No son pocos, aún investigadores respetables, que sostienen una procedencia espiritista –que no espiritualista- a las revelaciones mánticas, como dictados desde el Más Allá. Nuestras investigaciones parapsicológicas en el terreno de lo tanatológico nos inducen a pensar que el “paquete de memoria” en su nueva condición no es por ello más sabio o más evolucionado –no en lo inmediato- que la persona que era instantes antes de fallecer. Pero si consideramos este Más Allá como un campo fenoménico donde devienen y sobreviven las emociones, la posibilidad toma otro cariz. Por lo tanto, la vida en otro plano puede ser la sobrevivencia del ego aglutinado en emociones, y la carencia de emociones el limbo. Si una condición universal se personaliza, entonces al revés, la personalidad puede sobrevivir en la condición.
Se ha definido a los dioses como personificaciones de atributos divinos, es decir, que representan condiciones de Conciencia Universal. Mientras el Absoluto significa Conciencia Total en suspenso, los dioses reflejan (o, más correctamente, son) fases diferenciadas de Conciencia Universal. Los ignorantes veneran a los dioses, sea como personalidades o como seres divinos, pero el esoterista reconoce a las deidades como planos cósmicos, o modos de realización. Así Buda ha de ser considerado, en primer lugar, como la condición de iluminación perfecta, más bien que como personalidad. Encierra un punto sutil el hecho de que quien alcanza el estado de Buda no es un Buda, sino El Buda. En otras palabras, Buda, como la luz, es un estado omnicompenetrante, y quien deviene luminoso brilla, no como una luz separada, sino que se refunde con la luz única, cuya radiación se difunde por todos los mundos. En su ascenso a la Fuente, la conciencia se funde sucesivamente con todos los aspectos universales más elevados de sí misma, unificándose con cada nivel o plano con el cual se funde temporariamente. Estos planos o niveles representan las varias fases de conciencia en expansión, y forman el encadenado orden de los dioses. Hades, por ejemplo, era el dios griego del infierno o, más explícitamente, materialidad sin espiritualidad. Quienquiera se mueva y sienta en términos de materialidad sin espiritualidad es Materialidad sin Espiritualidad, por cuanto somos lo que nuestra conciencia es. El pensador moderno califica de materialista a la persona que piensa materialmente. El esoterista, sin embargo, dirá que la persona que piensa materialmente es Materialidad. Asimismo, el erudito occidental considera criminal a quien quebranta la ley; en cambio, el oriental piensa de quien quebranta la ley como crimen. Por consiguiente, si el sabio oriental concibe al crimen como un monstruo individualizado, entonces cada criminal viene a ser, no una expresión individual de ese monstruo, sino el monstruo mismo. Al odio, por ejemplo, es difícil considerarlo como individuo; sin embargo es, precisamente, un estado de conciencia (más correctamente, de inconsciencia).
La mente oriental no puede concebir un número de entidades, cada una de las cuales sea una condición distinta de odio, sino que, en el momento que el odio nace en el corazón humano, la persona que permite tal condición en sí misma deviene la encarnación del plano de odio universal. En otras palabras, se manifiesta en tal individuo una condición universal. Varios hombres pueden odiar al mismo tiempo, en diferentes partes del mundo; sin embargo, no hay más que una conciencia de odio en la cual todos ellos odian. De ahí que este demonio del odio pueda existir simultáneamente en más de una persona. Durante una gran guerra, millones odiarán al mismo tiempo, sin embargo cada uno de ellos no es sino una fracción de odio, ni manifiesta simplemente odio, sino que cada uno es el odio mismo, y todos los que sientan esta pasión se identifican con la naturaleza del odio).
Tal vez aquí sea ilustrativo remitirme a un terreno que puede ofrecer algunos ejemplos interesantemente ilustrativos; más concretamente, al folklore y lo fenoménico de ciertos cultos afroamericanos. Cito, en lo personal, un episodio que analizaré inmediatamente.
