EL LADO OSCURO DEL URITORCO

De la mayoría de mis lectores es conocida mi trayectoria investigando y recorriendo los rincones de Capilla del Monte y su ya mitológico cerro Uritorco. En mis espacios –ora literarios, ora radiales- he abundado sobre sus enigmas, la energía particular de ciertos lugares, las extrañas presencias y ocurrencias, tanto en el afuera como en el adentro de nosotros mismos. He sido, soy, testigo del efecto catalizador (en el sentido químico de la expresión: una sustancia que acelera la transformación de otra) que el lugar produce tanto en sus habitantes como en eventuales visitantes, y he repetido mil veces que el lugar o te acoge y te arropa, o te eyecta súbitamente. Y he divagado en largas trasnoches sobre el porqué de estos procesos en una paraje paradisíaco que supo ser en el ideario colectivo base ínclita de OVNIs para devenir, en palabras de mi amigo, el periodista Fernando Diz, referente local e ineludible, en “capital espiritual de la República Argentina”.
Tantas décadas caminando el lugar, tantos ascensos al Uritorco (veintiuno exactamente, al momento de escribir esta nota), tantos relevamientos radiestésicos de sus distintos “sitios de poder”, tantos testigos y protagonistas entrevistados, tantos fungir año tras año de guía especializado para grupos de connacionales y visitantes extranjeros, tantas noches de vigilia y observación dan una interesante –creo yo- perspectiva panorámica de los eventos que allí ocurren. Que –como ya he desarrollado en otros trabajos- ocurren desde mi punto de vista porque el lugar reúne las condiciones de lo que –a veces abusivamente, pero en este caso creo que correctamenmte- se ha llamado “portal”; un lugar geográfico donde el velo entre los mundos se corre o se hace mucho más débil (si se me permite el giro pretendidamente poético); una deformación episódica del Tiempo y el Espacio, una anomalía de la Geometría Cósmica. Un ámbito donde en consecuencia las “conexiones” son más emergentes. Conexiones con Realidades Paralelas o con aspectos de una Realidad que es mucho más amplia que la que percibimos por la estrecha ventana sensorial de estas tres dimensiones físicas. En este contexto, estoy convencido que el hecho que en décadas pasadas el “fenómeno dominante” hayan sido apariciones de OVNIs y con los años “mutado” a otro tipo de entidades (duendes, elementales, pretendidos guías espirituales, etc.) así como de procesos de verdadera transmutación íntimas y personal de quienes la vivieron no se debe solamente a la propia deriva de las creencias particulares o el delirio ajeno (que de eso también hay, claro) sino a la naturaleza cambiante de “aquello” que se manifiesta con el tiempo a través de esa “ventana”.
Imaginemos, sólo a título ilustrativo, que en un muy largo e inaccesible muro se abre una puerta, un paso. Y se deja sin vigilancia, sin guardianes que regulen quien pasa de uno a otro lado. Los primeros días, obviamente, sólo los eventuales animalejos que se encuentran próximos a la recién inaugurada puerta se animarán a asomar sus cabezotas del otro lado. Pero al correr de los días, semanas, meses, años, es simple cuestión estadística que otros animales, más pacíficos o más peligrosos, se acerquen provenientes de sitios lejanos y se animan a cruzar el umbral…

Por eso el interés de hacer una crónica del lado oscuro del Uritorco. Inevitable como su luz, porque toda luz produce sombra en algún lado.
Una crónica que sería multifacética, porque ese “lado oscuro” puede interpretarse de distintas maneras. Y que como no agotaremos en este trabajo, sirva entonces como tímido justificación por no saber hacer las cosas de mejor manera.

