La palabra y la hermandad

Muchas veces me he referido ya (especialmente en nuestros encuentros grupales) al valor y significado de la Palabra dada en aquél o aquella que crea llamarse Guerrero o Guerrera. Y en lo que debemos hacer especial hincapié es que la Palabra es indistinguible de la Conducta Impecable. La impecabilidad, el mejor y honesto esfuerzo posible, distingue al Guerrero, a la Guerrera; no que tanto usa la expresión “hermanito” o “hermanita”, no cuántas veces exclama “¡ahó!” con cualquier excusa o qué tan bien sabe escribir la palabra “Tlazohcamate”. Y esa impecabilidad tiene un ámbito especial de manifestación: la Fraternidad para con quienes se mirara a los ojos, se abrazara, contemplaran juntos la Luna o saludaran al Sol…

Si eres mi “hermano”, no lo eres sólo en el Temazcal, o cuando compartimos la “siembra” de nuestro Nombre Espiritual. Lo soy, lo eres, cuando te acompaño y me acompañas, cuando lo correcto prima por sobre lo conveniente, cuando defenderte y estar a tu lado es más importante que mi conveniencia económica, que el ”qué dirán” … El Guerrero no va a la batalla con cien hombres si noventa huirán ante el peligro. Irá con esos otros diez, porque es con ellos con quienes vencerá o junto a los cuales hoy será un bonito día para morir.

Así que hoy, me detengo un momento y me pregunto: ¿honro mi hermandad con otros Guerreros?. ¿Soy digno de llamarme su hermano?. ¿es mi Palabra algo más que palabras?.

Puedo mentirle a otros. No puedo mentirme a mí mismo, a mí misma, al Universo, a los Abuelitos y Abuelitas cuyos espíritus construyeron nuestro linaje.

Y si lo hago, ese tambor que golpeo, ese cantito que elevo, ese rezo que comparto, son sólo disfraces…

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