La desconocida civilización argárica: otro misterio ancestral

Gustavo y su mujer, Mariela, recorriendo el sitio arqueológico
Gustavo y su mujer, Mariela, recorriendo el sitio arqueológico

No deja de ser un atrevimiento querer construir una especulación retrospectiva a partir de nuestro meteórico paso por Totana (Murcia), en cuyo cerro La Bastida germina esta historia. Y lo será, movido sólo por el entusiasmo de extrapolar una conclusiones que no por provisorias dejan de ser apasionantes. Y que resumiría así: Unos 3.500 años antes de nuestra Era, en la que con el tiempo sería la Hispania histórica crecía, firme, una civilización a la altura de las del Próximo Oriente en ese mismo momento. Una cultura de avezados herreros, que levantaba pueblos amurallados y fortificados, con una jerarquía matriarcal definida.

Esto es trascendental por varias razones:

  • Porque sostiene la teoría de una Cultura más o menos uniformemente extendida por el globo cuando la historia académica sólo supone grupos aislados aquì y allá, una Cultura que compartía hasta las estrategias edilicias (lo que aquì veremos encuentra símiles increíbles, por ejemplo, en Jericó). Recordemos que alrededor de esa fecha estimativa se produjo en todo el mundo una “explosión civilizatoria”: en efecto, si bien los textos de historia siguen situando el comienzo de la erección de la Gran Pirámide de Keops en el 2.800 antes de nuestra Era, esos mismos textos sugieren que la fecha podría retrotraerse algunos siglos e, incluso, que la Esfinge sería aún un par de siglos anterior a esa “corrección”, lo que nos catapulta al 3.500 AC. Mismo hito cronológico en que nuestras investigaciones en Papalotla (Estado de México) suponen el “salto cuántico” en la organización citadina de los pueblos nahuas de la región. Misma fecha estimativa de la “civilización perdida” del Uritorco, Argentina. Misma fecha del “Comienzo del Tiempo” maya. Misma fecha del crecimiento exponencial de Dvarka (India), la maravilla de Caral, en Perú…. “Algo” pasó en una franja de tiempo ubicada en ese contexto, y no podemos, sinceramente, dejar de considerar que ese “algo” haya sido un masivo contacto extraterrestre. Para atajar las estocadas de algunos críticos, que sostendrán que porqué acudir a lo extraterrestre y no preguntarnos si factores absolutamente endógenos de esas mismas culturas originaron esa explosión de conocimiento, repito aquí unas consideraciones volcadas en ocasión de escribir, sobre el mismo tenor, en torno a los enigmas inkas:

    – Mi propio historial tiene frente a esta visión “dänikeneana” de la Historia un sino ambivalente. Fue, ciertamente, “Recuerdos del Futuro” –el libro antes que la película- que alimentaron en un adolescente ávido de curiosidad la pasión por las culturas ancestrales desde una óptica un poco “ersatz”. Luego, la filosófica exploración de otros discursos sociales me hizo pensar de una manera ciertamente sesgada. Seguí sospechando la presencia extraterrestre en la Antigüedad pero no tan manifiesta y omnipresente como desde esas lecturas. ¿Razones?. Durante muchos años sostuve que creer que los grandes logros del pasado fue necesariamente producto de un conocimiento extraterrestre era una forma de fascismo interplanetario. ¿Qué quiero decir con esto?. Que una vez más, el conocimiento, el progreso, la “cultura” tiene que venir de “afuera” para ser superior. Así como una parte importante de los académicos siguen sosteniendo que la “cultura” llegó a América de mano de sus conquistadores porque, claro, lo europeo, sobre todo si blanco, debía ser superior a lo moreno de los locales, a un “nivel cósmico” se cuela casi subliminalmente la aceptación que los ancestros eran, por ser ancestros, seguramente más primitivos y torpes que nosotros y por lo tanto, incapaces por sí mismos de alcanzar altas cotas de desarrollo. Ese “fascismo interplanetario” se observa aún hoy en día cuando cierto “contactismo” o “canalización” con “seres superiores” nos relata que los más elevados espiritualmente, portadores de amor y paz son, siempre, de ojos claros y cabello rubio… Este argumento –que seguramente sonará agradable a oídos de intelectuales de la izquierda indígena- es válido. Pero tiene un gran defecto: que no evita que lo otro (la presencia extraterrestre) sea igualmente cierta.
  • Otra de las razones dominantes para darle a esta cultura perdida la importancia que colijo es que pone otra vez sobre el escritorio la reflexión sobre el hecho, cada vez más contundente, que las grandes, “primitivas” (sólo en el sentido de originarias) culturas eran obviamente matriarcales o, cuando menos, equitativas dualidades masculino – femenino. Relega a un período tardío de la historia el patriarcado, con todo lo que eso significa. Tengo mis propias, personales ideas sobre el surgimiento del patriarcado, que no expondré aquí. El hecho destacable es, entonces, esa difusión de la autoridad matriarcal.