El lado policial. La “crónica negra” de Capilla del Monte y el Uritorco tiene hitos indisimulables. A la –en promedio- una muerte anual acaecida por las exigencias típicas de la ascensiòin al cerro –promedio en aumento así como se incrementa exponencialmente el número de visitantes- podría sumársele un número indeterminado, pero no despreciable, de personas accidentadas. Es inevitable: el Uritorco es una montaña. Y a toda montaña debe tratársele con respeto. Yo he sido testigo de viandantes arribados a la localidad a primera hora de la mañana y dirigiéndose alegremente al monte convencidos que estarán de regreso en el hotel para el almuerzo. Me he encontrado (y en penosas ocasiones, colaborado en su evacuación) con apasionados turistas que ingresan al área por algún camino clandestino, escapando del control del acceso, acometiendo la subida sin protección contra los rayos solares, agua, calzado medianamente aceptable, sombrero… en pleno mes de febrero. Pero tiene aspectos más negros aún. Como el asesinato, en 2004, del joven Matías Puget y la violación de su novia, ambos, turistas que habían contratado a un supuesto “guía de montaña”, Ariel Arévalo, para recorrer y pernoctar en la cima del cerro. Arévalo parte en una caminata al anochecer con Matías, lo mata de un golpe en la nuca y arroja su cuerpo a un barranco. Regresa al vivac y viola y amenaza a la joven. Menos de dos días después el crimen queda esclarecido.
Lo que nunca fue esclarecido fue el asesinato, en 1991, de Monir Addur, ex Secretario de Cultura de la Municipalidad de Capilla del Monte y posiblemente uno de los referentes más tempranos (y honestos) de la casuística del lugar. Apareció estrangulado en su domicilio, y si bien agentes oficiales vinculados a la investigación señalaron las elecciones sexuales de Addur como disparadores de lo ocurrido, la falta de conclusiones (y culpables) sigue dando pábulo a la versión que su muerte está más cercana a su tarea en pos de la demitificación de los fenómenos del lugar.

El lado paranormal. También ha habido en proximidades del Uritorco manifestaciones decididamente paranormales pero con matices francamente terroríficos. Uno de ellos, el caso del “vampiro del Uritorco”. (El relato más completo aparece en el libro “Hechos y relatos fantásticos de Capilla del Monte”, capítulo: “El extraño incendiario”, por Mario Gustavo Guevara. Del Prete Editor, 2004.)

libroSeptiembre de 1989. Un voraz incendio iniciado en dirección a Cruz del Eje ingresa en jurisdicción de Capilla del Monte. Tenía un frente de unos seis kilómetros y avanzando en sentido norte-sur, empujado por vientos del sector norte, con ráfagas de treinta a cuarenta kilómetros por hora, amenazando el casco de una estancia, lugar donde sucederían los hechos que relataremos. Se dirigieron al lugar dos dotaciones de esta Central, quienes solicitaron apoyo inmediato, por lo que se convocó personal de otras localidades, recibiendo también el apoyo del Ejército Argentino que aportó dos helicópteros Bel 212 H1H y varios Unimog para el transporte del personal de la “Brigada Naranja”.
Una vez transportado todo el personal y emplazada la “base operativa” en el casco de la estancia, se comenzó con las tareas de extinción de manera coordinada, lográndose rápidamente el objetivo fijado.
A media mañana, luego de sofocada una parte del incendio, se comenzaron a producir nuevos focos, en la zona que ya había sido extinguida, demorando el trabajo del personal combatiente y obligándolo a separarse en grupos. Es justamente uno de estos grupos el que tomó contacto visual con un sujeto, vestido íntegramente de negro y de elevada estatura, que provocaba los reinicios de manera intencional.

