Un experimento sencillo de Magia

Si bien los lectores más conspicuos y muchos alumnos de nuestros cursos conocerán ya este ejemplo, vuelvo en esta oportunidad sobre él porque hasta ahora lo he relatado en el contexto de clases, podcasts, conferencias o textos más abundantes, no necesariamente leídos, escuchados o asistidos por muchos de ustedes. Además, con el fárrago informativo de Internet, es muy posible que aún los más conspicuos interesados se hayan cruzado con este “tip” y olvidado con el paso del tiempo. Y es doblemente interesante cuando, en estos tiempos donde muchos comenzamos a hablar abiertamente sobre Magia (la Mental y Ceremonial), algunos piden, con todo derecho, “evidencias”. Si precisamente ponderamos que la Magia es empírica, debe posibilitarse experimentos sencillos. Alguien podrá decir que hay una componente espiritual, astral, etérea y que, dado que es conocimiento “esotérico” y no “exotérico” está implícito aquello que el Buscador “debe golpear a la puerta del Templo tres veces” -al decir del axioma iniciático-, o que la demanda de “pruebas” ilustra un escepticismo basal que dificulta la apertura del “sensorium” (dejo a mis lectores “históricos” recordar lo que el término significa). Estoy de acuerdo con ello. Pero también me pregunto si estimular la posibilidad de experimentar no es lícito en tanto acude y reclama a nuestro favor el lado sanamente crítico de cualquier Buscador. Y me respondo: sí.

Debo señalar, sin embargo, que ya he pasado por esto en su oportunidad. Hace unos años escribí el artículo “Alquimia: llegó el momento de experimentar” (ver en https://alfilodelarealidad.wordpress.com/2016/12/13/alquimia-llego-el-momento-de-experimentar/ )  sobre la transmutación alquímica propuesta por el respetable y ya desaparecido esoterista uruguayo Julio Stellardo. La nota era expeditiva: replicaba las instrucciones -ya públicas, por otra parte- del citado para convertir metales bajos en metales nobles. Uno (yo) esperaba un aluvión de experimentadores. Sólo recibí un par de comentarios elogiosos -que no dieran certeza alguna de haber repetido el experimento- y, eso sí, dos largas epístolas “refutadoras” de la posibilidad de ese resultado. Y esto es muy interesante: dos estudiantes universitarios (de Química, si mal no recuerdo) que como “sabían” que era imposible transmutar el plomo en oro, “demostraban” en su enjundiosa respuesta la “imposibilidad”. Y, claro, como “sabían” que era “imposible”, no veían la necesidad de… repetir el experimento propuesto. Claro que, como me sugirió un amigo, tal vez alguien sí lo hizo, obtuvo oro y ahora, desde el silencio, se divierte leyendo esto mientras espera que en su atanor enfríe una nueva pepita…

Así que ahora propondré otro experimento. En este caso, que apunta y trabaja sobre uno de los contextos en que opera la Magia: el Principio de Correspondencia. Sobre él me extendí en mi libro “Fundamentos Científicos del Ocultismo” (cuya edición digital está gratuitamente a disposición de quien me lo solicite a gusfernandez21@yahoo.com.ar ) pero recordemos someramente que se basa en dos conceptos: “Lo Macrocósmico se replica en lo Microcósmico” y “la parte del Todo refleja al Todo”. Pero aún más: el Principio de Correspondencia (más bien, la certeza de su existencia) explica muchas “operaciones mágicas”, como el hecho que, en poder de una muestra de cabello o fotografía de una persona (una “muestra-testigo”, como acertadamente le llaman quienes trabajan con Piramidología, Radiestesia y Radiónica, aunque aquí recordemos mi afirmación que esta última, la Radiónica, es el “aggiornamiento” contemporáneo de la Magia Medieval, según pueden leer en https://alfilodelarealidad.wordpress.com/2011/11/03/radionica-la-ciencia-de-la-magia/ ) . La propuesta es así: guarden en su casa una pequeña bolsita o recipiente con sulfato de cobre. Esto es una sal mineral, de color turquesa o verdoso, que suele emplearse para profilaxis en piscinas de natación o para eliminar parásitos en las plantas, por lo que puede conseguírsele en viveros o, en su defecto, droguerías industriales. Eventualmente, alguien se lastima en casa: un corte en un dedo al manipular un cuchillo en la cocina o una herida al hacer alguna tarea doméstica o bricolage. Entonces, procedan de esta manera:

Tomen una cucharada sopera colmada de sulfato de cobre y disuélvanle en un vaso con agua hasta el punto de saturación. Quedará el líquido coloreado, precisamente, de ese tono azulado. A continuación recojan un poco de sangre de la herida con un algodón, gasa o esparadrapo seco (es decir, no embebido en alcohol u otra sustancia cauterizante y aseptizante pues entonces no tendría sentido el experimento) e introduzcanle en el agua donde disolvieron el sulfato. Atención: no mojen la herida con el agua sulfatada; sólo lleven a la misma la muestra de sangre. Y esperen. Lo que constatarán, es que casi inmediatamente la herida deja de sangrar y cicatriza muy rápidamente.
Lo interesante es que no se trata que el herido “crea” en lo que van a hacer, ni siquiera que lo sepa. Y si, tonta e hipotéticamente, tomara la muestra sanguínea de un herido aquí y me fuera a unos centenares de kilómetros a introducirlo en el agua sulfatada, el resultado sería el mismo.
Me han sido referidos por mis estudiantes decenas de casos de aplicación de esta técnica (yo también lo he hecho en mí mismo, pero supongo que para el escéptico ello carece de valor). Desde un empleado en una tienda dedicada a la venta de quesos y chacinados que se hace un profundo corte precisamente con la máquina de cortar los mismos, hasta un odontólogo especializado en cirugía maxilofacial de Buenos Aires o un médico cirujano de la ciudad de Corrientes quienes sometieron la idea a prueba durante su propio trabajo profesional. Pero, ¡porqué es que produce ese resultado?. Porque, justamente, si “la parte del todo refleja el Todo”, lo que se haga, lo que actúe sobre la “muestra-testigo” (el algodón sucio de sangre) repercutirá en el lugar de donde esa sangre proviene; la herida. Funciona, porque existe el Principio de Correspondencia. Es la razón, como señalé líneas más arriba, que si un Mago o Maga cuenta con la “muestra-testigo” de alguien (y el Conocimiento necesario) puede “operar” sobre esa muestra de manera que se “refleje” en el individuo del que provienen los efectos buscados.

Busco enseñar y difundir. Aclaro esto porque -ya me ha pasado- inevitablemente aparecerán quienes  traten de “argumentar” en desacuerdo, o los “refutadores desafiantes” instándome a que, si creo tener una idea tan clara, les “embruje”. Y, cómo no, los que se burlen por el simple hecho de proponer semejante “superstición”. Permítaseme señalar que, en esta etapa de mi vida, como escribí antes sólo me interesa enseñar, difundir, y algunas opiniones de mis seres queridos. La edad y el kilometraje andado brindan cierto indiferente blindaje sostenido en el razonamiento que, propuesto un experimento, sólo se trata de responder con eso: experimentar. Acorda ro refutar, con todo debrecho, pero desde el terreno mismo, el único posible porque es el propuesto. El del empirismo.

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