Durante mi último periplo por tierras cusqueñas tuve ocasión de iniciarme en el aprendizaje de algunas técnicas ancestrales de la mano del “paco” (maestro) y “Pampa Misayoc” (“aquél que habla con las montañas y el agua”) Isidro Callorumán. Fue tomar notas, casi frenéticamente, con inquietud si se quiere de antropólogo, ya que Isidro, residente en Asanguate, una localidad a tres horas de auto de Cusco más dos horas a pie dentro de la montaña, pertenece a ese horizonte sociocultural cuya lengua madre sigue siendo el quechua y se esfuerza por “traducir” al español sus decires. Ejercicio interesante, conversar con alguien que todavía piensa en quechua y buscar llenar ciertas “lagunas” lingüísticas casi como una exploración en el pasado.
Mucho me enseñó Isidro y no faltará ocasión en el futuro de regresar sobre ello. Pero aquí quiero detenerme en algo que si bien no me sorprendió –alguna referencia, alguna sospecha literaria había recogido por allí- terminaba de gratificarme intelectualmente completando las piezas de cierto rompecabezas.
Como he señalado en numerosos trabajos, no deja de maravillar que el concepto de “chakras”, es decir, centros energéticos en el ser humano, también estuviera presente en el saber de los antiguos pueblos del Anahuac, toltecas, mexicas, Olmecas y otros. Ya demostré claramente que no se trata de una “contaminación cultural” tardía (algunos escépticos, a la vez, perezosos de indagar en profundidad, prefieren suponer que es una mentira de la “new age” de tiempos cercanos, afirmación que sólo pone de relieve su soberbia ignorancia) sino de un concepto, filosófico primero y pragmático después existente mucho antes de la Conquista. “Cuecueyos” era el fonema que en tiempos anahuacanos se empleaba para designar a los chakras, también siete, sólo que en la América precolombina se identificaban simbólicamente con elementos de la vida cotidiana (“kolotl” o escorpión para el sacro-coccígeo; “ieitl” o plumón para el umbilical; “pantli” o estandarte para el esplénico, “xochitl” o flor para el cardíaco, “topili” o cetro para el laríngeo, “chichiwitl” o gema para el entrecejo –tan referente con el “tilka”, el “tercero ojo” de las imágenes hindúes- y “tekpal” u obsidiana para el coronario).
Pues bien, la “perla”, aquí, es saber que estos centros energéticos también existieron en el Tawantinsuyo y cuando menos los inkas –si no también waris, aymaras, tiwanakotas- no solamente los conocieron sino se valieron de ellos para trabajar energéticamente sobre nuestra naturaleza.
Se les llamaba “Pojcpos”. Se definen siete, también: “Llave del Sol”, “Bendición de la Tierra”, “Flor de la Pachamama”, “Corazón del inka”, “Oro del inka”, “Saber de los Ancestros”, “Llave del Cielo”. Estos son sus nombres en español; aparentemente –quizás sólo aparentemente- se han perdido los originales quechuas, aunque supongo que otros maestros, los “alto misayoc” (“Aquellos que hablan con los espíritus de los ancestros”) perdidos en las estribaciones cordilleranas, aún los conservan. Como sea, estos siete centros se trabajan secuencialmente con una técnica denominada “Bendiciones del Cielo y de la Tierra”, empleando una “faja” –que ciñe el abdomen del sujeto sobre quien se procede, sosteniendo en su interior uno de los elementos de trabajo- asperjándole con un preparado líquido y luego trabajando sobre su cuerpo con las “llanka cuyás” (o “piedras de curación con poder”) que se ilustran en la imagen, siete también. Cada una, dotada de una conformación especial y grabada con imágenes alegóricas según la función a emplearse: una serpiente, un cóndor, un puma, una llave, una hoja de coca, una estrella, el sol y la luna en una misma.
¿Cuál es el objetivo?. Isidro lo dice claramente: “traer sobre la persona las bendiciones del cielo y la tierra para que su camino sea próspero y sus relaciones, felices”.
Podemos preguntarnos sobre su eficacia. Yo llamaría la atención que el hecho que, ensayo y error mediante, esta cultura lo haya estado practicando cuando menos los últimos quinientos años dice mucho. Yo mismo, aprendida la técnica, la estoy aplicando en alumnos y consultantes para monitorear su efecto. Pero sea eficaz “apertura de chakras” o no, sirvan estas líneas para llamar la atención intelectual de ustedes sobre la universalidad de esta práctica.
ME LLENA DE JUBILO SABER QUE LO QUE HOY SABEMOS VIENE DE PRACTI-
CAS ANCESTRALES, FELICITACIONES AL CHAMAN Y A GUSTAVO QUE SE
PREOCUPA POR TENERNOS INFORMADOS SOBRE DIFERENTES TOPICOS.
Si, para el hombre andino la Pachamama es un ser viviente igual al hombre por eso tiene vortices de energia que se llaman PAKARINAS
Reblogueó esto en Senderosalalma's Blogy comentado:
excelente!!!
Que interesante conocer sobre estos aspectos. Gracias Gustavo por acercarnos a nuestros hermanos ancestrales y su conocimiento