Los “chakras” y los cuerpos energéticos según la Sabiduría Tolteca

Siempre comento que uno de los aprendizajes que más me impactó en mis primeros viajes a México fue el conocimiento que los antiguos Toltecas no solamente sabían de la existencia de los “chakras” sino que habían desarrollado un amplio número de prácticas para influir sobre ellos. Nobleza obliga: admito que la primera vez que se me dijo de ello, no le di gran verosimilitud. Supuse -porque estas cosas también pasan en el ámbito del Chamanismo y las Sabidurías Ancestrales- que se trataba del viejo y conocido saber de los chakras habituales del Lejano Oriente, los que todo conocedor de Yoga o Terapias Holísticas maneja con familiaridad, “transplantado” en tiempos recientes a un seudo contexto ancestral como para darle mayor “magia”.

Pero decidido a develar la incertidumbre, acudí por un lado a los viejos maestros de entonces, sobre los que tanto he hablado y que tanto me habían enseñado mientras simultáneamente -para no ser rehén de mi “sesgo de confirmación”- revolví bibliotecas y acudí a algunos sitios arqueológicos donde se me sugerían pistas de ese Conocimiento. Y entonces, sí, para mi maravilla y sorpresa comprobé que era indiscutiblemente cierto. Tanto, como ese “Yoga Tolteca” (llamado así sólo para poner en contexto a los interesados) que es el “Tonallin” (aún recuerdo cuando comencé a hacer mis primeras publicaciones al respecto, sin olvidar a los dos o tres ignorantes que salieron con comentarios del tipo “¡Yoga tolteca! ¡Andá, ya no saben qué inventar!”. Y uso la palabra “ignorantes” habiendo podido usar la de “desconocedores”, porque nadie está obligado a conocer de un tema, sí. Pero si se opina o juzga de algo sin conocerlo, eso es propio de ignorantes.

Tomen ustedes, por ejemplo, este friso en el “Templo de Quetzalcoatl”, en Xochicalco, Morelos: muestra a un tolteca ejecutando el sucedáneo de lo que en Oriente llamaríamos “asana”: su postura, de piernas y de manos, ejecutando un “mudra” que, por otra parte, es practicado en Tonallin. O la postura llamada en Hatha Yoga de “saltamontes rematado”, en esta estatuilla olmeca, ubicada en el Museo de Antropología e Historia en Ciudad de México, con más de dos mil años de antigüedad.

O, mucho más acertivo para nuestros intereses, estas imágenes pertenecientes a “códices”. Un “códice” es un largo pliego hecho de la corteza del árbol “amatl” (por lo cual coloquialmente también se les conoce como “amates”) donde a través de “glifos” (grabados simbólicos, en algún sentido asociables a “jeroglíficos”) y dibujos los mexicas perpetuaron sus conocimientos. En por lo menos tres de ellos (conocidos e inventariados arqueológicamente como “Códice Laud”, “Códice Borgia” y “Códice Matritense” se ha conservado esta información. Todos ellos, esto es fundamental, son anteriores a la llegada d ellos españoles, por lo cual la sospecha de ser una “contaminación cultural contemporánea” cae por su propio peso. Esos “chakras” son conocidos como ”Cuecueyos”, y se les asignaba funciones específicas sobre las que se podría actuar con los ejercicios de Tonallin.

Los “chakras” toltecas

“Con nuestros Cuecueyo(s) iluminamos al mundo. En el sitio donde están nuestras luminarias, allí tenemos luz.” (Códice Matritense)

De abajo hacia arriba:

