LA FUENTE INTELIGENTE TRAS LOS ORBs y los DUENDES COMO METACREENCIAS OBJETIVAS

Dedicado a tantos asistentes a mis conferencias que, bienintencionados, esperan relatos de extraterrestres, Apocalipsis cósmicos, embajadores de las estrellas, en fin… historias del inefable pelotón de tuercas y tornillos, y terminan retirándose con más preguntas que respuestas.

Hay gente a la que no le gusta leer mucho en Internet (y, seguramente, en el mundo real tampoco).  Otros, supongo (y espero) capaces de leer este trabajo en su totalidad. Ambos, igualmente respetables para mí. De modo que resumiré, primero, mis opiniones, una forma elíptica de remitirme a de qué le va este trabajo y para los segundos, construiré el derrotero de mis elucubraciones.

Sostendré que lo que llamamos “orbs”, y lo que la gente popularmente llama “duendes” son la evolución de la creencia en eventos paranormales y OVNIs. Pero, a la vez, que esas creencias no son producto de la falta de cultura, las supersticiones, las necesidades psicológicas o el mercadeo seudo esotérico sino que son inducidas voluntaria y artificialmente por una inteligencia no humana que opera “desde fuera”. A esas “creencias” llamo Metacreencias Objetivas.

Está dicho.

En un artículo anterior he analizado el fenómeno de los llamados “ORBs” o, creo que erróneamente, “Orbes” (porque este último término designa ya desde hace tiempo el margen de amplitud o influencia, en Astrología, de un planeta conformando una aspectación, a diferencia cuando la correspondencia en grados es exacta de acuerdo a los estándares de esa disciplina, en cuyo caso se denomina “partil”)  esas manifestaciones lumínicas que han comenzado a aparecer en los últimos con la masificación de la fotografía digital. No es extraño: la cámara digital capta cosas que el ojo humano no ve. ¿Quieren hacer un experimento? (porque demasiados improvisados han escrito que las cámaras digitales comunes son «literalmente iguales» que la vista humana, y hasta inferior).

Tomen un control remoto cualquiera. El de la TV, por ejemplo. Ustedes ya saben que en un extremo, un led infrarrojo es el que vehiculiza las funciones sobre el aparato. Si lo observan, por más que pulsen una tecla cualquiera nada verán, aunque saben que de allí parte una radiación infrarroja.

Ahora, tomen su cámara digital, y observen por la pantalla de la misma el led. Presionen una tecla. ¿Qué ocurre?. Pues, que ahora, a través de la cámara, lo ven.

Entonces, para no autoplagiarme, no volveré aquí a extenderme sobre el particular, pero sí llamar la atención sobre un aspecto de la fenomenología que me ha llamado la atención: ¿notaron ustedes que hace unos veinte años no aparecían Orbs –salvo, alguna que otra mancha circular en una fotografía de las de película de entonces, generalmente interpretable como una gota del líquido revelador mal lavado) y, por el contrario, se han multiplicado últimamente?. Existe, incluso, un paso ulterior en este fenómeno: desde hace unos pocos años, comienza a aparecer gente que, afirma, los ve físicamente. Y antes de poner en duda con rango ilusorio sus afirmaciones, admitamos que la misma reflexión podría caberle (y, de hecho, le cupo) al mismísimo, sacrosanto e inveterado fenómeno OVNI. Este trabajo, por ejemplo, está ilustrado por una profusión de tales testimonios, fruto, en este caso, de uno de mis últimos talleres experimentales así como del aporte de gente allegada.

