La experiencia de «abducción extraterrestre» como iniciación esotérica (4)

 

El cielo en la carne

Ya hemos insinuado que existe, a nuestro criterio, ciertas características de las prácticas shamánicas (recordando el amplio espectro de aplicación que damos a esta palabra) que podrían introducirnos en un conocimiento más profundo de la experiencia OVNI. Para ello, es necesario, primero, que dediquemos cierto tiempo para comprender la naturaleza de algunas prácticas de estos malentendidos “hechiceros”.

Comencemos por el concepto del “vuelo” entre sus atribuciones. En tiempos históricos, está claro que este “vuelo” es espiritual. Ciertamente, fisiólogos y médicos dirán que se tratan de creaciones alucinatorias provocadas o bien por las sustancias alucinógenas a las que son tan afectos, o bien como consecuencia de las flagelaciones, torturas físicas y situaciones extremas a las que, como parte de su aprendizaje, someten cuerpo y mente. Una conducta masoquista que, en un todo, es coherente con sus creencias. Entre los hindúes, dice el Satapatha Bramana, en su Capítulo IV: “El sacrificio, en su conjunto, es la nave que lleva al cielo”. Pero concluir que sus percepciones son “alucinaciones” –en todo su sentido de ilusorio- creadas por el sufrimiento, el estrés de una situación límite o las drogas puede ser un enfoque equivocado de la situación. Es como las alucinaciones –ciertas alucinaciones- que acompañan los estados febriles o algunas enfermedades. Creemos que son una afección mental, un síntoma patológico que ocurre cuando padecemos ciertas crisis y que desaparecerán cuando estemos mejor. No parece que a la mayoría de los especialistas se les haya ocurrido que así como el contenido de los sueños es mucho más interesante e informativo que el hecho de que soñemos, el estudio más detallado de esas alucinaciones puede enseñarnos que no es la forma en que aparece, sino el hecho de la forma con que aparezca lo más interesante de ellas. El hecho de que una persona tenga una alucinación puede indicar que se encuentra en un estado mental anormal pero no necesariamente patológico. Más exactamente: las alucinaciones podrían no ser el resultado de la enfermedad por sí misma, sino del estado alterado de conciencia que es inducido por la enfermedad. Y ello sería perfectamente aplicable a la experiencia shamánica.

La segunda objeción que tendría que hacer es a la tendencia innata de médicos y psicólogos a explicar las visiones de shamanes y las descripciones de abducidos como regresiones a los primeros días de vida o a la etapa fetal. Y de esto se ha abusado mucho. Porque, por otro lado, los neurólogos saben perfectamente bien que el mecanismo cognoscitivo de un bebé de días –y no hablemos de un feto- apenas se encuentra burdamente desarrollado e incompleto, de donde es ilusorio aceptarle la capacidad de “grabar” vívidamente imágenes (los “cabezones” que se inclinan sobre su cuerpo, la luz al final del túnel… vaginal, el aspecto esférico del vientre materno) para reconstruirlo inconscientemente más tarde.

Pero además no es de ahora las explicaciones de los materialistas en busca de explicar episodios espirituales a través de la actividad de tal glándula, tal trauma infantil, tal situación embrionaria. Tal vez esas “explicaciones” de las realidades complejas –como es la del espíritu- resulten ilustrativas pero no son en absoluto explicaciones: solamente constatan –lo que nadie refutaría- que todo lo creado tiene un origen en el tiempo. Pero es evidente que el estado fetal no explica el modo de ser y sentir del adulto: un embrión sólo tiene significado en la medida en que está ordenado y relacionado con el adulto. No es el feto lo que “explica” al hombre, ya que el modo específico del hombre en el mundo se constituye justamente en la medida en que no goza ya de una existencia fetal. Los psicoanalistas hablan de regresiones psíquicas al estado fetal, pero se trata de una interpolación, ya que si bien es cierto que las “regresiones” son siempre posibles, ellas no significan nada más que afirmaciones del tipo siguiente: una materia viva regresa –por la muerte- al estado de simple materia, o una estatua es susceptible de regresar a su estado primero de naturaleza bruta si la reducimos a escombros a puro martillazo. Pero el problema es otro: ¿a partir de qué momento una estructura o un modo de ser es reputado como constituido?.

Conclusión: el “vuelo” místico tiene entidad propia, y hacia ella apuntaré ahora mis pasos. Y si bien comenzaré hablando del “vuelo” extático del shamán, terminaré haciéndolo sobre otro “vuelo”: el que llevó a tanta gente –en qué estado, es otro capítulo- al interior de un OVNI. Un OVNI que, ciertamente, no era el útero materno.