En cierta ocasión tuve oportunidad de asistir como invitado a un “congal”, espacio ritual del candomblé. Si bien no soy en absoluto practicante o devoto de estos cultos, reconozco que me interesan sobremanera, por sus connotaciones antropológicas, folklóricas, sociológicas, psicológicas y parapsicológicas. Y una larga experiencia en estos campos me ha enseñado que, por razones tanto de índole experimental como moral y cuestiones de buena educación hacen que si elijo libremente asistir a una de estas sesiones, mi actitud no deberá ser jamás de frío, distante y escéptico observador –ni de su crédula antítesis- sino de respeto y discreción. Para ser más claro: tengo la costumbre –que entiendo sana- al asistir a un espacio litúrgico cualquiera aún cuando no responda a mis credos de presentar mis respetos a todas y cualquiera de las autoridades, tanto terrenales como espirituales, que imperen en el lugar. A fin de cuentas, nadie me obliga a asistir.
Así que estaba yo en aquél congal que les comentaba cuando se manifiesta un “exú”1 que se presenta como “Tranca Rúa”. Pide a sus asistentes que me acerque y, hecho esto, comienza a relatar ciertas situaciones de mi vida personal. Hasta aquí, escuchaba cen silencio con educación no exenta de cierta incredulidad (suponía que estos detalles podía haberlos conocido de múltiples fuentes) cuando, meses después y en un lugar completamente distinto con gente absolutamente desconocida de los asistentes y oficiantes del anterior, en el marco de otra sesión vuelve a manifestarse “Tranca Rúa” quien, al acercarse a mí, retoma la conversación en el exacto punto donde el médium incorporado de la reunión anterior lo había dejado. Esta experiencia en particular me da la pista que, aunque sea en algunas pocas ocasiones, un “algo” exterior y ajeno a los seres humanos que viven esa religión sí se incorpora y accede a un ámbito de conocimientos que le es impropio al común de los mortales…
Pero en esas mismas sesiones advertí algo más: la naturaleza psicológica, emocional e intelectual del médium le da una matiz distintivo a la entidad que se materializaba. Era como si aquello brillara a través de un cristal coloreado –la personalidad del médium- o bien la propia entidad tuviera múltiples facetas (“distintos – en – uno”) y cada una de éstas se adaptara a una particular y específica psicología humana. Esta correspondencia me llevó a pensar si no podíamos entender a los seres astrales como “estados emocionales más inteligencia”, de donde “emocionalidades negativas + inteligencia (psiquismo) compondría entidades astrales de naturaleza perjudicial. Y entonces se entiende la insistencia histórica de tantas religiones en el Amor ya que éste, como condición espiritual pero discernido intelectualmente (el amar involuntariamente es pura emocionalidad, el elegir amar es emocionalidad más libre albedrío, emocionalidad más Voluntad) sería casi una forma de “esterilizar”, de “aseptizar” nuestro ámbito astral.-
Las multiformes imágenes de los budistas, todas significan extensiones y modalidades de conciencia. A medida que aumenta la comprensión, y el yo en desenvolvimiento capta mayor porción del espacio infinito, los símbolos se hacen cada vez más complejos, mientras que los principios, que ellos representan, devienen más y más simples. Frecuentemente, se emplean varios brazos para representar diversas potencias metafísicas. Así, la conciencia del juicio recto se representará por un mano, sosteniendo algún instrumento legal. Similarmente, la conciencia de la protección sacerdotal se representará por otro brazo, sostenido algún implemento del sacerdocio; la conciencia de regente, por otro brazo elevando una corona o un cetro; la conciencia de un médico bueno y justo, por una mano sostenido algún instrumento de cirugía o alguna planta curativa; la conciencia de omnisciencia, por una mano sosteniendo un corto cayado o un rollo; y la conciencia del vengador divino, por un puño cerrado, en el acto de lanzar un rayo. De esta manera, la pluralidad de brazos y cabezas viene a ser un método altamente apropiado para simbolizar las cualidades invisibles, pero todopoderosas, que el chela, durante su desenvolvimiento, expresa en las profundidades de su propio ser.
