Asistimos en los últimos años a un “revival” de agrupaciones que se autodenominan “templarias” o herederas legítimas de los Templarios. No debatiré aquí -no es el lugar- sobre la profundidad de sus saberes, que no soy yo quien para opinar. Ni siquiera me detendré en sus credenciales de autenticidad (aunque me resulte llamativo el conflicto, a veces gratuitamente ofensivo, que existe entre unas y otras arrogándose ese derecho de linaje). Sólo señalaré lo siguiente:
Sabemos que los Templarios, los originales, integraron una Orden, sí, iniciática, esotérica y probacionista, lo que es innegable. Y también que fue una orden monástica y militar. Estoy tentado en comparar y decir que eran los “navy seals” de su época, pero lo cierto es que fueron el terror de sus enemigos en batalla. El grado de entrenamiento físico, en estrategia y manejo de armas es legendario. No se era Templario sin reunir las condiciones tanto “espirituales” -es a lo que me refiero con “monásticas”- como militares. Pues bien; viendo las ´´ordenes templarias” de hoy en día veo un colectivo de gente bienintencionada, pero (quiero ser educado) poco capaces de superar un día de entrenamiento de campo, y no digo ya de sostener una batalla. No entraré a considerar aquí si su vida cotidiana, personal, responde a las mismas exigencias (que seguramente no), pero veo que de “templarios” tienen el nombre y, a veces, cierta vestimenta.
Dicho en pocas palabras. Si alguna de estas sociedades cumpliera funciones a la vez místicas y militares, sea como parte integrante de fuerzas de seguridad (lo que es ilusorio, ya lo sé) u organizaciones no gubernamentales de asistencia y socorro de los desamparados, débiles, vulnerables en tantas partes del mundo en que se los necesitara, los vería más… “templarios”. Médicos sin Fronteras, o “Los Ángeles Guardianes de Nueva York” me parecen más cercanos a la misión social de aquellos caballeros medievales. Se me dirá aquí que los tiempos han cambiado y que los Templarios de hoy no necesitan ser los Templarios de hace ochocientos años, y es entonces cuando diré que sí, que es lícito crear una Orden “aggionarada” a nuestros tiempos, pero que, o bien se reconocen como tal, como una sociedad reciente, o demuestran su continuidad histórica lícitamente y -más importante aún- con documentación de Maestros que en algún momento avalaron y justificaron esta mutación lavada y “pacifista”. Y aún si así fuera (que no encuentro evidencia de ello) vuelvo a señalar que el espíritu original, de protección de los débiles, debería ser lo que los hiciera distintivos a nivel mundial, y no solamente tener noticias de ellos por la realización de ágapes y ceremonias muy atractivas y vistosas, sí, pero vacías de contenido social y solidario.
O, más simplemente, celebren sus ritos, alimenten sus egos y distribuyan grados. Pero en homenaje a aquellos Templarios, dejen de llamarse como tales.