Malinterpretando a propósito: Lawson y la “conexión uterina”

Si en ocasiones algunos conocidos me acusan de resultar un tanto “conspiranoico” al evaluar las acciones de los demás, deberán aceptarme, cuando menos, que cuento con fundadas sospechas para ello. Por caso,  a través de años los escépticos han reivindicado los estudios de un supuesto biólogo llamado Alvin Lawson en el sentido que sus investigaciones con regresiones hipnóticas habrían demostrado que los supuestos “secuestros” no serían más que tardíos recuerdos intrauterinos. De esto, ya he escrito algo en páginas anteriores. Y si bien, ciertamente podríamos encogernos de hombros y decir que con el mismo argumento con que los escépticos critican la hipnosis para rescatar del olvido los sucesos protagonizados durante el “tiempo perdido” de estos testigos nosotros podríamos descreer de las conclusiones de tal investigación, lo cierto es que la concepción uterina de Lawson se ha transformado con el tiempo en un ícono de los negadores de siempre.

Pero –mira por dónde viene la cosa- casualmente tuve oportunidad de acudir a ciertas fuentes (el propio Lawson, en su conferencia “Raíces extraterrestres: seis tipos de entidades de los OVNIs y algunos posibles antepasados terrestres” en el Simposio del MUFON en California, 1979, y “La hipnosis de secuestrados en OVNIs imaginarios”, en Curtis Fuller, Actas del Primer Congreso Internacional sobre OVNIs, 1977 –Warner Books, Nueva York, 1980-) y no sólo vengo a descubrir que el “biólogo” era en realidad un profesor de inglés en la Universidad de California, sino que las afirmaciones del propio Lawson no tienen absolutamente nada que ver con que los escépticos profesionales han desparramado por ahí. Así que relataremos la historia como realmente ocurrió.

En 1975, un investigador del grupo norteamericano APRO (Aerial Phenomena Research Organization), John De Herrera, junto al profesor Lawson y el doctor W.C. McHall, diseñaron un interesante experimento. Por medios de anuncios en periódicos convocaron a un grupo de voluntarios para un experimento hipnótico no especificado. Se seleccionó a ocho que virtualmente nunca habían leído nada sobre OVNIs ni temas similares, y, en sesiones individuales, se les inducía a visualizarse –en estado de trance-en algún lugar, una playa, el desierto, etc., y se le “sugería” la aparición primero de un OVNI, el secuestro posterior y los experimentos que sobre ellos se realizarían eventualmente en su interior. Esto es muy importante señalar: no se trataba de sugerirles la aparición de un OVNI, sino que los testigos eran condicionados a pasar por todas las fases de la experiencia que describía el experimentador. Pero lo que sí se observó en las conclusiones es que el relato o, mejor dicho, las respuestas dadas por los sujetos del experimento, eran enormemente parecidas a las descripciones hechas por los protagonistas de secuestros, especialmente aquellos donde la descripción pormenorizada del interior del OVNI y de lo que allí había ocurrido había sido recuperada también bajo hipnosis. Esto llevó a los experimentadores a afirmar : A los fines de nuestra actual investigación, estos experimentos establecen incuestionablemente la aptitud de los sujetos hipnotizados para reproducir, no simplemente a grandes rasgos sino con intrincados pormenores, argumentos a los que no habrían tenido acceso por medios convencionales.”

Como se ve, algo a años luz de sostener que toda experiencia de abducción es una regresión uterina. De hecho y extrapolando, podemos decir junto a Evans (op.Cit.) que estas conclusiones señalan que en el estado de hipnosis –y es razonable conjeturar que otros estados pueden servir igualmente bien- los sujetos parecen poder obtener acceso a material por medios que no sin físicos ni sensibles, y reestructurar luego ese material sobre una base creativa y selectiva, usándola para urdir un relato dramático, circunstancial y persuasivamente coherente.

Esta impresión se acentúa cuando el equipo de Herrera, Lawson y McHall señaló, por otra parte, las diferencias entre los casos “reales” y los “imaginarios”, a saber:

los casos reales ocurrieron involuntariamente,

los testigos estaban frecuentemente asustados,

se denunció un “tiempo perdido”,

en algunos casos se advierten efectos físicos,

hubo efectos fisiológicos en el testigo,

sobrevino amnesia,

hubo secuelas psicológicas,

y hubo manifestaciones psíquicas y otros efectos emocionales.

