Dedicado a tantos asistentes a mis conferencias que, bienintencionados, esperan relatos de extraterrestres, Apocalipsis cósmicos, embajadores de las estrellas, en fin… historias del inefable pelotón de tuercas y tornillos, y terminan retirándose con más preguntas que respuestas.
Si no queremos caer en un inútil estancamiento intelectual, debemos redefinir las Religiones y, aunque en principio nos parezca harina de otro costal, con ellas también la Ovnilogía y la Parapsicología. ¿Por qué?. Veamos el caso de esta última. Hay una Parapsicología “probable” (en el sentido que se puede probar, demostrar) y una “posible” (para no caer en la discusión de una “científica” y otra no, ya que lo “científico” no es el instrumental, el grado académico ni la terminología, sino los procedimientos y la actitud) ni una “experimental” y otra no (ya que si esta última fuera la segunda a la que quiero referirme, muchos de sus protagonistas dirían que ellos sí la “experimentan”, siendo entonces “experimental”). De cualquier manera, a la primera sí la podríamos llamar “estadística”, pues acumula historial cuantificable. Sin embargo, la consideración colectiva apunta a la segunda, y la primera, si bien progresa y profundiza, cada vez queda más oculta detrás del “ruido de fondo” de la otra, el de las creencias populares y la exposición mediática.
Lo mismo ocurre con la Ovnilogía. Está aquella que sus defensores abordan metodológicamente y la “otra”, la de los simples diletantes, que es también la considerada como tal frente a los masivos medios de comunicación. No perdamos de vista que hoy en día la opinión pública, si debe definir “Ovnilogía” seguramente apuntará a la segunda, la de contactados, mensajes más o menos mesiánicos y vivencias pseudoespirituales asociadas al fenómeno, no a la primera, de investigadores anónimos de campo, largos análisis históricos y sesudas estadísticas.
Entonces, el problema es que la Parapsicología y la Ovnilogía (con sus segundas definiciones) son “mitos”. El mito no es necesariamente algo falso. Es un relato o una explicación provisional de algo, cuando carecemos de un conocimiento cierto. La creencia en un mito no responde a una condición patológica —muchos de sus “creyentes” son personas jurídica y clínicamente fiables y equilibradas en cualquier otro contexto de la vida— sino más bien a una suspensión momentánea y voluntaria de la crítica. Es interesante profundizar cómo se llega a esto.
En el proceso de la “creencia”, debemos considerar la existencia de estos factores: (a) el creyente; (b) lo creído. La creído puede ser, como señala el investigador inglés H. Evans, (1) totalmente verdadero; (2) no totalmente verdadero; y (3) totalmente no verdadero. Si el creyente es una persona por lo demás en su sano juicio (dejando de lado las personalidades patológicas, un enorme número de “creyentes” supera con éxito los tests psicológicos —y desafío a demostrar que si sistemáticamente no los superaran, tampoco lo harían los escépticos sometidos a los mismos— su elección estaría dictada por la evidencia: (a) evidencia suficiente, o (b) evidencia insuficiente. Puesto que creyentes y escépticos no logran ponerse de acuerdo, debemos concluir en (b): evidencia insuficiente.
La creencia de tales personas en la evidencia insuficiente nace de la compulsiva necesidad inconsciente de racionalizar, es decir, explicar. Como esta explicación está construida sobre evidencia insuficiente, llena las “lagunas” con una especulación provisional: es un mito. Y es absolutamente sano y correcto aceptar mitos como explicaciones en tanto y en cuanto recordemos su naturaleza provisoria y estemos dispuestos, quizás mañana mismo, a cambiarla por otra. Parafraseando a Einstein, la única actitud que lleva correctamente al conocimiento es despertarse cada mañana poniendo en duda lo que se creía firmemente la noche anterior. Pero si se soslaya la naturaleza temporal y se lo usa como base de una creencia firme e inamovible, se transforma en rígido dogma y es cuando la aceptación de dicho dogma se convierte en requisito esencial para acceder al grupo de pertenencia de quienes creen en ese mito.
