Estoy absolutamente convencido que igualmente importante es lo que aprendí en mi paso por la Amritapuri University, en Kerala, India, como lo que tuve que desaprender. Ver, por ejemplo, la conmoción y en ocasiones cierto desasosiego en los rostros de algunos condiscípulos, médicos ellos, me hizo reflexionar, y mucho, sobre el concepto que del Ayurveda tenemos en Occidente. De hecho, fueron nuestros mismos docentes los que comenzaron el primer día en los claustros –después del consabido e inevitable repaso de nuestras personas y conocimientos- con la frase “comiencen por dejar de lado lo que creen saber hasta aquí”.
Tal vez fueron un tanto duros con tanto docente ayurvédico que transita nuestras tierras de este lado del mundo. Lo cierto es que no dejaron de señalar e insistir en aspectos que, rindiéndose a la difusión de este conocimiento milenario, termina indirectamente desnaturalizando algunos de sus princpios.
Por ejemplo, nos señalaron (debo decir con razón) la insistencia occidental en hablar de “medicina ayurvédica” cuando en realidad deberíamos hablar de Ayurveda, simplemente. “Ayur”, “vida”; “veda”, “conocimiento”: “ciencia de la vida” es lo que significa el término, traducido del sánscrito.
El punto es que la expresión “vida” es para esta sabiduría algo que repetimos en estos espacios espiritualistas con asiduidad pero no nos hacemos cargo: cuerpo + mente+ espíritu. De manera inevitable, el terapeuta ayurvédico debe abordar el problema de su consultante desde estas triple mirada y con triple estrategia. Algo de eso me impactó profundamente cuando el doctor Ram Manohar (Director de la formación) argumentó aquello de que “la recitación de mantrams crea nuevas vías neuronales”. En consecuencia, el empleo de los mismos no es sólo alabanza de sus dioses y expansión de la consciencia: es, por caso, uno de los tratamiento efectivos contra el Alzheimer.
No estoy seguro cuántos médicos, volcados a lo ayurvédico, comprenden adecuadamente la profundidad de estas ideas. Estoy convencido que –cuando menos en Argentina- el interés enorme que en médicos, enfermeros y otros profesionales de la salud ha despertado el Ayurveda es sumamente positivo pues jerarquiza al conocimiento, le da respetabilidad social e inserción social. Pero toda luz deja caer sombra en algún lado, y en este caso la sombra es la excesiva “medicalización” de esta Ciencia de la Vida. Parece lógico si pensamos en términos de “medicina ayurvédica”; no lo es tanto si lo hacemos en “Ayurveda”, simplemente. Porque esa “medicalización” (o cooptación de lo ayurvédico en forma exclusiva y excluyente por los profesionales de la salud) inevitablemente parece estar matizada por una descalificación de lo espiritual. Yo mismo observé cuántos condiscípulos, médicos ellos, dejaban de tomar notas y se volcaban a sus celulares cuando la exposición de los docentes incursionaba en lo metafísico. Cómo los que ejercían la Psicología redoblaban su atención y esfuerzos cuando se referían a los “gunas de la mente” y cabeceaban con somnolencia en otros momentos. Y los demás, terapeutas holísticos, al fin y al cabo, y a riesgo de una lesión en el túnel carpiano tomábamos nota absolutamente de todo.
Existe también razones que son más formales y operativas para señalar la importancia de trabajar en la difusión del componente espiritual del Ayurveda, y sobre ello regresaré –sólo por no aburrir, aquí- en un próximo artículo. Pasaré entonces a explicar uno de estos ejemplos de correspondencia terapéutica que es de inmediata aplicación y evidentes resultados.
En la India uno de los métodos pedagógicos de los profesores de Ayurveda es, explicado el paradigma básico, invitar al alumno a establecer las correspondencias. Lo que significa, habiendo comprendido que una problemática fisiológica puede y debe ser abordada también desde lo espiritual (el ejemplo de mantrams y Alzheimer ya descripto), la proposición es igualmente válida a la inversa y entonces una cuestión espiritual puede ser abordada también desde lo fisiológico. Que tantos estudiantes asientan con la cabeza cuando se plantea la teoría de este principio y llegados a los casos clínicos estén obsesionados sólo por la farmacopea y el diagnóstico sintomatológico, sólo dice que se les escapó esa mirada abarcativa, otra vez, holística, tan propia de estas enseñanzas.
Tomen ustedes el ejemplo del Tarpana. “Tarpana” es la técnica terapéutica ayurvédica que se aplica en Dinacharia para el cuidado del sentido de la vista. En esta sabiduría existen dos grandes rutinas de desintoxicación y purificación. Una, quizás la más popular, llamada “Panchakarma”, que implica una serie de procesos fisiológicos generalmente llevados adelante bajo control profesional en estado de retiro o internación clínica (pues incluye vómitos inducidos, enemas, sudoripaciones, masajes, aromoterapia, etc.) y el ya llamado “Dinacharia”, que es una rutina, diaria o muy frecuente, con específicos propósitos. Aquí hago un alto y recuerdo a mis alumnos que el Dinacharia no es, en propiedad, una rutina de “limpieza” sino un “ritual de purificación”. Ritual que se vale de métodos fisiológicos, sí, pero que es ante todo y por sobre todo, ritual. Perder eso de vista descalifica en buena medida los resultados.
