Un monólogo en la oscuridad

¡A ustedes, espíritus confundidos en ese Más Allá, almas dolientes, fantasmas errantes, les hablo!. En esta vida insensible, mediocre, gris en la que los humanos deambulamos y que alimenta las fantasías de otro lugar, otro plano, otra dimensión con goces y placeres, con pruebas y penas según nuestras conductas. A ustedes, a quienes presiento más que veo desde esta extraña capacidad sobrenatural que se me ha despertado de un tiempo a esta parte.  El impulso natural es temerles así como se teme lo desconocido pero en un acto de voluntad elijo enfocar mi atención en sus rostros que quieren mentir una vivacidad de la que carecen, aún a riesgo de a su vez atraerles sobre mí. Si así ocurriere, que este acto significara el despertar de uno sólo de entre los suyos me bastaría; mas me temo que seguirán inmersos en la niebla de sus sueños de muertes que parecen vidas, de sensaciones y sentimientos que son sólo reminiscencias de aquellos verdaderas sensaciones y verdaderos sentimientos que solamente podemos disfrutar o padecer los humanos.

Ese Más Allá tiene esos engaños y perturbaciones, sólo explicables por lo disminuido de sus percepciones. Creen estar vivos, pero ya no. Creen que les sucede un hilo, una trama de situaciones y me duele que se engañen de semejante manera. O tal vez sea así preferible. ¿Qué pasaría si despertaran de esa somnolencia y descubrieran que todo es una mentira?. ¿Cómo será el sufrimiento en ese plano de existencia ante la verdad, que sí lastima y duele?. Quizás sea preferible que vivan su fraude; que rían o lloren en un plano de realidad que ingenuamente creen que es real.

La Realidad es esto. Gris, aburrida, monótona, donde a cada día le sucede otro en reflejo especular e infinito. Donde sólo el deterioro físico avisa que algo está pasando. La meridiana clarividencia resulta ser, después de todo, asumir que solamente somos observadores pasivos, muy pasivos, de un tiempo que fluye y corre y se escapa. Y lamentarnos, en espiritual solidaridad, con ustedes, imágenes fantasmales de lo que no es, que se creen tan vivos, tan reales, tan perennes.

Pero sepan que este es un clamor fraterno. Porque en las alegrías y tristezas que jalonan el devenir de ustedes hay algo que se me escapa, pero a la vez extrañamente familiar a lo que creo ver en ustedes. Que me angustia y hace que esta existencia uniforme y estática tenga una desesperación abismal. Que yo los vea y los sienta y ustedes no, no habla de superioridad alguna, ténganlo por seguro. Ni espiritual, ni mental. Y menos física. Es sólo estar viendo desde otro lugar, y ni siquiera estar seguro si comprendo claramente lo que veo. En mi llamado hay una advertencia pero también un pedido de conmiseración. Porque quizás y después de todo, la razón de la vida esté en ese Más Allá que veo desde aquí y no al revés, como últimamente me he tratado de convencer a mí mismo. A medida que pasa mi tiempo, cada vez más confundido, más inseguro, más ajeno a lo que creí ser, mientras en la oscuridad y entre gusanos se descompone mi cuerpo en esta tumba.