También hemos observado en estos tiempos un proceso interesante: el fenómeno OVNI comienza a dejar de manifestarse en la forma “físicamente objetiva” y exógena al testigo, como en los ’50, ’60 y ’70, y se prolonga en una interacción en términos sutiles. Esta interacción, sostengo, es producto de una mayor sensibilidad perceptiva de la gente, de la mano de un corset intelectual más laxo. Esta característica (sólo lo enunciaré ahora aquí, porque su explicación ameritaría otro trabajo por derecho propio) tiene como condición latente y probable que el Inconsciente Personal «moldee» la Realidad objetiva, por ejemplo, en los restos de prácticas cerománticas como los que se indican al final en el Archivo de Fotos, expresando elementos simbólicos propios del sujeto que lo practica. Otras, como entidades aparentemente «espirituales», la exteriorización de miedos y deseos. Y es reflejo Microcósmico de aquél fenómeno que a nivel Macrocósmico estas inteligencias huidizas tras las que vamos generan globalmente los eventos que nos ocupan, en inevitable aquiescencia del Principio de Correspondencia (revisar «Al Filo de la Realidad» número 3).

Todo resumen y generalización es perverso. Pero puesto a hacerlo, escribiría que, como desde “Pasaporte a Magonia” lo señalara Jacques Vallée, lo que en el siglo XX se llamó “apariciones de OVNIs” es el mismo fenómeno en un contexto cultural distinto que cuando menos se inicia con las apariciones demoníacas, élficas o marianas de principios de la Edad Media y seguramente mucho antes también.

Importante es en ese sentido, repasar cómo el propio fenómeno OVNI ha “evolucionado”. De los objetos de los años 50, con toberas de escape, restos de radiación, escalerillas de mano (que es tan anacrónico en una “tecnología” semejante como si en un rascacielos subiéramos y descendiéramos sus pisos trepándonos por una soga anudada), pasamos, en las décadas siguientes, a “vectores”, más que “naves” cada vez más sutiles, más “energéticas”, más “plasmáticas” o como quieran llamarles. De los “extraterrestres” de los 50 (con trajes ajustados como de neopreno, cascos de piloto de avión, guantes hasta los codos, cinturones con gruesas hebillas, botas hasta la rodilla y capas cortas a la espalda  -¿alguien me puede explicar para qué sirve una capa en el espacio?- en síntesis, como los ilustraban los “comics” de entonces, transitamos en los 60 a “extraterrestres” “à la mode” de astronautas, claro, en pleno auge de la “carrera espacial”: trajes brillantes, escafandras… En los 70, de túnica, cabellos largos, deja que el Sol entre hermano, paz y amor… En tiempos de Reagan, aparecen los “grises” (no antes), silenciosos, aviesos, casi taimados…

Y por otra parte, cada época tuvo su “fenómeno estrella” dominante. Ya hablamos de los íncubos y súcubos de la Edad Media, las apariciones marianas de los siglos XVII y XVIII, las manifestaciones ectocoloplasmáticas y mediúmnicas del siglo XIX, el monstruo de Loch Ness en las primeras décadas del siglo XX, luego la irrupción explosiva del “fenómeno OVNI”, a fines de siglo los “círculos de las cosechas”, ahora orbs y duendes… Quede claro que acoté que era una generalización en términos estadísticos.

El otro lado de la moneda –en el que juegan su papel desde el desacartonamiento de lo “políticamente correcto” en términos de admisión pública, las nuevas tecnologías, etc.- es que estamos asistiendo, en los últimos años, a una masificación y “cotidianeidad” de lo paranormal y lo espiritual en un sentido alternativo (para distinguirlo de los dogmas religiosos históricos). Y, finalmente, quiero llamar la atención sobre lo que mi deambular de tantos años me ha señalado: la reducción simplista que la “excesiva creencia” es lo exótico y enigmático es un síntoma de carencias psicológicas de algún tipo (sean éstas emocionales es sólo eso: una reducción simplista. Demasiada gente absolutamente pragmática, eficiente en todos los aspectos de la vida, equilibrada en sus emociones y juicios tienen esa “excesiva creencia”.