En este contexto, el Tarpana puede ser comprendido (y sería correcto pero incompleto ) como una práctica para mejorar el sentido de la vista. Y si, efectivamente, éste es uno de sus resultados. Para los occidentales que hemos llegado al Ayurveda ya maduros y en el camino se ha deteriorado nuestra vista, la práctica del Tarpana permite comprobar cómo en el contexto de los años el problema, quizás mejore, pero sin duda alguna no avanzará. Miopía y astigmatismo, entre otras, son afecciones que si bien no pueden recuperarse con el mismo detienen su deterioro desde el momento mismo de la práctica de este. Yo mismo, si me permiten, necesito gafas desde hace unos doce años, exceso de lectura y monitores de computadoras, seguramente. Pero desde hace siete, con la aplicación de Tarpana, he cambiado de marcos de anteojos pero no de graduación de lentes, si se entiende la idea.
Hasta aquí, tendríamos entonces un interesante método de alcance oftalmológico si no fuera porque, deudores como somos de nuestros maestros, recordamos que toda técnica fisiológica en Ayurveda necesariamente tendrá un efecto correspondiente en los planos sutiles. Y de allí que la práctica del Tarpana se indique, también para quienes deseen “abrir su Tercer Ojo” (“vindi” o “tilka”, según la región de la India), desarrollar sus “siddhis”, su “percepción extrasensorial”, abrir su “sensorium” o como ustedes deseen llamar a la facultad clarividente. Algún lector avispado señalará aquí que la “clarividencia” no es función de los órganos de la vista –los ojos- sino de una aún debatible capacidad de la psiquis, el cerebro, el espíritu, el cuerpo astral o cualesquiera sean las interpretaciones que en la escuela de pensamiento que integre ese lector milite. Sin embargo, decir eso es no haber entendido el concepto de correspondencia. Por eso mi recomendación a tantos médicos volcados a lo ayurvédico a prestar atención al trasfondo esotérico (en el más estricto sentido del término) de esta disciplina.
¿Queda debidamente clara la idea que trato de transmitir?. La práctica de Tarpana mejorará la vista física y también la espiritual, por ese Principio de Correspondencia. Y, por cierto, cualquier profesional de la salud que desprecie la segunda pero aplique Ayurveda en función de la primera, será un ejemplo paradigmático de quien ejerce “medicina ayurvédica” sin haber entendido el Ayurveda. Después de todo, algo no tan distinto de tanto médico homeópata que anda por ahí que se vale de esa enseñanza y receta esos preparados sin haber entendido, quizás sin haberle interesado entender, los principios esotéricos y filosóficos de la Homeopatía.
¿En qué consiste –entonces- la práctica de Tarpana?. Veamos, entendiendo que la mayor o menor frecuencia en su práctica así como respetar todos los pasos, la mayoría o sólo algunos, se conjugarán en la proporción de la mejora de las facultades (físicas y no físicas) que nos interesan:
• Netraphartana: todos los días por la mañana, colocar un poco de “ghee” (manteca clarificada) sobre el filo del párpado inferior.
• Realizar movimientos conscientes de ojos; hacia arriba, abajo, izquierda, derecha, en círculos, durante un minuto todos los días. Habrán observado el particular movimiento de ojos de bailarinas y bailarines de danzas indias. Aquí está su origen.
• Encender una vela en una habitación a oscuras, sentarse a cierta distancia, observarla enfocado (pudiendo pestañear).
• Visualizar una llama encendida en nuestro propio Tercer Ojo.
• En una habitación cualquiera, observar alternativamente objetos cercanos y lejanos. Día por medio de práctica, intercalando con ésta, con los ojos abiertos visualizarlos, también alternadamente.
• Hacer “Tambula”, masajes con el dedo embebido en aceite de coco, sésano u oliva, sobre el entrecejo.
• Preparar un “kohol” con hollín de aceite de sésamo, como muestra la fotografía, y colocarlo sobre el filo del párpado inferior. Esto puede resultar extraño en nuestros países donde no es costumbre de los hombres delinear sus párpados, pero perfectamente natural en aquellas geografías.
En otros artículos seguiremos explorando estas correspondencias orgánico – sutiles, reclamando el espacio metafísico (en el respetuoso sentido de la palabra) que en Occidente parece negársele al Ayurveda.
¡Muy bueno! Una pregunta: el hollín de aceite de sésamo ¿se compra o lo hago yo? en ese
caso… ¿Cómo se hace? ¡Gracias!
Buen día, Patricia. Se hace. Con una lámpara de aceite alimentada, precisamente, con aceite de sésamo, se coloca a cierta altura sobre la llama un platito de cobre o bronce. El hollín se depositará en el mismo y de allí se recoge. Un abrazo.
Hola, te comento algo que me paso hace algunas semanas atrás, todo partió con ver colores blanco, amarillo y violeta y luego apareció un ojo que me observa a los días y su imagen es un ojo normal de una persona, si cierro los ojos y medito lo veo, ahora me concentro con los ojos abiertos y lo veo igual fácilmente.
siento pulsaciones mas fuerte en mi frente y mi entrecejos, todo el día o a ratos.
por lo que veo hay muy poca gente que sabe de esto,a pesar de los vídeos que suben, en realidad casi nada conocen mas que las técnicas que todos explican sobre el tercer ojo, aun no me encontrado con alguien que me cuente cosas como las que estoy viviendo, o algo similar.
algunos sinceramente me indican que no saben.
nadie sabe como se comunica uno con el tercer ojo ademas.
si conoce a alguien que sepa realmente, sobre mi caso favor que me escriba a mi correo,
Te agradeceré tu apoyo,
Saludos de Chile.
Mauricio Galleguillos V.
+56(9) 82665130.