Cuando quiera que gracias a su propio desenvolvimiento un individuo alcance el estado de conciencia simbolizado por un cierto dios, se dice que este dios está encarnado en tal personalidad y camina en la tierra. Así, el dios del gozo está encarnado en el hombre gozoso; el dios de misericordia, en el misericordioso; el dios de verdad, en el veraz; y el dios de la guerra, en quienes luchan (analizar y reflexionar las concomitancias con el significado astrológico). Como son atributos divinos, los dioses devienen así carne en las criaturas mortales, que han desarrollado en sí mismas estos atributos divinos y dan expresión a los mismos. En el templo de los Diez Mil Budas, en Kyoto, Japón, se encuentran innumerables imágenes del Buda y de los Bodhisatvas, o discípulos del Señor de la Iluminación. La perfección está representada en la forma de Buda y las disciplinas, o medios de perfección, en las formas de los Bodhisatvas. Estos últimos son etapas de Iluminación, los símbolos del sendero seguro y eterno que, pasando por la ilusión conduce, finalmente, a la consecución del bien perfecto.
Muy querida en Oriente es Kwan – Yin o Kwannon, la gran Bodhisatva Avalokitesvara, la Madonna oriental, comúnmente llamada Diosa de Misericordia. Durante siglos, los monjes budistas han tratado en sus meditaciones de fundir su conciencia con esta divinidad de compasión. Los sacerdotes artistas se han esmerado en representar, en seda o en piedra, madera y marfil, la forma de esta compasiva “Conciencia de Protección”. Kwan – Yin era originariamente una figura masculina, probablemente basada sobre un Buda histórico (presumiblemente el segundo de esta gran línea) pero a través de los siglos, debido a la naturaleza compasiva de Avalokitesvara, ha ocurrido una metamorfosis gradual de la figura hasta hacerla una divinidad femenina. En China y Japón se representa a Kwan – Yin como una figura de pie, revestida de vestiduras graciosamente flotantes y de rostro reposado y compasivo. A veces, la figura tiene dos brazos únicamente, aunque el número favorito es de seis. Cuando se la representa con seis brazos, Kwan – Yin está generalmente sentada, con la cabeza apoyada en la palma de la mano. En Japón, hay figuras de Kwan- Yin hasta con mil brazos, para simbolizar el alcance de su conciencia. En el Tibet la figura aparece, frecuentemente, con once cabezas. Ciertos escritos budistas modernos dan significados filosóficos precisos a los números, de manera que la multiplicidad de miembros es de importancia especial. La posición de las varias manos da la clave de la naturaleza exaltada del misticismo oriental, las Mudras, o posturas de las manos, del Buda constituyen una ciencia secreta, de la cual saben muy poco los que no están iniciados en los misterios budistas. La mano puede extenderse en actitud de dar, lo cual significa la conciencia dadivosa, la cual si está libre de toda mácula terrestre da al yo interno exquisito placer. El gozo de dar es un estado recomendable de conciencia, como lo es también el gozo de recibir. Sin embargo, todos estos goces se descartan, finalmente, hasta quedar uno solo; o sea, la perfecta beatitud de contemplación del Yo superior. En el Japón, existe una atrayente divinidad budista que se presenta con la cabeza calva y una expresión benigna. Ésta es Jizo, el dios de los pequeños. Debido a su gran amor hacia las almas infantiles desvalidas, Jizo se ha convertido en su patrono y protector. Cuando un bebé muere, según la leyenda japonesa, vaga, en espera del renacimiento, en una sombría caverna donde tiene como única tarea hacer pequeñas pilas de piedras.
En su libro “Vislumbres del Japón desconocido”, Hern Laffkadio describe la cueva de los fantasmas infantiles, donde fluye la legendaria fuente de leche de la que beben los niños muertos, en la oscuridad de la cual está Jizo sentado y sonriendo. Cuando los malos espíritus atemorizan a las almas de los niños, el amoroso Jizo extiende sus brazos y las almas infantiles se acogen en las mangas de su kimono, donde se esconden.
“…Es evidente que Jizo significa, no solamente la conciencia de amor a los niños, sino también, en un sentido más elevado la conciencia que, habiendo ascendido a las alturas de la realización, contempla desde allí a la humanidad inconsciente, y se da cuenta de que todas las criaturas no son más que niños construyendo pilas de piedras. Sea que esos montones estén en la lejana cueva japonesa de Kaka, o sean las pilas de piedra de una gran ciudad, Jizo mira con infinita compasión a la infantil humanidad. Cuando los monstruos de la guerra, de la codicia, de la ambición, atemorizan al ignorante y al no evolucionado, Jizo extiende sus brazos y como el Maestro Jesús, cavilando sobre Jerusalén, anhela reunir a los débiles y desamparados bajo la protección de sus acogedoras vestiduras. El Dios Jizo está encarnado en quien el amor a los débiles y el deseo de servir al desamparado surge de la verdadera comprensión de lo que es necesario realizar. Jizo es un principio, y quienes poseen y manifiestan este principio son uno con él en su obra de amor….”