Al ver esto, el jefe de dotación destacó a tres bravos para localizar y detener al incendiario, mientras el resto continuaba combatiendo el fuego. Cuando el grupo principal se encontraba a unos doscientos metros, los tres bomberos divisaron al sujeto a unos cincuenta metros de su posición. Eran los hombres más fornidos del grupo, despojados de su equipo de combate y armados con machetes de monte, los que se dirigieron hacia el sujeto dispuestos a cumplir con la orden impartida, sin imaginar el giro que iban a tomar los acontecimientos.
Cuando se encontraban a escasos metros de lo que a simple vista parecía una persona vestida de negro, con una especie de capa y un sombrero de ala ancha del mismo color, fueron detectados por este personaje que inició una veloz carrera a través del monte, dándose a la fuga en dirección del promontorio cercano que daba hacia un arroyo. Los tres efectivos lanzados en franca persecución, se vieron superados en velocidad y agilidad, que, dicho por ellos mismos, no eran normales. La persecución continuó hasta el promontorio, al cual llegó primero el sujeto que, dando un prodigioso salto al vacío, se perdió de vista de sus perseguidores, quienes al llegar al lugar, se encontraron con una caída vertical de unos ochenta metros, y divisaron la silueta del sujeto corriendo a toda velocidad por el curso del arroyo hasta desaparecer en el interior de una cueva, que había en una de sus riberas.
Atónitos por la demostración de agilidad y sin poder entender cómo había sobrevivido a la caída, el pequeño grupo regresó a reunirse con el resto, e informar a sus superiores lo ocurrido. Una vez informados éstos, se comunicaron al campamento solicitando la presencia del personal militar para garantizar la seguridad de los combatientes. Las tareas de extinción continuaron normalmente y no se volvió a advertir la presencia del extraño incendiario en el resto del día. Con las primeras sombras de la noche, se abandonaron las tareas y se produjo el reagrupamiento en la “base operativa”, para cenar y descansar para el día siguiente. Por supuesto, el comentario obligado fue el incendiario y esto motivó, por parte de los superiores, dotar a cada grupo de una escolta armada.

Luego de la cena —un suculento guiso de arroz— el personal de esta Central se reunió con el encargado, un señor de avanzada edad pero dotado de una vitalidad envidiable, que los recibió amablemente y les ofreció un vino de la casa. Luego de un rato de charla, surgió el comentario del sujeto y el encargado les dijo en un tono muy serio: “hay que tener cuidado con ciertas cosas”. Los hombres se interesaron y pidieron conocer todo lo que aquél hombre supiera sobre el asunto; el encargado asintió, tomó aire, apuró un trago de vino y comenzó su relato:
“Esto sucedió dos o tres años atrás, cuando empezaron a aparecer las vacas muertas en el campo, las vacas parecían estar desangradas, sin otra herida que un pequeño tajo en el cogote. Un día, mientras recorría el terreno buscando a los animales, tomé por una huella que conducía al otro lado de la quebrada por el filo de una loma, pero al llegar a la cima el caballo se puso nervioso, negándose a seguir avanzando. Los perros que me acompañaban empezaron a gemir lastimosamente y a retroceder, como si del otro lado hubiera algo con lo que ellos no querían encontrarse. Me bajé del caballo, tomé la escopeta de dos caños y subí por el sendero, del otro lado me encontré con un cuadro inimaginable: una vaca se encontraba tirada en el suelo pataleando y encima de ella, un tipo vestido de negro, agazapado sobre el cuello. Pensé que se trataba de un cuatrero común, le pegué un grito, en ese momento el sujeto se enderezó y se dio vuelta”. Otra pausa en el relato, otro sorbo de vino, y la cara del encargado cambió de expresión.

“Se lo juro, m’hijo, nunca en mi vida había visto algo así, no se puede describir la cara del tipo, un color oscuro, unos ojos amarillo brillantes y unos dientes afilados en una mueca horrible. Dio un paso hacia donde yo estaba y a lo único que atiné fue a apuntarle con la escopeta, lo cual no lo detuvo y continuó avanzando, así que disparé.
El tiro hubiera bastado para voltear a un toro, pero al tipo sólo lo hizo trastabillar por lo que le volví a disparar y esta vez sí, cayó al suelo, de espaldas, sin un quejido.
Una vez recompuesto de la impresión empecé a pensar qué hacer con el cuerpo, llevarlo al pueblo no podía porque el caballo se negaba a cargarlo, dejarlo ahí tirado e ir a avisar a la policía tampoco, porque tenía miedo que algún animal salvaje se lo llevara y me tomaran por loco, así que decidí atarlo y arrastrarlo hasta una cueva al lado de un arroyo.
Una vez en el lugar, lo enterré dentro de una cueva y tapié la entrada con piedras, prometiéndome no contarlo a nadie, nunca. Hasta hoy, que los escuché a ustedes y decidí romperle silencio para que se anden con cuidado y no provoquen lo que no debe ser provocado”.
Lo último que voy a contarles y ustedes decidirán qué hacer es que hace unos meses encontré otra vaca muerta como las de antes, entonces me fui a la cueva y la encontré abierta, con las piedras volteadas de adentro hacia fuera y la tumba vacía sin tierra, sólo el hueco que yo había hecho”.