El lugar

Estamos hablando del cerro La Bastida, próximo a Totana, Murcia, donde se ha descubierto el principal (hasta ahora) asentamiento de la llamada “cultura argárica”, llamada así por su proximidad a un lugar denominado El Argar. Permítaseme aquí una divagación: ¿no percibimos un eco remoto de la palabra “Argos” que, por otra parte –ver mis trabajos al respecto– ha jalonado la región, con sus inevitables connotaciones “grialescas”, sobre las que ya he abundado y no me repetiré. Lo cierto es que esta cultura, que se supone abarcó todo el oeste de la actual España reprodujo –como se señaló- buena parte de los conocimientos que hasta ahora se le adjudicaba a los centros cosmopolitas del Próximo Oriente, en una época más próxima a la Prehistoria que a la Historia difusionista. Eso sólo ya es revulsivo para el academicismo. Este poblado, con viviendas, fortificaciones –muros circundantes conectando torres troncocilíndricas- hornos de alfarería y metal se desparrama desde las regiones circundantes hasta la misma cima del cerro. Tenían la costumbre mortuoria de sepultar a sus seres queridos bajo los cimientos de las propias viviendas, cuanto más importantes más cercanos al hogar (costumbre ya observada en Jericó, pero también en Harappa) y, lo que es conmocionante: en la vivienda situada más al tope del cerro, por su ubicación, seguramente, domicilio de la máxima jerarquìa, una sola tumba: una mujer. Y, a diferencia de las demás –sepultadas en el mismo suelo- ésta lo estaba en un nicho en uno de los muros, poniendo de relevancia hasta por esa disposición la importancia trascendental de esa persona. A la sazón, estamos editando un pequeño, único video, que en su momento subiremos a la web y notificaremos.

La visita que mi mujer Mariela y yo pudimos realizar al lugar fue, como dije, fugaz pero mágica. El sitio arqueológico de marras no está abierto libremente al público y sólo una cadena de felices “casualidades” (las que, por cierto, jalonaron, como ya he comentado en otra ocasión, nuestro periplo por tierras europeas) permitió que accediéramos libremente al corazón mismo de las excavaciones, dejándonos más preguntas que respuestas. Y la buena voluntad de ese cuidador que, entusiasmado supongo que por contagio de mi propia excitación, se transformó en persistente cicerone llevándonos a los rincones menos esperables. La Bastida es todavía, parafraseando a Churchill, “un acertijo envuelto de enigmas encerrado en un misterio”. La complejidad social, arquitectónica y metalúrgica de esta cultura, como dije, “explota” en un marco histórico – geográfico casi paleolítico, presentando nuevamente el cuadro, ya conocido, de pueblos que saltan en décadas de un primitivismo neolítico a poderosas sociedades institucionalizadas con un grado importante de abstracción simbólica.


Nota: mi eterno agradecimiento a los amigos Sergio Chorro y familia (su esposa Juana y sus hijitas Claudia y Gabriela), Joaquín López Carrillo y su señora Mercedes, Rafael López Hernández y su señora María Eva , sin cuyo apoyo, entusiasmo, acompañamiento y calidez este trabajo no hubiera sido posible. Ello, por supuesto, no implica que compartan (o sí) mis pareceres.

6 comentarios de “La desconocida civilización argárica: otro misterio ancestral

  1. Charo dice:

    Increíble!! No hace mucho que me enteré de los muros de este cerro, que se decían ser del mismo tipo de edificacion hallados, en los restos de la antigua Troya. Pero anteriores a ella. Todo un enigma!!
    Por aquí, por Murcia, casi nadie sabe de la existencia de tales restos arqueológicos, y es desde el otro lado «del charco»; se escribe sobre el tema!!
    No había podido ver imágenes en ningún sitio (webs oficiales, ni nada). Tus fotos me han gustado mucho.
    Muy bonito tu post, y muchas gracias por poner las fotos!! 🙂

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