Sólo ámenme

Era el último año de la irrepetible década de los ’60 y en este bizarro universo espiritualista rutilaba fugazmente como meteorito errático Su Divina Gracia Brapunavanda A.C. (en el escuálido par de notuelas que alcancé a leer sobre sus quince minutos de fama —nunca mejor empleada la expresión— jamás se aclaró qué diablos significaba A.C., aunque el morocho de bigote a lo Clark Gable y pícara mirada no parecía de los tiempos de Antes de Cristo). Era, obvio, un indio, vaya a saberse si hindú, arribado a las costas de California (¡nada menos!) como uno más del incesante desfile de gurúes, maharijis, maestros y fakires importados de Oriente en esos tiempos. Pero el tipo la tenía clara. No se embarcaba en teológicas y metafísicas discusiones con Timothy Leary o Baba Ram Das en la TV yankee de costa a costa. Para qué; uno terminaba nervioso, transpirando y en ocasiones, mal parado. No trataba de vender en la calle, en conferencias o en ashrams sus libros hediondos de patchouli, ni sermoneaba desde alguna estribación del Shasta a grito pelado para que hippies extraviados de lisérgico y marihuana se acercaran a escucharle y, de paso, dejarle unas monedas para su magro (o no) sustento. No, Brapu era un “maestro”… en el sentido más cínico que el “lunfardo” porteño puede darle a la palabra. Porque Brapu reunía a sus devotos, o a los periodistas, esperaba que se hiciera silencio y sólo decía: “Yo no vengo a darles ningún mensaje, ni a traerles soluciones a sus problemas, porque yo soy Dios. Sólo siéntense ahí y ámenme”.

Un genio el fulano. Lo crean o no, parece que durante un par de años unos cuantos y unas cuantas hicieron eso; se sentaban frente a él, días, semanas, todos en silencio, mirando al “maestro” y el “maestro” mirándolos a ellos con una sonrisa que yo también tendría si veinte giles se sientan a mirarme durante días y sólo se levantan para ir al baño, comer algo, pagarme algunas cuentas, dormir unas horas y vuelven a sentarse para mirarme y amarme.

Brapu debe haber pasado a mejor vida, ya. Bah, no sé a qué tan mejor, porque por lo menos en ese entonces parecía pasarla bomba en ésta con el curro de sentarse en silencio, sonreír y dejarse amar (y eso que era fiero el pobre) y por ahí en la otra vida estaba esperando una larga fila de tíos que se sentaron a amarlo y tarde piaron que esos años podrían haber estado haciendo algo más productivo. En fin, cosas que se me ocurren y en todo caso, problemas entre espíritus, conventillo de ultratumba en el que no me pienso meter. Pero el tema es que recordé a Brapu hace unos días en que concluí una jornada ahíto de tanta chantocracia imperante en el mundillo espiritualista que, seamos francos, parece que de espiritualista cada vez menos. Porque mirando alrededor, uno —yo— se desayuna que tenemos colegas donde el más lerdo alcanza a un ñandú gateando.