  1. Kolotl, “escorpión”, en la base de la columna vertebral. Es la sede de los instintos sexuales, reproductivos y de supervivencia. Se activa al nacer y alcanza su pleno funcionamiento en la adolescencia. Por él se absorbe la energía de la Madre Tierra a través de las piernas.
  2. Iwitl,: ”plumón”, o “gran pluma”, en el vientre. Es la sede de los sentimientos filiales y patrios, y los impulsos de socialización y comunicación. Se activa en forma natural antes de la adultez. Ubicado dos dedos por debajo del ombligo, de él y hacia él nacen y convergen las líneas de energía que nos vinculan con otros seres vivos.
  3. Pantli, “bandera”, tres dedos por encima del ombligo. Es la sede del ego y los impulsos de representación, competitividad y dominio. Se activa asumiendo los retos y enfrentando las dificultades. Fisiológicamente regula la mayor´`ia de los órganos abdominales.
  4. Xhochitl, “flor”, en el corazón. Es la sede de las emociones, la sensibilidad artística y los impulsos altruistas. Se activa enriqueciendo y ennobleciendo las experiencias. Influye en los órganos de la caja torácica.
  5. Topilli, “bastón de mando”, en la garganta. Es la sede de la voluntad. Se activa tomando decisiones y afrontando las consecuencias. Tiene obvia influencia física sobre la garganta, pero muy especialmente sobre el “poder” de la palabra y el compromiso con la misma. Es Quetzalcoatl Ehécatl, la Sabiduría que viaja en el lomo de nuestro aliento al hablar.
  6. Chalchiwitl, “piedra preciosa”, en la frente. Es la sede de la intuición; su funcionamiento mínimo es la razón. Se activa mediante estudio, meditación, ensueño y recapitulación. Tiene que ver con las funciones fisiológicas d ela caja craneal.
  7. Tekpatl, “cuchillo”, en la coronilla. Este centro sintetiza la actividad de los demás, conectando la energía individual con la cósmica. En él radica el impulso de trascendencia que nos caracteriza como humanos. Se activa a medida que los demás centros lo hacen.

En Tonallin existen meditaciones para realizar durante la ceremonia de Temazcal (por ejemplo, la “meditación de la caverna”) que trabaja la activación controlada de los mismos, además de, como dijimos, ejercicios específicos. También debe destacarse que un tratamiento similar tenía el desarrollo del “nagual” (tan de “moda” hoy entre los aspirantes a chamanes: tan poco conocido también) en cuyo trabajo el uso de los espejos de obsidiana toma un papel fundamental. Y el conocimiento de los distintos “cuerpos sutiles” de la naturaleza humana, llamados entonces “Tonakatl”, “Yolotl”, “Iotl”, “Matl” y “Nawalli”, y hoy conocidos como “físico”, “astral”, “psíquico”, “etéreo” y “espiritual”.

El tema, obviamente, no se agota aquí, pero sirve de adecuada introducción a quienes interese y desconozcan detalles para comprender en su verdadera dimensión la sabiduría de los Toltecas, quienes en tiempos casi simultáneos a los yoguis de la remota India (porque estamos hablando aproximadamente del año 2.000 AC) desarrollaron este saber y sus aplicaciones. Es una discusión bizantina si este Saber migró de Oriente a América en tiempos pretéritos. Con iguales fundamentos, podríamos decir que podría haber nacido en América y migrado a Oriente (con la diferencia sustancial que aquí se perdió por derrotas, exterminio, persecuciones, y allá se mantuvo y prosperó hasta la actualidad) o, porqué no, el Conocimiento (Universal, a fin de cuentas) se manifestó, “descendió” más o menos simultáneamente en ambos continentes.

Una última salvedad: uno de los primeros difusores -si no, como sostienen muchos de sus discípulos, el precursor- en el conocimiento de estas prácticas fue el cubano nacionalizado mexicano Frank Díaz, quien llamó a esta disciplina Kinam. En los años siguientes se suscitaron enojosas controversias -como el hecho que practicantes de Tensegridad, la serie de ejercicios desarrollados por los seguidores de Carlos Castaneda, sumaran prácticas de Kinam a las propias sin reconocer ese antecedente- que incluso llevaron a dramáticas confrontaciones judiciales. Díaz registra como “marca comercial” la expresión “Kinam”, (que es fonética maya, por otra parte) por lo cual, respetando esa propiedad intelectual y para acentuar la naturaleza mexica, un grupo de maestros a posteriori crea el término “Tonallin” (en náhuatl, “Tonal” es energía, y “Ollin”, movimiento) dejándolo de libre uso para quien desee, bajo la ancestral consigna que el Conocimiento se expanda.

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