El tipo, el café y el infierno

caféMedia mañana, y el tipo entra al café buscando el oasis de un ídem. Mesa libre junto a la ventana, el edén parece posible. Y mientras llega la fragante infusión, el tipo busca con la mirada algún ejemplar del periódico del día, de los tres que ese café tiene para sus clientes. Café, diario, vagar la vista perdida a través del vidrio viendo pasar un trozo de vida, qué más pedir. Pero los tres ejemplares están bajo los codos de otros tantos parroquianos. Uno, conversa acaloradamente con su mujer. Otro, mensajea frenéticamente en su celular. Y el tercero, maldito hereje, ¡hace los crucigramas!. Y el tipo, con una sonrisa forzada, se acerca sucesivamente a los tres preguntando: «¿Lo ocupás?» casi siseando serpentinamente. Y en las tres ocasiones recibe la misma respuesta: «Sí, lo ocupo», y el fulano sigue peleando con su mujer, el zutano apretando el celular como si se reventara forúnculos y el mengano se extiende en los crucigramas, con una parsimonia que sin duda exagera a propósito, el muy maldito. Porque que alguien te ocupe el periódico de un bar mientras otros habitués esperan es como que alguien te pida el celular «para una llamadita» y te lo ocupe quince minutos. Y el tipo se retira a su mesa junto a la ventana, invocando por lo bajo que el suelo ceda bajo los pies de esos insociales, tragándoselos el infierno. ¿Ir a comprar su propio periódico?. ¡Por favor!. Cualquier sabe que el café no tendría el mismo sabor…

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