He ¿creado? (pues es un neologismo que, si no existiera en la Wikipedia, habría que inventarlo) como Metacreencia aquellas creencias estructuradas y masificadas en tiempos recientes pero construidas sobre elementos ancestrales, por un lado. Pero si hay un lado, hay necesariamente otro: y éste es el de su realidad objetiva. Que esa Realidad sea los que sus percipientes “crean” entender como tal es lo que las prefigura como creencias.

Si no queremos caer en un inútil estancamiento intelectual, debemos redefinir las Religiones y, aunque en principio nos parezca harina de otro costal, con ellas también la Ovnilogía y la Parapsicología. ¿Por qué?. Veamos el caso de esta última. Hay una Parapsicología “probable” (en el sentido que se puede probar, demostrar) y una “posible” (para no caer en la discusión de una “científica” y otra no, ya que lo “científico” no es el instrumental, el grado académico ni la terminología, sino los procedimientos y la actitud) ni una “experimental” y otra no (ya que si esta última fuera la segunda a la que quiero referirme, muchos de sus protagonistas dirían que ellos sí la “experimentan”, siendo entonces “experimental”). De cualquier manera, a la primera sí la podríamos llamar “estadística”, pues acumula historial cuantificable. Sin embargo, la consideración colectiva apunta a la segunda, y la primera, si bien progresa y profundiza, cada vez queda más oculta detrás del “ruido de fondo” de la otra, el de las creencias populares y la exposición mediática.

Lo mismo ocurre con la Ovnilogía. Está aquella que sus defensores abordan metodológicamente y la “otra”, la de los simples diletantes, que es también la considerada como tal  frente a los masivos medios de comunicación. No perdamos de vista que hoy en día la opinión pública, si debe definir “Ovnilogía” seguramente apuntará a la segunda, la de contactados, mensajes más o menos mesiánicos y vivencias pseudoespirituales asociadas al fenómeno, no a la primera, de investigadores anónimos de campo, largos análisis históricos y sesudas estadísticas.

Entonces, el problema es que la Parapsicología y la Ovnilogía (con sus segundas definiciones) son “mitos”. El mito no es necesariamente algo falso. Es un relato o una explicación provisional de algo, cuando carecemos de un conocimiento cierto. La creencia en un mito no responde a una condición patológica —muchos de sus “creyentes” son personas jurídica y clínicamente fiables y equilibradas en cualquier otro contexto de la vida— sino más bien a una suspensión momentánea y voluntaria de la crítica. Es interesante profundizar cómo se llega a esto.

En el proceso de la “creencia”, debemos considerar la existencia de estos factores: (a) el creyente; (b) lo creído. La creído puede ser, como señala el investigador inglés H. Evans, (1) totalmente verdadero; (2) no totalmente verdadero; y (3) totalmente no verdadero. Si el creyente es una persona por lo demás en su sano juicio (dejando de lado las personalidades patológicas, un enorme número de “creyentes” supera con éxito los tests psicológicos —y desafío a demostrar que si sistemáticamente no los superaran, tampoco lo harían los escépticos sometidos a los mismos— su elección estaría dictada por la evidencia: (a) evidencia suficiente, o (b) evidencia insuficiente. Puesto que creyentes y escépticos no logran ponerse de acuerdo, debemos concluir en (b): evidencia insuficiente.

La creencia de tales personas en la evidencia insuficiente nace de la compulsiva necesidad inconsciente de racionalizar, es decir, explicar. Como esta explicación está construida sobre evidencia insuficiente, llena las “lagunas” con una especulación provisional: es un mito. Y es absolutamente sano y correcto aceptar mitos como explicaciones en tanto y en cuanto recordemos su naturaleza provisoria y estemos dispuestos, quizás mañana mismo, a cambiarla por otra. Parafraseando a Einstein, la única actitud que lleva correctamente al conocimiento es despertarse cada mañana poniendo en duda lo que se creía firmemente la noche anterior. Pero si se soslaya la naturaleza temporal y se lo usa como base de una creencia firme e inamovible, se transforma en rígido dogma y es cuando la aceptación de dicho dogma se convierte en requisito esencial para acceder al grupo de pertenencia de quienes creen en ese mito.