Un estremecimiento recorrió a los que escuchaban el relato: ¿qué misterio rodeaba y encerraba aquél lugar escondido entre las sierras? El resto de la noche transcurrió en una tensa vigilia, aumentada por los sonidos de la naturaleza y el pensamiento alocado de mis compañeros que les hacía ver y escuchar cosas irreales, impidiéndoles conciliar el sueño.

Con la llegada del nuevo día retornó la tranquilidad, incierta, por lo que podía suceder. Se armaron los grupos para terminar el incendio y partieron todos, con cierto nerviosismo, acompañados por las escoltas militares, que al ser muchachos jóvenes, se encontraban en las mismas condiciones que el resto.
Los helicópteros sobrevolaban la zona transportando personal a los puntos más distantes y realizando una vigilancia aérea para informar cualquier novedad.
Como en el día anterior a media mañana, nuevamente hizo su aparición el extraño personaje, con la diferencia de que esta vez, todos los grupos tenían contactos, inclusive los helicópteros lo veían, sin poder seguir su desplazamiento, ya que se les perdía de vista en las frondosas quebradas.
Mientras tanto los grupos lo veían, algunos a la distancia, observándolos, y otros eran sorprendidos por un paso raudo y a gran velocidad, entre sus filas, sin dar en ningún momento oportunidad de actuar a las custodias armadas, desapareciendo siempre en dirección al arroyo.

Los bomberos que podían verlo de cerca, se encontraban en un estado de nerviosismo tal que la mayoría se descompuso, debiendo ser relevados de sus puestos y evacuados de la zona, otros simularon accidentes, deshidratación y otras excusas para ser evacuados. Los contactos seguían produciéndose sin interrupciones y el desconcierto era general, pero en ningún momento el personal sufrió agresiones de parte del extraño sujeto. No había ni hay explicación de las apariciones simultáneas y en distintos puntos y a gran distancia unas de otras.

Promediando la tarde y a pesar de todos los inconvenientes, el incendio quedó extinguido, realizándose una breve guardia de cenizas sin registrar ni la presencia del sujeto, ni de nuevos focos de incendio. Cuando atardecía, todo el personal se retiró de la zona y mientras las columnas de móviles se alejaban del casco de la estancia pudieron ver en la cima de una loma, recortada contra el ocaso, la figura de negro observando cómo se retiraban de sus dominios.
Ilustración de 1890Es inevitable vincular esta aparición con la del ínclito “Springheel Jack” (“Jack

Portada de publicación de la época
Portada de publicación de la época

El Saltarín”) una entidad que en la década de 1890 asoló las noches londinenses, saltando de tejado en tejado bajo la atónita mirada de los “bobbies”, los policías ingleses que nada pudieron hacer para detener su absurdo accionar. Absurdo porque sólo parecía estar interesado en eso, en brincar de techo en techo hasta desaparecer. Nunca asoló a ningún viandante ni irrumpió en ninguna vivienda. Pero la descripción es más o menos unánime. Muy delgado y muy alto, vestido íntegramente de negro, con un sombrero de ala muy ancha que ocultaba su rostro, capa y –he aquí la única diferencia con su sosías cordobés- una potente luz blanca en el centro del pecho que podía encandilar a quien se aproximara. Ambos, con un siglo de diferencia, marcan la irrupción de una realidad extraña en la cotidianeidad.
En el caso del Uritorco, a la extraña presencia se le suman dos constantes conocidas para los investigadores de lo paranormal: el ganado muerto en extrañas circunstancias (¿cómo no asociar con el tan mentado “Chupacabras”?) y los incendios inexplicables como los otros relatados en un reciente podcast de nuestra autoría. Y, una vez más, los misterios inexplicables que persisten…

