Oportunamente en “Al Filo de la Realidad” (1) me he referido con extensión a la formulación de este Principio Universal, afín al concepto hermético de lo Macrocósmico reflejado en lo Microcósmico (y viceversa), así como con el concepto de “la parte del Todo refleja al Todo”.
En esa oportunidad, cité varios ejemplos (absolutamente provenientes del contexto de la Física) ilustrativos de la realidad contundente, más allá de toda especulación metafísica, del Principio de correspondencia. En esta oportunidad, quisiera llamar la atención de mis lectores sobre dos nuevas evidencias: el concepto de los fractales y los isómeros.
Un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica se repite en diferentes escalas. El término fue propuesto por Benoît Mandelbrot en 1975. En muchos casos los fractales pueden ser generados por un proceso recursivo o iterativo capaz de producir estructuras autosimilares independientemente de la escala específica. Los fractales son estructuras geométricas que combinan irregularidad y estructura.
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Aunque muchas estructuras naturales tienen estructuras de tipo fractal, un fractal matemático es un objeto que tiene por lo menos una de las siguientes características:
· a) Tiene detalle en escalas arbitrariamente grandes o pequeñas.
· b) Es demasiado irregular para ser descrito en términos geométricos tradicionales.
· c) Tiene auto-similitud exacta o estadística.
· d) Es definido recursivamente.
Puesto de manera sencilla, un fractal es una forma de la naturaleza —gigantesca o minúscula— que se repite a sí misma indefinidamente hacia “arriba” o hacia “abajo”. Lo Microcósmico en lo Macrocósmico.
En química, los isómeros son moléculas con la misma fórmula química y el mismo tipo de enlaces entre átomos, pero en el que los átomos están dispuestos de diferente forma. Es decir, elementos constituidos por idénticas composiciones químicas en cuanto a la naturaleza de sus partes y sus relaciones cuantitativas dentro de la molécula pero que, a nivel de percepción, son absolutamente distintos. Por ejemplo, una misma fórmula C6H4CL2 (seis átomos de carbono, cuatro de hidrógeno y dos de cloro, el Diclorobenceno, un pesticida) cobra diversos aspectos según la disposición recíproca que adoptan entre sí estos átomos. Es decir, las sustancias son las mismas, pero sus manifestaciones y efectos, distintos. Estos son los isómeros.
¿Y qué correspondencia (valga la redundancia) podemos encontrar a un nivel, digamos, macrocósmico?. Las aspectaciones planetarias de la Astrología.
Pues el “argumento refutatorio” de los escépticos racionalistas en el sentido de que las “relaciones angulares” (Marte trígono al Sol, la Luna en cuadratura a Mercurio o lo que fuere) deberían afectar (si tal influencia existiera) de una sola y misma manera al ser humano (pues se trata siempre de los mismos astros a distancias más próximas o más lejanas entre sí y con nosotros, pero siempre constantes), se cae por su propio peso, precisamente porque aunque los elementos astronómicos sean los mismos, sus disposiciones son distintas. Es decir, son isómeros cósmicos.
La contemplación (en el sentido más meditativo de la expresión) de estos ejemplos provee el ejercicio intelectual-espiritual de comenzar a comprender. A conocer. A descubrir que las ciencias exotéricas, empíricas, proveen las formidables herramientas del conocimiento último de la mecánica de las cosas, pero pierde el sentido de las cosas. Goethe escribió: “…la ciencia tiene las partes en la mano, pero carece del lazo mental para unirlas porque le falta el valor de buscarlo”. Papus (el doctor Gérard Encausse) fue más allá: “Mira este libro. ¿En qué consiste su índole y cómo podrías descubrirla?. Mira, tiene tantas páginas, mide tantos centímetros de largo, ancho y grosor, pesa tantos gramos, contiene tantas letras de tal y tal tamaño, el papel está confeccionado con tanto y tanto de carbono, oxígeno, etcétera. ¿No constituye esto una maravillosa ciencia?. Pero, ¿consideras que con esto ya conoces el libro?”. Y Oscar Adler: “Un escritor materialista (…) expresó la frase siguiente para explicar el triunfo del pensamiento moderno: “Antes se creía que el sol era de naturaleza divina; ahora se sabe que es una bola de gas incandescente”. ¿No se podría decir con el mismo derecho que antes se creía que las sinfonías de Beethoven eran excelsas obras de arte y que ahora se sabe que no son más que masas de aire que vibran?. O lo siguiente: “Ayer creía que tú, ¡oh escritor que escribiste las palabras arriba mencionadas!, eras un ser pensante. En cambio ahora sé que no eres más que una combinación química de hidrógeno, oxígeno, carbono, nitrógeno y algunas otras sales minerales”. ¿No se podría decir esto con el mismo derecho?.
Ese sentido trascendente que tiene el Universo a la visión metafísica —que es superior pero no distinta al “sentido común” que nos permite comprender el ejemplo del libro— es el conocimiento esotérico que propugnamos.
Referencias
(1)Nuestra revista digital, NO este blog. Puede suscribirse gratuitamente en: www.egrupos.net/grupo/afr/alta .Para saber más acerca de la Ley de Correspondencia, así como de los Fundamentos Racionales del Esoterismo, comentamos que el autor se encuentra preparando un libro inédito sobre el tema