Así se institucionalizaron las religiones, todas. Perdieron de vista (o fueron intencionalmente manipuladas) su naturaleza de explicación circunstancial y lo fenoménico sirvió a la entelequia para consolidar una especulación metafísica. Lo mismo está ocurriendo con la Ovnilogía y la Parapsicología (en sus segundas acepciones). Es más, en la primera se observa cómo crece la proporción de “episodios contactistas” en relación a simple “casuística accidental”. El contactado dejó de ser un “elegido” (en términos estadísticos). De ello se puede deducir que la Ovnilogía y la Parapsicología (no las metodológicas, sino las “otras”) se están transformando en la mutación natural y necesaria de las viejas estructuras religiosas.

Ahora bien, a diferencia de otras creencias colectivas donde el Dogma se construye sobre la experiencia y anécdotas de unos pocos “elegidos” (Jesús, Mahoma, Buda, Moisés, etc.) en la actualidad estas metacreencias tienen en cada protagonista un dogma, una liturgia y una hagiografía. Pero las Viejas Grandes Creencias estaban (están) formadas por “colectivos pasivos” mientras que las Metacreencias están constituidas por “colectivos activos”. Los primeros son grandes grupos de personas que, devotas, aceptan los decires de sus Maestros, guías o sacerdotes, y tratan de alcanzar la Experiencia a través de las enseñanzas de otros. Los que integran un colectivo activo viven sus propias Experiencias, las cosas les pasan a ellos, construyen su propio sistema de creencias, que muta permanentemente.

De todo esto se infiere algo fundamental: los miembros del colectivo pasivo eligen acercarse a una Creencia y luego es posible (o no) que vivencien episodios afines a las mismas. Los miembros del Colectivo Activo viven sus Experiencias y luego se sienten integrados a una Metacreencia (aunque seguramente no lo dirían con estas palabras). Pero, como dije, las cosas les pasan, es decir, vienen de “afuera” de ellos, y generalmente de forma no deseada. Como suelen ser personas en su sano juicio y libre elección –esto lo señalé antes- es evidente la presencia de una Fuente exterior que les produce la Experiencia. Eso en lo individual. Pero, colectivamente, la suma de esas experiencias es lo que produce la mutación de las Creencias a las Metacreencias. Y, por definición, toda conducta que tiende a un fin, es inteligente. De allí que esa Fuente es Inteligente. El escalón siguiente sería definir de qué clase de inteligencia estamos hablando, pero de todas formas este razonamiento apunta, una vez más, a señalar que tras los episodios quizás mal llamados “parapsicológicos” y los mal llamados “ovnilógicos” hay una Fuente Inteligente común.

Infografía por "Quique" Marzo
Infografía por "Quique" Marzo

Nota: agradezco a toda la gente anónima, alumnas y alumnos de mis talleres, etc., que me han facilitado a través de los años el material fotográfico que aquí ilustra este artículo. Todo el material, en nuestro archivo en Flickr!.

4 comentarios de “LA FUENTE INTELIGENTE TRAS LOS ORBs y los DUENDES COMO METACREENCIAS OBJETIVAS

    • Gustavo Fernández dice:

      No tengo certezas, Charlie. El motivo del trabajo fue razonar sobre lo que no es el fenómeno y quizás, intuir esa inteligencia por detrás. Extraterrestre, extradimensional, atemporal, quién sabe. Pero no dudes que cuando tenga algunas ideas más claras, escribiré sobre ellas. Hoy, más que encontrar respuestas, me interesa formular las preguntas correctas.
      Un abrazo.

  1. Jorge dice:

    Sin palabras, hermano. Muy claro, muy bien explicdo y muy bien meditado todo. Generalmente tendemos a aplaudir lo que nosotros creemos solamente, pero en este caso es inevitable.
    Gracias!

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