Nuestro último viaje a México deparó una de esas sorpresas que están fuera de las guías y folletos turísticos, que no ilustran carteleras multicolores promocionales ni atraen –seguramente, tampoco atraerán- hordas de turistas lobotomizados. Se trata, en puridad, de esos bocados delicados para el intelecto, que se saborean mejor en el silencio de la caminata polvorienta entre olores folklóricos y el gracejo local.
El momento y la ocasión es ésta: un pequeño municipio, camino a Texcoco. Un amigo que con su familia espléndida nos agasaja haciéndonos conocer rincones de maravilla: el cerro Tecutzingo con los “baños de Netzahualcoyotl”, el “muro” y la pirámide circular de Huexotla, delicias gastronómicas al pie de cada caminata (quien no se permita algún epicúreo alto en el camino de la investigación corre el riesgo de pasar frente a las sencillas delicias de la vida con igual prisa) y lo que nos concita hoy: haber descubierto que uno de los más antiguos asentamientos humanos con continuidad habitacional es este pequeño y dormido pueblito mexicano.
Si le preguntan a cualquier conocido más o menos ilustrado sobre cuál es, a su criterio, el poblado sostenidamente habitado más antiguo del planeta, seguramente citará a Atenas, El Cairo, Delhi, Roma. No contabilizan Jericó, Harappa o Mohenjo-Daro, porque de lo que estamos hablando es de “continuidad habitacional”, no de sitios de mero interés arqueológico. Roma, por caso, se “fundó” (habría que ver si merece la expresión) en el 600 A.C. Atenas, en el 1.200 A.C. Papalotla existe, cuando menos, desde el 1.900 A.C., como núcleo urbano que, sin expandirse, existió sostenidamente.
Reproduciré a continuación parte de un trabajo de mi buen amigo Julio Víctores, quien junto a su señora, sus hijos Fernando y Santiago, su cuñado Ricardo, su esposa y su hija Jacqueline, nos acompañaron en días de pasión investigativa y feliz convivencia. A ellos, a cada uno, nuestro agradecimiento y cariño infinito.
Escribe Julio, entonces, con respecto a la historia precolombina de Papalotla.
Reseña Histórica
Los antecedentes más remotos que se tienen de Papalotla, se orientan al horizonte preclásico, como lo indican los arqueólogos Eduardo Noguera y Román Piña Chan, que describen a un grupo nómada que se asentó a los márgenes del río, el cual después llevaría el nombre de Papalotla, y que se benefició de la corriente de agua para impulsar la agricultura, dando pauta a una vida sedentaria. Fue así que se concentró una aldea rural con sus caseríos de lodo y troncos que más tarde desarrolló la cerámica.
En el posclásico, grupos chichimecas llegaron a asentarse a Texcoco y formaron el imperio Acolhua. Los pueblos de la jurisdicción, incluyendo Papalotla, quedaron entonces bajo su órbita. En este periodo destacó la participación de Totocahuan, natural de Papalotla, que siendo capitán de Ixtlilxochitl Ometochtli le acompañó durante la guerra que sostuvo con Tenochtitlán, Azcapotzalco, Cohuatepec, Huexotla y Coatlinchan. Presenció su muerte acaecida el 24 de septiembre de 1.418, en una celada que le tendió Tezozomoc. De acuerdo con el cronista don Fernando de Alva Ixtlilxochitl, Totocahuan se encargó de amortajar el cuerpo de su rey, y con la ayuda de Chichiquiltzin, natural de Tlailotlacan, lo quemaron al siguiente día.
Tezozomoc obtuvo la victoria y se nombró emperador de Texcoco, en tanto que el príncipe Nezahualcóyotl tomaba el camino del destierro.
Los principales de las cabeceras de Texcoco, Huexotla, Coatlinchan y Coautepec que se habían refugiado en Huexotzingo y Tlaxcala por las persecuciones de los tepanecas, decidieron reunirse en Papalotla y “… allí determinaron la obediencia que habían prometido a Tezozomoctli, Chimalpopoca y Tlacateotl y resolvieron el modo de irse a entregar a sus señores, con intención de verse libres de la guerra que tan crueles hacían y tan imposibilitados estaban para sufrirla y resistirla.”