Atardecer de un día agitado

Un debate con una contactada (con extraterrestres) que rodeada de su inveterada corte de milagros discriminaba sin fundamento alguno lo que era “cierto” y lo que no de las hipótesis ovnilógicas que se debatían, porque claro, “así lo recibía ella”. Y de pronto, uno —yo— imbécil disfuncional de la canalización que me pasé treinta años de mi vida gastando kilómetros como dinero de mis bolsillos y jirones de mi vida en el camino descubriendo que “ellos”, los elegidos, ya tenían todas las respuestas, en un discurso donde el amor y los mensajes de otros planos dictados en castellano arcaico (¿por qué será que Kuthumi, Ashtar Sheran, El Morya, Saint Germain, siguen hablando como El Quijote? ¿Están tan imbuidos de su cósmica esencia que no descubrieron que el mundo hispanoparlante ya no habla así? ¿Será que el Registro Akhásico donde se almacenan sus voces está en este plano en algún lugar de Asturias o Castilla, y por eso nunca tienen sus mensajes el giro fonético guatemalteco, mexicano, argentino, uruguayo…? Y mejor no hablar cuando la Virgen se anuncia a través de una vecina. Escuchar a tantas “videntes” transmitir las palabras de María tal como —dicen— las recibieron me hacía pensar, más que en un mensaje de la Inmaculada, en una posesión de Niní Marshall). Tras cartón, informarme por pedido de una amiga sobre el umbroso proceso de elaboración de la —por lo menos en estas tierras— famosa Agua Diamantina, a sabiendas de que hay gente bienintencionada que no se lava ni los dientes si no es con la misma. Y encontrarme con un berenjenal de frases seudo científicas capaces de dejar a cualquiera en un estado de semi trance, sin haber comprendido nada, por supuesto, pero todo sonando taaaan serio… Mientras cenaba, escuché unas grabaciones fragmentadas del venerable, ínclito y ya fenecido Don Pedro Romaniuk, con su eterno discurso del estilo: “porque en la Universidad de Smmmmoolkji….uesky, la doctora Pavlita Cuchinota demostró que de los 56.095.278 átomos de la tercera vuelta contada desde arriba del ADN se encuentra un átomo de xenón-cryptón-molibdeno, y fue publicado en el número 45, del  Tomo XXXVI de los Anuarios de esa universidad”... y, claro, nadie alcanza a escuchar bien el nombre de la universidad, o de la doctora, o no busca los Anales por Internet, o si lo hace y no los encuentra, seguro que uno es el torpe porque el profesor Romaniuk sabía tanto y lo decía tan seguro, y estuvo en tantos programas de televisión y ha escrito tantos libros… que debe ser verdad.

Me acosté temprano esa noche. Buscando el sueño —sospecho que no otra cosa— ojeo “La Novena Revelación”. Y el sueño se me fue definitivamente. El protagonista llega a Perú y se dirige tras su misión al interior del país, en un largo viaje por carretera pasando junto a (está en el libro, búsquenlo)… ruinas incas y mayas. ¿Mayas en Perú?. Sería todo un descubrimiento, claro, pero ni autores ni editores dedican un párrafo más a esto que conmocionaría al mundo. Da por hecho (propio de un gringo que ni se informó del país que jura conocer) que todos estos indígenas latinoamericanos están ahí nomás, unos junto a otros. Incas y mayas, revueltos, claro. La biblia junto al calefón. Total, lo que importa es el mensaje.

Y cuando uno —yo— me siento frente a esos contactados, canalizadores, escritores y conferencistas, y les señalo sus ambigüedades, inexactitudes y contradicciones, resulta ser uno —yo— el “demasiado racional”. El “poco espiritual”. El “que aún no ha evolucionado”. Todo, entonces, “ségual”. No importa los errores científicos porque para esta New Age light de cosmética astral la ciencia es despreciable (no las actitudes de ciertos científicos, como debería ser), porque, claro, “lo que importa es el mensaje”. Sin entender que el mensaje se bastardea si se bastardea el canal de transmisión. Que si existen términos precisos en nuestros idiomas para entes gnoseológicos precisos, deben ser usados. Que si da lo mismo mezclar neutrinos con ángeles, mayas con incas, Saint Germain con Jung sin contexto, sin rigurosidad intelectual porque, va de suyo, lo que importa es el mensaje, la espiritualidad que tanto propugnamos se va a la mierda. Porque es una espiritualidad ersatz, disfrazando la megalomanía de algunos que llaman “espiritualidad” a simplemente carecer de la capacidad, de la paciencia, de la humildad o de la voluntad de reconocer que tienen quizás sólo unas pocas respuestas y una inmensa falta de conocimientos. Entonces, escribimos cualquier cosa, armamos seminarios, talleres, cursos, conferencias donde decimos la primera idiotez que se nos cruce por la mente pero intercalando maníacamente conceptos como “universalismo”, “amor cósmico”, “fin del mundo”, “maldad humana”, “vibraciones superiores”, “abrazos de luz”, “namasté”, “activación del ADN en quinta dimensión” porque ahí enfrente hay un público que también habla de espiritualidad pero se asfixia en sus problemas cotidianos que de espirituales no tienen nada, y siguen y siguen y siguen buscando fórmulas mágicas. Así que les damos cualquier cosa: fotos del aura que no son más que filtros de luces tomados con la webcam, cartas natales por computadora que hablarían del destino voluptuoso tanto de un vecino como de un brócoli con la única condición de que hayan brotado en el mismo momento, lecturas de Tarot nacidas más que de la potenciación de nuestra percepción extrasensorial, de la agilidad verborrágica de alguien con mucha calle. Y escrivimos con herrores garrafales de hortografía y sintacsis, pero conbensemos a la gente para que conpre nuestras obras porque, obio, son “mensajes de lo alto”, xq lo que importa es el msj, tonces varruntamos que agamos lo que agamos, y cmo lo agamos, si lo q imprta s el msj la gente lo consum igual… y es terrible, pero lo consume, y a cualquier precio. Un precio que, claro, ahora ya no será “arancel cultural” sino “donación amorosa”.

