA A LAS PROFECÍAS DE NOSTRADAMUS

  1. Juan Wilfredo Perez- Garcia dice:

    Hola, Gustavo leo su publicacion regularmente , tome su curso de parapsicologia en Cuba y he tomado otros gratuitos en su revista , soy estudiante de misticismo de la Orden Rosacruz, al leer este articulo me gustaria saber si ud. conoce sobre un libro editado en Argentina por la Editorial TOR – S. R. L., en Buenos Aires , parece ser esta edicion de 1953 , pero quisiera saber si hay una anterior , pq al final hay un capitulo q parece hacer alusion alo q seria las Naciones Unidas , la 2da GM, y termina en Sept. del 2011, justo cuando lo de las Torres Gemelas, tambien quisira saber si a oido hablar del Dolmen de taguasco en Cuba , si no es mucho pedir le agradezco su atencion , Wilfredo.

    • Gustavo Fernández dice:

      Hola Juan: por tus líneas dedeuzco que me estás pregtuntndo por una edición de las «Centurias» de 1953, verdad?. Siendo así, no la conozco, como tampoco el dolomen de Taguasco que, cuando visite Cuba, trataré de informarme y visitar.
      Un abrazo

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