Hacia 1.429, Nezahualcóyotl decidió reunir sus tropas con la alianza de Tenochtitlán para recuperar su reino, enfrentado a los rebeldes de Texcoco (Huexotla, Coatlinchan, Cohuatepec, etc). En los primeros meses de 1.430, el ejército marchó en dirección del norte y “…al llegar al pueblo de Acolhuacan, situado a las orillas del río Papalotlan, entre esta población y la de Chautla, en cuyo paraje había un puente sobre el dicho río…” 1/, hallaron guarecida a la tropa enemiga que defendía el paso, pero al declinar el día, los enemigos se retiraron a Chiuhnauhtlan. Al obtener la victoria decidieron regresar a la ciudad de México, donde se celebró con solemnidad la jura del emperador Nezahualcóyotl, quien volvió a su corte para después restablecer su territorio. “… incorporó a la corona las capitales de Papalotlan, Xaltocan y otras ciudades de la banda del norte, que eran fronterizas del reino de México por el poniente.” 2/ Todas las demás ciudades, pueblos y lugares del reino Acolhua los repartió en ocho partes y colocó en cada una un mayordomo y cobrador de sus tributos y rentas.
Nezahualcóyotl hizo florecer su territorio en todos los aspectos. En la construcción hizo edificar una casa de recreación, bosques y jardines, utilizando a sus tributarios para su adorno y mantenimiento. Papalotla participaba en estos trabajos y en los servicios de los templos tributaba con cortezas de árboles de encino y roble secas, para la iluminación de los templos, principalmente el de Tezcatlipoca.
Durante el gobierno de Nezahualpilli Papalotla al igual que otros cuarenta y seis pueblos, tributaban productos en especie que se repartían entre México, Texcoco y Tlacopan 3/.
A la muerte de Nezahualpilli (1.515), Moctezuma instaló a Cacama en el reino. Su hermano Ixtlilxochitl, inconforme por su elección, encabezó una rebelión con pueblos acolhuas del septentrión. Se apoderó de Otumba después de haber derrotado su señorío, mientras que en Texcoco sus hermanos Cacama y Coanacotzin comenzaron a fortificarse. Al enterarse, fortificó sus guarniciones a lo largo de una línea curva este-oeste que abarcaba Acolman, Chicuhioutlan, Papalotla, Tecamac, Tzompanco y Huehuetocan. De esta manera se confrontó con su tío Moctezuma y sus hermanos. Pero, pese a que fue apoyado por los pueblos del este de Tlaxcala y Cholula, no logró derrocar a su hermano y sustentó la lucha hasta 1.519 cuando llegaron los españoles.
El horizonte preclásico se extiende desde el 2.700 al 1.500 AC, y por su parte, Alejandro E. Obregón Álvarez, arqueólogo de la Universidad Iberoamericana, en un trabajo publicado en 1.980, fija la fundación de Papalotla en el 1.300 A.C. Papalotla (cuyo nombre significa “lugar de mariposas”) es, en un cálculo académico conservador entonces, una población de 3.300 años de antigüedad y, en una extrapolación, de 4.000 años de antigüedad.
La importancia histórica, cultural y social de este hallazgo es significativa, y sólo una miopía cultural que lleve a buscar estos trazos del remoto pasado humano con exclusividad en Oriente, puede excluir la consideración de lo que esto significa. Una civilización que hace más de 3.000 años ya tenía numerosos núcleos urbanos distribuidos por el Valle de México, enlazados con obras hidráulicas, caminos, etc., habla de una cultura en expansión, afirmación nacional e integración económica. No se trata de clanes bárbaros sedentarizándose, sino de pueblos y un estado al mejor estilo de la antigua Grecia.
Alguien podrá preguntarse: si Papalotla tiene tal antigüedad, ¿por qué no ha dejado de ser poco más que un pueblito sin mayor relevancia? En lo personal, creo que es parte de la idiosincrasia histórica, que comprendió que la expansión bélica –por si uno quiere compararlo con Roma o Grecia- lleva a situaciones límite con la propia supervivencia. Y creo que los naturales de la región prefirieron mantener un “perfil bajo”, haciendo de su solar lo que es: un pintoresco pueblo de gente afable y vida cómoda.
Es incómodamente curioso, finalmente, comprobar qué poca importancia y conocimiento existe en México de este dato. Son poseedores nuestros hermanos mexicanos, entre otras maravillas, de un asentamiento urbano con continuidad poblacional por casi 4.000 años. Y en Papalotla no hay, siquiera, una placa que lo mencione.
Extraordinario dato, totalmente desconocido poo mí. Gracias por la referencia y por la palabra «gracejo», que no estaba en mi léxico.
La respuesta de las autoridades mexicanas (pasando por las municipales, las estatales y las federales) es triste aún de mencionar: «No hay presupuesto para investigar», «No hay dinero para crear un museo». Triste y lamentable. Sin embargo, seguimos y seguiremos luchando para que nuestra tierra sea valorada, amada y conocida en su total esplendor.
Hola, que estén bien.
Si, hermosa la arqueología. Ya hay varias modificaciones en cuanto a los datos de Papalotla. Cuidemos nuestro legado, nuestro patrimonio cultural.Todo tiene su respuesta…