Lo Sagrado Femenino

botticelli-venusEs posible que sólo haya una cosa más grave, para un escritor, que no ser comprendido, y eso es ser mal comprendido. Muy especialmente cuando la riqueza propia de una idea puede impulsarnos a diversificar el pensamiento en distintos niveles, todos diferentes, todos interactuantes, y el lenguaje busca, infructuosamente, honrar con testimonio de esos devaneos. Sólo por este motivo decidí simplificar al máximo estas reflexiones, en la tranquilidad de saber que, bondad de mis lectores mediante, siempre podré regresar a ellas para ampliarlas.

Entre los distintos y estimulantes matices de la vida que vivimos, no es para mí menor el empoderamiento de lo femenino, recuperando así –si por vías armónicas o no es tema opinable- los espacios (por lo menos, algunos) que el machismo patriarcal les privó durante milenios. Un proceso que, estoy convencido, va mucho más allá (en efecto y persistencia) de una mera “moda intelectual”. La fuerza de lo Femenino llegó para quedarse.

Inevitablemente, toda acción provoca una reacción y ésta, también inevitablemente, es en sentido contrario. Cómo se manifiesta lo dejo a la apreciación de los lectores, toda vez que sólo repasarlos excedería con mucho el alcance de este artículo. Y no me refiero aquí a una supuesta “reacción defensiva” del machismo, sino al perjuicio que a lo Femenino puede ocasionarle cierto fundamentalismo. Algunos círculos femeninos que, en el proceso de recuperar su dignidad histórica, acentúan la “superioridad” de la mujer sobre el hombre. Rogativas para que, por fin, se acabe la sociedad “patriarcal” (y ser reemplazada por una sociedad… ¿matriarcal?). Apoteosis de la placenta.

Va de suyo que toda postura que, acudiendo a los “argumentos” que se plazca, defienda una “superioridad” de género, nos habla más de deseos de venganza y sublimación de resentimientos y una vuelta de los términos de la ecuación que con el tiempo acumulará más de lo mismo. Por si no queda claro: se trata de integrar los opuestos, de sumar las complementaridades. Y pienso (sólo expreso aquí mi humilde parecer) que ni la exacerbación ni la victimización puede cumplir sanamente esos objetivos. Voy a ejemplificarlo con la crónica periodística y policial diaria.

Vivimos en Argentina estos días el aire refrescante de multitudinarias marchas populares que, bajo la consigna “Ni Una Menos”, denunciaban el hartazgo de una sociedad frente al sadismo irracional de los femicidios. En estos mismos días, se multiplicaron horrorosamente episodios de los mismos. Cualquier texto básico de psiquiatría nos dirá que, inevitablemente, la mayor exposición pública de un tema sensible “dispara” las psicopatías de algunos individuos. También podríamos decir, aquí, que este tema está generando una “carga egregórica” (y ya hemos debatido este punto; cuidado con quien, siendo consciente de ello y conociendo los métodos, use esa energía a favor de sus propios intereses). Lo que también debe entenderse es que la vilipendiada pero inexorable Ley de Atracción (que, mal que les pese a los panrrefutadores militantes de siempre, es una Constante Universal), lo “semejante atrae lo semejante”, opera en ambos sentidos…. Y provoca más de lo mismo. ¿Estoy queriendo decir que no debe hablarse de los femicidios?. Por supuesto que no estoy diciendo eso. Pero no me negarán ustedes que hay un regordeo sádico, a veces irresponsable, mercantilista y en última instancia perverso cuando con la excusa de la “información periodística” se hace foco (metafórica y literalmente) en las manchas de sangre.

Teresa de Calcuta dijo: “No me inviten a marchas contra la guerra. Cuando organicen una Marcha Por la Paz, avísenme”. Clara expresión de quien conocía con idéntica, meridiana claridad el peligro de una mal aplicada Ley de Atracción. Insisto: equivocados estamos todos si creemos que los individuos y la sociedad mutarán favorablemente, depondrán actitudes y conductas colectivas y reprimirán patologías individuales. Otra vez, la exacerbación de lo anecdótico y la “hipervictimización” provocan el efecto contrario. El olor de la sangre atrae a los depredadores.

Por todo eso es que estoy convencido que mientras la Justicia (en todos sus estamentos y con todos sus instrumentos) debe acelerar y proceder con más ética moral que legal, el colectivo (todos nosotros) comprender que los Cambios (así, con mayuúscula, casi con naturaleza cuántica en lo que a géneros se refiere) no sobrevendrán con lo anecdótico (por terrible que ello fuese) sino con la construcción de lo Simbólico y lo Arquetípico. Hablándole, directamente,m al Inconsciente Colectivo de la Humanidad. Acompañando a los hombres a reconciliarnos con nuestra Feminidad interna y a las mujeres con su Masculinidad interna. “In lakesh, Hanah’ken”, el ancestral saludo maya, habla de esto también. “Tu eres mi Otro Yo. Yo soy tu Otro Tú”.

Y es por ello que estoy convencido, también, que esa violencia sádica e irracional se “descomprimirá” cuando a todos los públicos, todas las generaciones, las idioticemos menos con el televisor y les relatemos, más, la verdadera historia de María Magdalena y Jesús, esa historia que, ladinamente, ciertos academicistas y clérigos han tratado (y tratan, ¡si supieran ustedes cómo siguen tratando!) de ocultarnos.

Lo Sagrado Femenino es hoy una verdad pública, aunque muchos aún no tomen consciencia. Es, por lo tanto, una verdad “exotérica”. Que como toda verdad, oculta su antítesis, una verdad “esotérica”: lo Sagrado Masculino. El subtítulo del ficticio libro que el ficticio historiador Robert Langdom (sí, el de “El Código Da Vinci”) debió haber escrito.

778a-yin-yang_smEl Símbolo habla del complemento de los opuestos. Sólo hay Totalidad cuando lo “yin” se integra con lo “yang”. Pero en lo Yin está el “joven Yang”, y en lo Yang está el “joven Yin”. Éste y la Dualidad Arquetípica nos remiten a lo mismo. Por ello, la pareja María Magdalena – Jesús trasciende el debate menor de su historicidad y se transforman en Imagen de la Totalidad. Y siendo tal, nos dicen que esa Totalidad anida en cada uno de nosotros, en cada una de nosotras.

“Haremos al hombre a Nuestra Imagen y Semejanza”.

De eso se trata, precisamente.

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