El lado esotérico. De lo que no se habla es de lo que realmente deberíamos hablar. Y que se relaciona (aunque a oídos no avezados esto pueda sonar críptico) con el uso perverso (en el sentido psicológico de la expresión: lo “desviado de lo correcto”) de las energías del lugar. Ya algo de ello –y no es exclusivo de Capilla del Monte; se descubre en todo el Valle de Punilla) había advertido cuando, por ejemplo, acercándome al Cristo Redentor de La Cumbre descubro, en el cruce de huellas en el monte, “despachos” de kimbanda y candomblé. Que no deberían de extrañar, pues millones creen que ese Cristo, como el modelo original de Río de Janeiro, representa a Jesús, ignorando que tiene una historia oculta que lo vincula, en realidad, a Oxalá. Así que hete aquí a millones (en Río, se entiende: en La Cumbre algunos miles) que entregan devocionalmente su energía a una entidad cuando creen que es otra. Puro vampirismo energético.
Pero en Capilla el fenómeno tiene un lado igualmente oscuro. Y que se vincula al aprovechamiento que de las leyendas y del egrégoro que las mismas crean en el Inconsciente Colectivo hacen algunos grupos filonazis. Que si desean rastrearlos en Argentina, les garantizo que tendrán más éxito en Capilla del Monte que en la megalópolis que es Buenos Aires. Y sobre lo que abundé –con evidencias- en este otro trabajo.
Incidentalmente, estoy convencido que algunos grupos que allí se instalaron lo han hecho con el expreso e inconfeso propósito de aprovechar la energía del lugar de modos non sanctos. Si esperan aquí que haga una lista de los mismos, deberán aceptar mis reservas: el vampirismo energético y la manipulación egregórica no son demostrables en juicio, así que cualquier demanda por difamación en mi contra prosperaría fácilmente. Pero dejando de lado los inevitables mercachifles y delirantes (de lo que hay de todo como en botica allí) quienes visiten el lugar con ánimo de investigación constatarán, de manera sutil, el “aura” que flota sobre ciertos personajes…

Alguna vez escribí y relaté hasta que punto yo mismo, servidor, estuve en la génesis de la saga del Uritorco. No es por llevar aguas a mi propio molino, pero conste que, voluntaria o involuntariamente –muchas veces me he preguntado hasta donde hemos sido instrumentos de alguna extraña fuerza- participé y precipité acontecimientos que se multiplicaron exponencialmente hasta transformar a Capilla en lo que es. No me atribuiré méritos ajenos, sino apenas los propios: como ya supe describir, fui el creador orgánico de aquél primitivo IPEC (Instituto Planificador de Encuentros Cercanos) junto a Raúl Somma, Luis Cardoni y Alberto Bignone, luego devenido en FUPEC cuando la aparición del hasta entonces desconocido Dante Franch. Fui quien les presentó a mi amigo personal el conocido periodista Enrique “Turco” Sdrech, a la sazón del diario “Clarín”, cronista de policiales pero apasionado del tema OVNI (1), mismo que cuando el grupo regresara en enero de 1986 de su primera travesía –me desvinculé de ese grupo en diciembre de 1985- motivara a Sdrech a darle doble página central en el periódico (y de allí el salto a la repercusión pública). Fui yo quien les contactara con la Gerencia de Programación del viejo Canal 9 de TV de Buernos Aires. Contacto que después llevó a las ya legendarias notas sobre el tema del también fallecido José de Zer….
En fin, que no era mi intención extenderme, salvo para señalar hasta qué punto, como dije, se puede ser inconsciente títere de fuerzas extraordinarias. Quizás las mismas fuerzas que llevaron a la muerte de este Ninja, a quienes viéramos, en aquellos lejanos años, vestidos a la usanza y con su katana a la espalda recorriendo a los saltos las estribaciones del cerro…

El lado Illuminati. Algún rastro de estos, nuestros viejos conocidos, tenía que haber si es que el lugar tiene las prebendas que se les supone. Y lo encontramos. Tiene que ver con la muerte de Acoglanis.

