Los espiritualistas la pasan bomba

Alguna vez escribí que mi karma es ser visto como demasiado racionalista por los espiritualistas y demasiado espiritualista por los racionalistas. Desde esa perspectiva solitaria, empero se ven sugestivos detalles del paisaje. Como advertir qué irónico resulta que en tiempos de egoísta hedonismo, donde el conjunto social parece empeñado más que nunca en encontrar la vía rápida a la autosatisfacción (infuso logro de onanistas resonancias que funge como pálido sustituto de una felicidad que muchos presuponen inalcanzable por definición), un servidor suela encontrar alguna que otra mueca sarcástica, cuando no una mirada de conmiseración cuando propone, predica, entusiasma (a quien se permita entusiasmar, claro; oleada ésta de cálida adrenalina nacida de alguna pasión no necesariamente genital, que parece cada vez más escasa entre nuestros congéneres) a quien tenga la paciencia de escucharle soibre los beneficios de volcarse a la Espiritualidad en cualesquiera de sus formas.

Si comprendemos en este contexto que Espiritualidad no es sinónimo de religiosidad (aunque la incluya, con sus luces y sus sombras), comprenderemos que aquella no es un mero pasatiempo de gente con mucho tiempo libre sino una verdadera “actitud de vida” que comienza siendo una “actitud ante la vida”.

Sí, muchos espiritualitas podrán decirme que ellos no la han pasado bomba. Quien no ha dejado jirones de su vida afectiva por el camino. El sendero del monje es solitario, y a cada curva acecha el “síndrome del pájaro pintado”. Pero no es solamente una elección: es ser plenamente consciente y libre en esa elección, y eso brinda una confianza –aquél “salto de fe”- que no le quita nada ni nadie.

Escenario Nº 1:

El estudio de un programa de televisión, en torno al fenómeno OVNI. Época de apogeo de los “talk shows”, donde cualquiera tiene cámara y micrófono. Inevitable: “contactistas” versus “escépticos”. Vamos a un corte y un camarógrafo me dice:

– Yo de esto no entiendo nada, pero noto una cosa: los “espirituales” tienen una alegría permanente y los “otros” están todo el tiempo enojados.

Escenario Nº 2:

Congreso –otra vez- OVNI. Y un conferencista les dice a varios: “Por lo que se ve, los “contactistas” hacen lo que quieren de sus vidas y están felices, pero ustedes –dirigiéndose a los “duros”- están hechos pelota.

Veo a los espiritualistas con una actitud desapegada ante la vida. Sanamente –insisto: sanamente- egoístas. Cuarentones(as) o cincuentones(as) –y porqué no sesentones(as)- veteranos(as) que se echan una mochila a la espalda y parten en torrente hacia Machu Picchu. Mientras, los racionalistas cumplen sus obligaciones, son formales hasta en la vestimenta, sueñan por las noches exclusivamente y prolijos ante la lectura del establishment. Alguien podrá decirme que hay racionalistas que no son así (de hecho, estoy pensando en un amigo, astrofísico él) pero el punto es que esos ya no son racionalistas en sentido estricto. Más próximos a mi mundano karma mencionado al comienzo que a la lectura “progre” del Sistema.

¿Quién, y por qué, nos dice que no podemos tirar la casa por la ventana y salir a recorrer iniciáticamente los caminos de la vida?. ¿Quién, o qué, nos mira con socarrona displicencia mientras los espiritualistas creen en lo que quieren creer y canalizan lo que mejor les plazca?. El argumento de “responder a la Verdad” tiembla ante la certeza que nuestro paso por la vida tiene dos únicas razones de ser: vivirla y aproximarnos a la felicidad. Y si tu verdad te hace sentirte feliz, ¿cuánto importa que coincida –o no- con lo que otros argumentan detalladamente como requisitos de la verdad?.

Pero, al decir de algunos, ¿por qué dedicar tantos esfuerzos y tiempos a estos andariveles?. Porque únicamente la certidumbre del alma inmortal puede convertirse en una base sólida de la vida terrena, y únicamente el entendimiento de las antiguas sabidurías y los grandes avatares se puede asegurar la fraternidad d elos pueblos y el porvenir de la humanidad.

La melancólica paradoja humana es que ante el avance de la frivolidad y el materialismo, el pobre espíritu sufre y gime en el fondo mismo de aquellos que le niegan y se burlan de él.

Vive, y sé feliz, que lo demás poco importa.

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