“…En el cielo Tusita de los Lamas, mora la radiante conciencia de Maitreya, el amoroso, el deseado de todas las naciones, el Mesías budista, que ha de venir todavía. Este Bodhisattva personifica la esperanza del hombre de alcanzar la realización final. Significa el eterno mañana, el tiempo de todas las realizaciones. Revestido de lo porvenir, es la conciencia de noble destino. En el templo budista tibetano de Pekín se ve una gigantesca figura de Jam – Pa (Maitreya), cuyo cuerpo esmaltado de oro ciega, con su brillantez, a quien lo contempla. Su rostro, sin expresión, mira al altar veinte metros debajo de él. Maitreya da una clave precisa de la creencia mundial en el advenimiento de un Salvador, cuya venida será marcada por milagros; este Salvador conducirá a Su pueblo a la victoria espiritual y temporal. Maitreya es la conciencia de esperanza y viene a aquellos capaces de presentir, aunque abstractamente, la existencia de un estado más noble y más iluminado. Según la superstición popular, el advenimiento de Maitreya, como la del décimo Avatar de Vishnú, será un episodio particular y definido. En realidad y sin embargo, Maitreya se está manifestando continuamente, a medida que las circunstancias llevan a los mundos, naciones e individuos por el camino de la ley, a la absorción final en lo Absoluto. Maitreya salva al mundo, revelando a éste que es susceptible de salvación porque, al comprender la posibilidad de perfección, nace la esperanza y la fuerza para perseverar. Por consiguiente, Maitreya es la encarnación del Dharma y quien acepta la ley será salvado por la ley. Jesús, otra personificación de la Ley, aseguró a sus seguidores que quienes creyeran en él no perecerían. Maitreya es el camino, la verdad y la vida, sólo por ser, no un individuo diferenciado, sino el estado diferenciado de conciencia….” (el subrayado es mío G.F.)
Lo que he tratado de reflexionar hasta aquí tiene que ver con dos conceptos que considero fundamentales para no sólo comprender mejor la fenomenología paranormal en particular y lo metafísico en general, sino para avanzar –lo que quizás es más importante- en el camino del “control” de estas capacidades y planos.
El primero de ellos apunta, en base a lo expuesto hasta aquí, señalar que las entidades espirituales se manifiestan ya sea como aspectos diferenciados de esa conciencia superior, ya con características humanas propias del devoto o del intermediador, del médium, del poseso o del canalizador2.
La segunda observación es una petición de principios. Una entidad espiritual, precisamente por ser ésa su naturaleza, no puede ejercer efecto alguno sobre el mundo material. La idea de una entidad espiritual sacudiendo ventanas y moviendo muebles le va muy bien al cine pero si de espiritual se trata, ¿cómo podría actuar sobre el mundo físico si aquello es, por definición, no – físico?. Una entidad de ese tenor necesitará, entonces, un medio para actuar sobre ese mundo material, un transductor, un mecanismo de conversión. Mi convicción es que lo físico y lo astral son ese plan intermedio a través de lo cual lo espiritual modifica y actúa sobre lo material. Esto explicaría porqué ciertas entidades adquieren las características de “personalidad” no sólo del eventual mediador (médium) sino hasta las del devoto que le profese. He experimentado, por ejemplo, largamente con una entidad que en Argentina se conoce como San La Muerte3 y me resulta muy interesante haber descubierto que la misma es, ora justa, ora injusta, ora trascendente en sus objetivos, ora frívola y superficial, ora bondadosa, ora cruel, según el marco psicocultural y moral de sus devotos (la presunción de sugestión y subjetivismo en la interpretación de los hechos cae por su propio peso ante la objetividad de los fenómenos producidos)4. Si lo afirmado hasta aquí es correcto, debe haber en la naturaleza humana una estructura, quizás psíquica, tal vez neurofisiológica, que sirva de “conversor” entre lo mental – astral y lo espiritual. Y eso debemos explorar, porque de aquí deviene que si demostramos que esa función existe en lo humano (desde el punto de vista esotérico debería existir, para cumplir el Principio de Correspondencia5) no sólo explicaría el “matiz” de personalidad humana en las manifestaciones de las divinidades sino (remitiéndome al título de este trabajo) explicaría cómo percibimos información –“dictada” o no- de los planos espirituales o los Registros Akhásicos…
Notas:
*(1) «Exús»: han sido personas –generalmente todos ellos remotísimos antepasados africanos– que murieron en traumáticas circunstancias y que durante su vida biológica fueron seres violentos, fuertemente amorales o sexuales, en muchas ocasiones de conductas impropias. Se las representa con imágenes rojas, con tridente, cuernitos y, en ocasiones, alguna cola puntiaguda. No son «demonios» en el sentido mefistofélico que le da el mundo occidental, pero su típica amoralidad llevó a los primitivos cultores a asociarlos más con la imagen que los piadosos católicos les habían pintado del diablo que con los inmaculados representantes del santoral.