De manera que todo esto concurre a abandonar el último bastión reduccionista de las explicaciones pseudopsicológicas y abordar el tratamiento de la abducción cuando menos en el sentido en que veníamos haciéndolo. La correspondencia entre los “aciertos” de los sujetos hipnotizados en el experimento y los protagonistas de episodios reales tiene, a mi criterio y continuando con mi línea de pensamiento, una explicación ajustada:

¿Qué habría ocurrido si en un experimento de esas características en vez de acudirse al “episodio – símbolo OVNI” se hubiera privilegiado cualquier otro estímulo?. El OVNI está tan incrustado en el Inconsciente Colectivo, que la escenificación y vivencia de un episodio de estas características puede haber “disparado” en esos ocho sujetos fenómenos de naturaleza parapsicológica, de conocimiento paranormal, v.gr, clarividencia, o bien, por simple “resonancia mórfica” (sigo aquí al biólogo Ruppert Sheldrake) se hizo “eco” en ellos, y en ese estado psíquico tan particular, lo que ya se ha incorporado al banco de imágenes de nuestra especie.

Berthold Schwarz  (“Una visita con gente del espacio”, en Curtis Fuller, op.cit) dice: “un contacto no es sólo un hecho aislado en la vida de un individuo, sino algo que debe verse en el contexto más amplio de su historia pasada y sus experiencias, actitudes y conducta posteriores al contacto. Muchos tienen personalidades disociativas, y en algunos casos hasta personalidades múltiples. Son susceptibles de estados de trance. Empero, llevan una vida normal, de responsabilidad, cumplen con su trabajo, están al frente de sus familias, se abstienen de una conducta antisocial. Pero, a menudo, eso cambia cuando tienen sus avistajes de OVNIs: estallan como un volcán en erupción. ¿Sus problemas psicológicos hicieron que imaginaran la experiencia, o una experiencia real llevó los problemas a la superficie?. Sencillamente, no lo sabemos. Ciertamente sabemos que, luego de esta supuesta experiencia, los protagonistas pueden experimentar alternativos estados de conciencia, entrando y saliendo de estados de trance, durante los cuales pueden canalizar mensajes de entidades de extraños nombres. En lo que concierne al contenido, estas imágenes carecen de valor. Empero, cualquiera que sea su causa, cualquiera que sea su origen, “ocurren”. Otra cosa que sucede es que, alrededor del perceptor, se desatan fenómenos Psi. Tal vez esto sea de esperar, puesto que los estados parecidos al trance inducen la producción de la Percepción Extrasensorial y la psicokinesis.”

“Quizás la experiencia OVNI sea un modo para que estas personas se realicen. A veces, resulta que el contacto con el OVNI sirve positivamente a lo que el perceptor necesita: otras veces resulta que no, y la persona termina peor que antes”. Y yo concluyo el pensamiento de Schawrz, sosteniendo que, entonces, el OVNI es un catalizador y “realiza” a la persona, cumpliendo así una función religiosa (“re-ligare”: unirse o encontrarse a sí mismo o con Dios) que no se alcanza por otro conducto. En consecuencia es natural, esperable y hasta lógico que se “sacralice” la experiencia. Si esto mejora la calidad de vida del individuo y sus semejantes, proyectándolo hacia un futuro de obras y sentido, o si lo hunde en la locura, la manipulación abyecta o la paranoia, tiene que ver con la capacidad tanto del mismo de “manejar” semejante información (quizás debería haber escrito “contenido espiritual”) en relación a la conducta (de rechazo y burla, de equilibrio y comprensión, de fanatismo exacerbado) que manifieste su entorno. Percibo aquí algo similar a lo descrito por shamanes y ocultistas de todas las épocas –en Oriente, especialmente entre los practicantes del Tantra- en el sentido que la “energía espiritual” que ciertas experiencias proveen pueden “consumir” al individuo, y entonces me planteo este interrogante: en el caso de quienes pierden el equilibrio mental, espiritual o moral a consecuencia de estas experiencias, lo pierden porque la experiencia es esencialmente amoral, o sea una consecuencia de su falta de, digamos, “evolución” para manejar la circunstancia?. Pero si la “inteligencia” que opera detrás de esos contactos –como hemos venido sugiriendo hasta aquí- tiene la necesaria “omnisciencia” para saber más del inminente protagonista que el protagonista mismo, es obvio que también se hará cargo de las consecuencias. De las favorables, y de las otras. Con lo que creo arribar a una conclusión provisoria: dentro del campo de esta lectura esotérica de inteligencias operantes detrás del OVNI, debe entonces necesariamente concluirse que existen una clara diferencia de intención, lo que es tanto como decir que mientras algunas inteligencias cuidarán que dicha experiencia resulta estimulante y de crecimiento, otras –por motivos sobre los que abundaré en el futuro- buscan exactamente lo contrario.

(Continuará)

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