Se hace difícil dar nombres y apellidos de Illuminati, operantes en Capilla del Monte o en cualquier otro lugar. Pero no es tan difícil hacerlo con los de sus CEO (Chief Executive Officers, simples Gerentes operativos). Uno, Munzer Al Kassar. Su accionar en Argentina es más que conocido, y fue brazo operativo de una estrategia Illuminati que consiste en forzar a la gente a gritar “¡al ladrón!” mientras persiguen a un caco menor, a la vez que de guante blanco se viola una bóveda.
En los últimos años, los Illuminati operan también tras la cobertura del fundamentalismo islámico, para generar el clima tanto material como espiritual propenso a sus actividades. Que de esto ya hemos hablado en otros artículos. El beneficio material es el dinero y el poder geopolítico. El espiritual, el miedo, la angustia, la desesperación de millones, alimento de las verdaderas Fuerzas en las Sombras. Munzer al Kassar, desde Argentina, gestionaba la compra de armas brasileras y su reventa a Irán, mientras su hermano Gazzan, con aceitadísimas relaciones con Saddam Hussein, hacía lo propio con Irak.
Los negocios e intercesiones de Al Kassar continuaron en alza. Sus intentos en tierras argentinas no decayeron. Cuando en 1987 la investigación de la revista española “Tiempo” y las denuncias del ex legislador comunista Ramón Tamanes obligaron al gobierno español a expulsarlo sólo por tres años, Al Kassar disponía de un pasaporte argentino y dos lujosos departamentos en los barrios porteños de Belgrano y Palermo. Algunos años antes, en plena Guerra de Malvinas, la CIA detectó y desactivó media docena de operaciones negras de compra y venta de armas que tenían como destino final Argentina. La Armada clamaba por conseguir misiles Exocet pero las presiones de Estados Unidos fueron tan furibundas que el mismo Muammar Kadaffi debió negarse a proveerlos. Al Kassar se movió en Francia con sigilo y hasta existen informes sobre el contacto que un emisario suyo trabó con un marino argentino en París, pero el tiempo jugó en su contra y la guerra terminó antes que pudiera concretarse la operación.
En Argentina, supo ser operadora de Al Kassar Amira Yoma, vinculada familiarmente al por dos veces ex presidente Carlos Saúl Menem. La presencia de Al Kassar en Buenos Aires a mediados de marzo de 1992 aventó la sospecha que podría tener alguita vinculación con el atentado a la Embajada de Israel. Y Amira estaba fuertemente vinculada al Centro Islámico de Buenos Aires, cuyo presidente Mohammed Massud, estaba vinculado comercialmente con el empresario Jorge Antonio. Antonio, precisamente, cuyo hermano, Rubén, asesinara en 1989 a Ángel Cristo Acoglanis, osteópata griego y supuesto amigo personal, se dice, por haber revelado los “secretos de la ciudad intraterrena de Erks”.

