Compartiendo mis propios rituales (II)

EL RITO DE ORIENTACIÓN

Hace un tiempo comenté que –haciéndome cargo de lo que significara, pues la decisión devino de una larga y cuidada reflexión- comenzaría a compartir abiertamente algunos Rituales y Ceremoniales esotéricos, pertenecientes a Órdenes y Sociedades iniciáticas de distinto origen pero, muy especialmente, de la Respetable Orden Hermética y Pitagórica. En este artículo (https://alfilodelarealidad.com.ar/2018/06/11/compartiendo-mis-propias-practicas-rituales-1/ ) , compartí uno de esos rituales, de filiación Templaria, y aquí presento otro al que invito a los buscadores a experimentar.

Decía en aquella ocasión que estos rituales que comparto –y que de buena manera son, también y a su modo, Magia Ceremonial- están compartidos con el ánimo sincero de incentivar a los Buscadores y, de hecho, las respuestas y consultas que he recibido –tanto en el sentido de encomiar esas prácticas como de participarme los propios cuestionamientos a que su formulación les conducen- me demuestra que fue una decisión acertada. Regresando entonces a ese Camino, llego aquí con otro trabajo espiritual que proponer.

Se le conoce como “Rito de Orientación”. Su origen es absolutamente egipcio, y se supone que fue llevado a lo que hoy llamamos Europa por el mismo Pitágoras durante los años de formación y aprendizaje entre los hierofantes. Esto, por lo menos, es lo que desde hace siglos se afirma en el seno de la Orden. Su objeto es “fijar” lo que hoy popularmente llamamos “Ley de Atracción”, que no es más que una manifestación particular de la mucho más conspicua “Ley de Correspondencia” (otra vez: los lectores que quieran profundizar en la reflexión sobre ésta y otras Leyes Universales, pueden solicitarme sin costo la edición digital de mi libro “Fundamentos Científicos del Ocultismo”, al correo: caintegral@yahoo.com.ar) . Comentaba en el artículo anterior que el criterio de compartir ceremonias tiene que ver, primero, con lo accesible y relativamente sencillo de los mismos, luego, con mis propias, habituales preferencias. También, con lo constatable de su impacto en nuestro propio crecimiento. Para el caso que ilustraré aquí, una d elas razones –además de las estrictamente filosóficas- por lo que lo practico con asiduidad, es su efecto perceptible: precisamente, hace que sea palpable el ascendente sobre el principio de Atracción en mi propia vida.

Si bien una de las imágenes que acompaña muestra uno de mis discípulos dentro de un “pentáculo” y esgrimiendo una espada –la siguiente me muestra a mí mismo, durante una Tenida de Orden, con el espadón Claymore (de origen escocés) que es con la que realizo ésta y otras prácticas- puyede emplearse en su defecto un “bastón de cuarzo” o una “punta de plata” (mis estudiantes del Instructorado en Autodefensa Psíquica y de Magia Ceremonial no sólo la conocen; sin duda casi todos ellos la tienen ya). No es imprescindible el Pentáculo ni la Claymore. Basta con su bastón de cuarzo o su punta de plata.

Pues bien; dispuestos a realizar el Rito –luego explicaré su significado- con el brazo elevado unos 45º (el espadón es ciertamente pesado; sospecho que la costumbre ancestral de realizarlo con un arma de estas características está acompañada de la intención subyacente de poner a prueba nuestra Voluntad) comenzando hacia el Este, decimos en voz alta: “¡Que las dobles puertas de Ra abran el Universo hacia mí!”. Se repite luego, girando en el sentido de las agujas del reloj, hacia el Sur, el Oeste y el Norte, luego hacia el cenit –siempre repitiendo la misma frase- e, hincando una rodilla en tierra, apoyando la punta sobre el suelo y tomando aquí la empuñadura con ambas manos. Y el Rito finaliza. Obviamente, la frecuencia de repetición queda a consideración del practicante.

“Ra” es el nombre de la energía inteligente que anima al Universo, simbolizada por el Sol (por cierto; seguir creyendo que los antiguos egipcios adoraban al sol físico como una deidad sólo exhibe el desconocimiento profundo de su cosmopercepción). El concepto de “doble puerta”, remite a la ancestral idea que el Todo es una Dualidad tanto Macrocósmica como Microcósmica. Finalmente, que abran el Universo hacia uno, está consustanciado con el concepto (de allí lo de “orientación” del rito) que Yo me percibo como centro del Universo y “ordeno” (no en el sentido de mando, sino de dirección) lo que acepto y deseo que fluya de aquél hacia mí. Alguien cuestionará el concepto de ser uno “centro” del Universo y, en términos cosmológicos, esa crítica es seguramente correcta, pero no en términos psicológicos; ¿o acaso negarían ustedes, cada uno, cada una, que se percibe como eje de un Universo donde todo –relaciones, circunstancias, objetos- orbitan alrededor del propio Ser?.

Esta sutileza psicológica (al mismo tiempo, absolutamente veraz) es lo que cumple la razón de ser del Ritual, ya que éste –como otro cualquiera- expresa en el metalenguaje de lo simbólico lo que, por Principio de Correspondencia, queremos incorporar como percepción de nuestra Realidad.

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