Así se institucionalizaron las religiones, todas. Perdieron de vista (o fueron intencionalmente manipuladas) su naturaleza de explicación circunstancial y lo fenoménico sirvió a la entelequia para consolidar una especulación metafísica. Lo mismo está ocurriendo con la Ovnilogía y la Parapsicología (en sus segundas acepciones). Es más, en la primera se observa cómo crece la proporción de “episodios contactistas” en relación a simple “casuística accidental”. El contactado dejó de ser un “elegido” (en términos estadísticos). De ello se puede deducir que la Ovnilogía y la Parapsicología (no las metodológicas, sino las “otras”) se están transformando en la mutación natural y necesaria de las viejas estructuras religiosas.
Ahora bien, a diferencia de otras creencias colectivas donde el Dogma se construye sobre la experiencia y anécdotas de unos pocos “elegidos” (Jesús, Mahoma, Buda, Moisés, etc.) en la actualidad estas metacreencias tienen en cada protagonista un dogma, una liturgia y una hagiografía. Pero las Viejas Grandes Creencias estaban (están) formadas por “colectivos pasivos” mientras que las Metacreencias están constituidas por “colectivos activos”. Los primeros son grandes grupos de personas que, devotas, aceptan los decires de sus Maestros, guías o sacerdotes, y tratan de alcanzar la Experiencia a través de las enseñanzas de otros. Los que integran un colectivo activo viven sus propias Experiencias, las cosas les pasan a ellos, construyen su propio sistema de creencias, que muta permanentemente.
De todo esto se infiere algo fundamental: los miembros del colectivo pasivo eligen acercarse a una Creencia y luego es posible (o no) que vivencien episodios afines a las mismas. Los miembros del Colectivo Activo viven sus Experiencias y luego se sienten integrados a una Metacreencia (aunque seguramente no lo dirían con estas palabras). Pero, como dije, las cosas les pasan, es decir, vienen de “afuera” de ellos, y generalmente de forma no deseada. Como suelen ser personas en su sano juicio y libre elección –esto lo señalé antes- es evidente la presencia de una Fuente exterior que les produce la Experiencia. Eso en lo individual. Pero, colectivamente, la suma de esas experiencias es lo que produce la mutación de las Creencias a las Metacreencias. Y, por definición, toda conducta que tiende a un fin, es inteligente. De allí que esa Fuente es Inteligente. El escalón siguiente sería definir de qué clase de inteligencia estamos hablando, pero de todas formas este razonamiento apunta, una vez más, a señalar que tras los episodios quizás mal llamados “parapsicológicos” y los mal llamados “ovnilógicos” hay una Fuente Inteligente común.
Otros artículos del mismo autor de lectura complementaria a este y también publicados en “Al Filo de la Realidad”
- Aportes para un paradigma espiritual en la investigación ovni. (AFR Nº 72)
- La experiencia de abducción como iniciación esotérica. (AFR Nº 52)
- Contactados y revelaciones. (AFR Nº 64)
- Introducción a la Sabiduría Antigua. (AFR Nº 99)
- La fotografía psíquica entre la Parapsicología y los ovnis. (AFR Nº 9)
- Más allá del Umbral. (AFR Nº 40)
- Percepciones modificadas de Otra Realidad. (AFR Nº 69)
- Reflexiones sobre el origen extradimensional de los ovnis. (AFR Nº 67)
Si desea uno o varios de estos números, solicitarlos a: afreditor@gmail.com
cada vez agradezco mas y mas al Universo el haber contactado con ustedes, muchas gracias, su labor crece todos los dias benefeciando y destabando a un gran numero de personas como me sucede a mi.
atentamente.
Alma Solorzano LOPEZ.
Mexico D.F.
Gracias desde el alma!… Alma…. (perdón, no pude resistir la tentqación de jugar con la belleza de tu nombre)
Un abrazo
Gustavo y colaboradores yo he escrito un comentario refieriendome a los articulos que hemos leido con mi esposo,por este motivo les pido un favor ,utilicen palabras mas faciles de comprender ,porque nos es dificil en algunas ocaciones entenderlos,desde ya muchas gracias y seguimos estando en contacto por medio de la pagina y el periodico
Hola Josefina, gusto en leerte:
Ciertamente, comprendo tu observación. Pero si usamos «palabras difíciles de comprender» es sólo porque parece que esas palabras no son usadas tan frecuentemente…. y así se empobrece el idioma, no?. Es decir: creo que escribir como escribo, aunque lo haga al parecer «difícil de comprender» (nadqa más lejos de mi intención), tiene como objetivo que el lector haga un esfuerzo, enriquezca su idioma, quizás también se tome el trabajo de buscar en el diccionario (¿se acuerdan de los diccionarios?) su significado… ya sé que no es fácil, ni cómodo. Pero sinceramente creo que si simplificar mi literatura con el demagógico propósito de «ser fácilmente comprendido» implica pauperizar nuestor bello idioma, sería responsable, co partícipoe necesario también del proceso de estupidización colectiva que está viviendo nuestra sociedad.