El caso lo cuenta el ex comisario y escritor de temas policiales Jorge Bonvaiser en «Minuto Uno». Angel Cristo Acoglanis tenía montado su consultorio de Buenos Aires, en la calle Callao 1541, pleno barrio de la Recoleta. Había cumplido 63 años cuando Rubén Antonio -cuatro años menor- se presentó el 19 de abril de 1986 a las 10.30 de la mañana. La secretaria del galeno, de nombre Tina, declararía en la Justicia que dejó pasar al hermano de Jorge Antonio a sabiendas del vínculo personal que mantenía con Acoglanis.
Repentinamente alcanzó a escuchar los gritos de súplica del médico: “¡No lo hagas, negro, no lo hagas!”. Tina pudo ver como el socio de Acoglanis esgrimía un pistolón en sus manos, y tembloroso disparaba repetidamente contra el médico hasta darle muerte, en medio de un impresionante charco de sangre.
acoglanis1Casi de inmediato y con el rostro fuera de sí -eso dijo Tina-, Rubén Antonio se trasladó a la comisaría 17ª. Allí entregó el arma homicida y dijo ante el oficial de guardia… “acabo de matar a un brujo y me siento muy aliviado”. La causa por el homicidio se sustanció en el juzgado penal de la doctora María Servini de Cubría .
Con una increíble celeridad que despertó sospechas por doquier, el juzgado interviniente reunió una junta psiquiátrica que dictaminó un estado de insanía en Rubén Antonio. En lugar de ir a la cárcel, el asesino de Acoglanis fue internado en un instituto psiquiátrico y puesto bajo tratamiento por especialistas. Pocos años después, el juzgado consideró que Rubén Antonio había recuperado sus facultades mentales y le concedió una especie de libertad ambulatoria.
El hijo de Acoglanis era un periodista rosarino que intrigado por el enigmático asesinato de su padre, pidió a algunos colegas porteños que trataran de averiguar los motivos del desdichado desenlace de su amistad con Rubén Antonio. Una tarde, los hermanos Antonio se reunieron en un edificio del barrio de Belgrano. Nada se sabe sobre los pormenores de aquel encuentro, pero Jorge Antonio le dijo posteriormente a sus familiares que había quedado impresionado -y angustiado- por los dichos de su hermano.
Instantes después de la reunión, Rubén Antonio se suicidó arrojándose desde la terraza del edificio. El periodista que se encontró varias veces con Jorge Antonio para tratar de concluír los motivos del enigmático asesinato, halló siempre la cerrada negativa del empresario para referirse a dicho asunto. Siempre con amabilidad respondía: “Por favor, no me haga hablar de eso…”. Y este “suicidio” ocurre durante la estancia de Al Kassar en Argentina.

Hace años y poco antes de morir, el mismo periodista vio a Jorge Antonio caminando del brazo de su mujer a la salida del complejo Village Recoleta. El deterioro físico era evidente en el caminar pausado y sereno del anciano empresario. Cuando quiso hablarle aunque fuera unas palabras, Jorge Antonio lo apartó con un gesto de disgusto. No habló, su expresión en la cara lo dijo todo.
Mientras tanto, en las calles de Capilla del Monte corre otra versión: que Jorge Antonio era el encargado de cobrar “protección” a los nazis refugiados en Argentina, que Acoglanis lo habría descubierto –en razón de su amistad personal con Rubén- y que su asesinato fue encargado por Jorge, “manipulando” a su hermano para inducirlo a ello.

Esto es, tal vez, apenas una tibia introducción a ese “otro lado” de Uritorco y sus eternos misterios que –espero- seguirán perdurando más allá de las oscuridades de toda alma humana.

(1) Hay hechos que no por sincrónicos o “causales”, reconocidos como tal, son menos impactantes para mí. En 1978 le obsequié, dedicado, a Enrique Sdrech un ejemplar de mi libro recién editado “Triángulo Mortal en Argentina”. Enrique falleciò en 2003. En el año 2007, de paso por una librería de libros usados en Buenos Aires me encuentro con un ejemplar en venta de ese mismo libro mío y dado que sólo he conservado un par de ejemplares (y la editorial que lo lanzara cerrara tiempo atrás) lo compro por unos pocos pesos para coleccionarlo. Esperando el tren urbano en la estación, se me ocurre hojearlo: allí estaba mi dedicatoria. Era el mismo ejemplar que le había obsequiado, diecinueve años atrás, a “El Turco”…

17 comentarios de “EL LADO OSCURO DEL URITORCO

  1. Gabriel gomez dice:

    Gustavo, buenos dias!!! Desde aca Lucila del Mar, pasando unos dias de vacaciones junto a mi mujer, te felicito, esta nota por la muerte de Acoglanis, ya la habias comentado si mal no recuerdo en uno de tus posts, y en el blog. Soy Gabriel Gomez, fiel seguidor desde hace casi 4 años, y propagador de tu Al filo de la realidad. Abrazo grande!!!!