Y uno —yo— se pregunta después para qué escribir tratando de despertar conciencia. Si todos sabemos, tanto ustedes como quien escribe, que quizás todo esto es un gasto innecesario de energía que, después de todo, no es de uno sino universal. Así que quizás sólo baste que dejen de leer, permanezcan frente al monitor y ya.

Sólo ámenme.

2 comentarios de “Sólo ámenme

  1. Vi dice:

    jajaja Amigo de mi alma, no he dejado de sonreír leyendo tu publicación. El final me llevó a la imagen de la película Wall- e en la que una humanidad rechoncha y ociosa solo subsiste. Considero que es gracias a ti y a tantos investigadores/estudiosos serios que hacen mucho más que dejar que lo amen, que no llegaremos a ese extremo. Alguien tiene que hacer el pesado trabajo de alumbrar los recovecos conscientes o inconscientes de tantos mensajes provenientes de algún que otro «contactado» o «iluminado» (no generalizo). Y que conste que algo por ahí me toca, porque yo me siento de alguna manera «contactada», por así decirlo, aunque no he decidido poner mi iglesia aún ni he recibido mensajes para la humanidad jajaja. Y es tan cierto que entre tantos mensajes de «hermanos mayores» y «ballenas provenientes de Venus» hablando de una manera rebuscada sobre el fin del todo y todo lo demás, uno ya mareado de intentar recordar el nombre de cada uno de los integrantes de tan amplia y variada «corte celestial», de repente piensa… «si tanto interés hay de que la humanidad reciba tan importantes revelaciones, por qué las comunicaciones no son claras y fácilmente digeribles?» Ah ups, verdad soy yo que no he alcanzado el nivel espiritual necesario para ver la «verdad» … Y sigo pensando… «la verdad fabricada por quién, con qué objetivo?» … Porque si algo hay claro, es que la «verdad» no es absoluta y cada quien se fabrica su propia verdad en función a qué tipo de emoción/sentimiento esta complace… Nada amigo mío, estoy segura de que a más de uno por aquí ha experimentado que no todos están preparados para escuchar lo que dices, porque aún no han salido de querer escuchar lo que quieren escuchar y es en esas ocasiones que recuerdo que a Krishnamurti alguna vez le preguntaron en forma de crítica (pido perdón por la inexactitud de las palabras reales) … Por qué usted no habla para que todos lo entiendan? y el respondió: Porque yo hablo para el que pueda entenderme. Un abarazo.

  2. patocai dice:

    Muy real! Y lo contaste tan cómico, que no paré de reírme… En fin, en este «tenedor libre espiritual», se hace difícil, para el recién iniciado, encontrar el verdadero alimento (al menos algo que le sirva). Uno _yo_ también cayó en algunas trampas… pero por suerte (o por manotazo del ángel a tiempo) pudo escapar … Un abrazo.

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