Saludos cordiales
Es feo pero es cierto que todo investigador, o cuando se le quiere contar algo extraordinario a alguien haya primero que luchar contra la programacion humana, ese «es imposible» o el clasico «¿Y donde estan las pruebas de eso?» ¿Hasta donde podremos avanzar si la gente acepta que, como dice david icke, la realidad es tan solo una ilusion electromagnetica? (Todo lo que vemos, sentimos y comemos es la manera en que el cerebro decodifica la informacion obtenida por nuestros sentidos)
Pero no. Todo aquello que no se ve en la television, o es falso, o sencillamente no existe. La gente ni se molesta en siquiera pensar que tan asi seria la cosa.
Cuando explico algo trato de hacer un pequeño ejercicio, supongamos que llegamos a un lugar donde toda la poblacion es ciega, y nosotros somos los unicos que podemos ver ¿Como explicarles que podemos saber lo que se encuentra a kilometros de distancia? Ellos dirian que es imposible, ya que para saber que hay alli tienen que tocarlo, o escucharlo u olerlo.
¿Como explicarles lo que es un color o lo que es la luz?
A veces lo mismo pasa cuando hay que explicar fenomenos paranormales a la gente comun.
Un saludo.
Es cierta tu reflexión. Creo, sin embargo, que siempre se puede «despertar» (después de todo, es el mismo camino que hemos recorrido nosotros, verdad?. Bah, hablo en singular; por lo menos, yo) pero forzosamente ello exige un esfuerzo intelectual…. Si lo que se buscan son explicaciones solamente sencillas, fácilmente digeribles, podemos encontrarnos que hallemos un pálido reflejo de la verdad. Por eso, en este Sistema consumista, generan tantos réditos (comenzando por los económicos) los vendedores de ilusiones, los mercachifles del espíritu, amén de hablar más, tal vez, de lo que se quiere oír antes de lo que se debe decir…
Un abrazo
Hola Gustavo y a todos.
No me pude contener y comentar lo que dice Jamiroth con el ejemplo que me gustó mucho y me parece muy original, como a veces se hace un poco difícil explicar fenómenos paranormales a personas que no creen en ellos o no tienen un determinado conocimiento en la materia (yo no lo tengo tanto pero trato de captarlo lo màs posible). A veces se mezcla un poco lo de las creencias y las experiencias creo que es un poco de las dos cosas. En mi caso personal yo creo y también experimento (vivencio) y con eso se retroalimentan, más creo, más vivencias tengo, más vivencias tengo más creo. Quizás para otras personas es fe, bueno también se le puede llamar así, es con lo que cada uno se identifica. Hace algunos años me enteré de lo que son los registros akáshicos (o akásicos se puede encontrar de distintas formas) y creo en ellos y he podido comprobar con el tiempo montones de cosas que me habían dicho y no sólo a mí, se de otras personas que también se los han hecho y le han dicho cosas y se han cumplido tiempo después. Al final se resume un poco en una frase «es sólo cuestión de fe».
Gracias por este espacio y un saludo.
Sumo otra, Diego. Tener presente los ya añejos experimentos de Rhine en la Universidad de Duke, cuando en sus cua ntificados experimentos estadísticos de ESP dividía a sus participantes, en «ovejas» (creyentes en lo paranormal) y «cabras» (escépticos). Las «ovejas» SIEMPRE tenían un índice de acierto por encima de l azar. Las ovejas, no. Y la certeza matemática -injustamente olvidada- de esos experimentos prueba, matemáticamente, lo que vos decís.
Un abrazo