  2. Germán R. Punaro dice:

    Hola Gustavo, muy interesante y completo tu informe. Me gustaría saber tu parecer sobre uno de los que yo considero «victima» de estos seres que habitan tras la ventana de la zona Uritorco. Se trata de Alberto Spataro, a quien conocí hace algunos años luego de leer su libro «Ultimo tren a casa». El lo dejo todo en Buenos Aires y se fue a vivir a Capilla luego de ser «curado» por los hermanos extraterrestres de una insuficiencia cardíaca congénita. En su libro relata de manera apasionante esa historia. Luego de algunos años publica otro libro sobre el «armagedón» y al poco tiempo sufre un accidente automovilístico en la zona. Yo en ese tiempo estaba estudiando las consecuencias nefastas que tienen los contactados al ser abandonados por sus contactos. Se ve en su propia vida la evolución que paso de ser una persona intelectual y pensante hasta convertirse en mesiánico y poco después morir. Te pregunto, sabes algo más sobre su caso.
    Gracias Saludos
    Germán R. Punaro

    • Gustavo Fernández dice:

      Hola Germán, buen aporte. No conocía el caso de Spataro, pero sé de otros «contactados» abandonados por sus «guías2 que terminaron muy mal. El más conocido, Dionisio Llanca. Es un tema para profundizar entre investigadores, así que te encomio, si vas por esa línea, a tenernos al tanto de tus progresos. Fuerte abrazo.

  3. ana dice:

    Hola Gustavo:
    Le escribo para felicitarlo por su trabajo, y decirle la luz que aporta a los sucesos históricos-polìticos, religiosos, etc., Le comento que he estudiado bastante la historia, y el derecho, y más allà de los tìtulos, uno realiza un proceso personal critico de la cultura contada, hablada, la cultura real y uno observa el alejamiento de la ilusión , poca verdad hay en los libros o historia oficial, manipulación de todo tipo, usted ya sabe a lo que me refiero.
    Como estoy realizando cierto tipo de investigación histórica, con idea de escribir una novela, y no precisamente un trabajo liso y llano de historiografía, me gustarìa en un futuro no muy lejano, intercambiar con usted y su equipo experiencias de éste estilo.
    Desde ya muy
    agradecida por su tiempo dispensado, lo saluda atte.
    Ana.

  4. Claudio dice:

    Ya nos juntaremos personalmente… Participé en 1989 de sino el último, uno de los últimos encuentros en los Terrones con don Angel… Como siempre muy buena Crónica…

    • Esteban dice:

      Hola. Yo leí el primer libro de Alberto Spataro, pero no estaba al tanto de su desafortunado final. En estos momentos estamos planificando un viaje a la zona con un grupo de personas desde Buenos Aires; existirá la posibilidad de que nos podamos poner en contacto? Muchas gracias

    • Yamiel dice:

      Hola muy buenas tardes. Yo acabo de terminar de leer el libro «el ultimo tren a casa» de alberto spataro. Es una lástima que haya fallecido pues deseaba conocerlo. ¿Existe la posibilidad de que entre en contacto con su esposa o con alguien de su confianza que me ayude a conocer el oritorco? Soy venezolano y estoy ppr mudarme a la Argentina y quisiera visitar tan mágico lugar. De antemano muchas gracias.

  5. Roberto dice:

    muy instructivo,y completo imforme,pero el motivo de mi comentario es que saque una foto y hay un objeto en el cielo de color oscuro y no se que es,ni donde dirijirme para que un experto la vea, abrazo y gracias

  6. Luci dice:

    Hola Gustavo, como siempre, buenísimo el informe! A raíz de lo que escribís sobre Oxalá, que yo desconocía, me fijé en internet las imágenes que hay y son MUY similares a las de Jesús! De donde surge eso?

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