*(2) Aquí deberíamos hacer una digresión: técnicamente, no parece haber gran diferencia entre un “obseso” o un “poseso”, según la historiografía cristiana, y un cultor del “channeling” de la Nueva Era o un “médium” espiritista.. Simplifiquemos diciendo que entenderemos por “posesión” cuando la entidad o los efectos sobre el humano son de naturaleza negativa, y “canalización” cuando son positivos. No podemos decir que “canalizar” es cuando se transmite solamente un mensaje, porque muchos casos históricos de obsesión y posesión han sido sólo para servir de vehículos también a ciertos mensajes.
*(3) Ver SAN LA MUERTE: ¿entidad espiritual, superstición o egrégoro?
*(4) Mayor información sobre este culto en mi libro “San La Muerte: Tradición, rituales y oraciones”, Ediciones Kan, 1997.
*(5) Lo Macrocósmico se refleja en lo Microcósmico.
*(6) Se me ocurre que esto también reforzaría el concepto de la Ley del Mentalismo (ver “Al Filo de la Realidad” nro 3, 4, 5) recuérdese que desde la antigüedad se consideran a los “Los Planetarios” o “Genios”, o “ángeles” como entidades que, de todas formas, son aspectos particulares de la Personalidad divina, como si Dios fuera un diamante con miles de facetas y cada reflejo, perteneciendo a Él, tuviera a su vez identidad personal. Eliphas Levi enseñaba que “el Padre es el hijo y es el Espíritu Santo, pero el Padre no es el Hijo ni éste ni aquél el Espíritu Santo”
Super Interesante. Me anima a profundizar más porque es evidente que hay mucho que explorar.
Imagino que sería interesante aplicar tecnología científica como herramienta de ayuda para profundizar más hondo en los planos espirituales.
Uniendo Espiritualidad y Tecnología las aristas para explorar serian ampliadas.
Una persona que ejercita su físico desarrollaría más aptitudes en ese campo. Con la ayuda de la Tecnología (pero no usándola como reemplazo) la persona podría desarrollar piernas para correr más rápido, como los exotrajes.
La Tecnología podría ser de ayuda también en los planos espirituales.
La Tecnología que desarrollamos es una materialización de nuestra conciencia en otro estado.
Eso es otra cosa que pienso… No sé si estarán más o menos de acuerdo..
Y como ultima observación que no se si será tan relevante, pero de todas maneras la quiero volcar ya que leí el artículo:
Yo también he tenido la fortuna de observar de cerca algunas veces cuando la persona se hace incorporar la entidad.
Detalle que me parece interesante: la entidad es como que gradualmente se va «acostumbrando» al cuerpo de la persona. Por ejemplo, cuando poco a poco van hablando cada vez más fluido la lengua «latina», digamos.. (hispana, castellano, ahora no recuerdo como se dice exactamente, pero la idea se entiende).
No sé si será siempre igual, pero sí he notado como poco a poco se logran hacer entender más y más, dejando de lado el portugués.
Un detalle, nada más.
Excelente Muy claros conceptos y explicaciones.
!!!! Muy Interesante Querido Amigo!!!….si puedes trata de buscar un Trabajo mio sobre » El Trance»….presentado en un Congreso…Con ese Titulo y bajo mi nombre esta en Internet…Abrazos…Dr Jose Acosta