Exopolítica: ¿embajadores o fuerzas de ocupación?

Recientes acontecimientos que implican no sólo la carrera espacial sino eventos propios de la geopolítica nos obligan a repreguntarnos sobre ciertas instancias del futuro inmediato que atravesaremos como Humanidad, nuestro lugar en el concierto de sociedades cósmicas pero, muy especialmente, invitar al lector a darse el momento de reflexión que le permita, tal vez, catapultarse a un balcón distinto desde donde observar el paso de esta variopinta y tragicómica comparsa en que se ha convertido el devenir de la cotidianidad humana.

Comenzando hace unos tres años pero con especial impulso desde 2019, Estados Unidos, China y Rusia se han sacado chispas mutuamente en alardear sus planes de militarización del espacio. No es un rumor conspiranoico ni declamaciones oportunistas: ya son hechos, desde que en diciembre de 2019 Trump formalizó la creación de la Fuerza Espacial Norteamericana (sobre la que nos hemos extendido aquí) y dejaron explícitamente sentado que van nuevamente por la Luna (parodiado en una bastante deplorable reciente serie de Netflix bajo el título “Botas en la Luna”), en clara advertencia a los chinos quienes, en las propias palabras de Xi Jinping, avisaron que “pronto estarán establecidos en la cara oculta de la Luna”. Y redoblaron la apuesta: también desembarcarán militarmente en Marte. La nave Tianwen 1, que en estos momentos se dirige al planeta rojo, es la avanzada de un enormemente ambicioso plan de expansión interplanetaria. Rusia, por su parte, según Alexander Bloshenko, director ejecutivo de Programas y Ciencia a Largo Plazo de Roscosmos (la agencia espacial) será Calisto, luna de Júpiter, su destino, reconociendo que ya desde 2012 vienen invitando a participar con sus proyectos a distintas empresas privadas.

Y en medio de todo esto, Elon Musk -el más conocido, no el único, ya que discretos multimillonarios rusos siguen sus pasos- y el poderoso mundo empresarial privado buscando los nichos para sus propios negocios.

Uno tendría que regocijarse de este sostenido regreso humano al espacio y la aparición en la mesa de iniciativas privadas (supuestamente no subordinadas a especulaciones políticas o electorales) si no ocurriera que ciertos matices nos llevan a preguntarnos por las verdaderas, inconfesas intenciones.

En primer lugar y explícitamente, este “aluvión conquistador” es decididamente militar, no científico, y ni siquiera lo disimulan. Puede considerarse la “variable privada” como una nueva ola de generación de oportunidades, aunque ya sabemos -porque la Historia abunda en ejemplos- que enormes negociados privados se hicieron y desarrollaron a la sombra de militarizaciones, cuando no, conflictos bélicos explícitos- . No puedo dejar de recordar cuando Trump, en el discurso de presentación de su Fuerza Espacial y textualmente, dijo que “estará lista para proteger a Estados Unidos de todo enemigo terrestre o cualquier otra amenaza del espacio exterior”. A buen entendedor…

Esta carrera militar espacial además tiene la particularidad de dispararse con una llamativa simultaneidad y superpuesta a una significativa exposición pública de archivos desclasificados, comunicados oficiales, videos del Pentágono, declaraciones belicosas de los japoneses (en boca de su Primer Ministro) contra hipotéticos enemigos no humanos, reedición en Francia del Informe Cometa… Y recordemos que todo ello exacerbado por la sensibilidad mundial con la “guardia baja” en plena pandemia, vulnerable emocionalmente a toda manipulación mediática.

Creo que la ocasión para que aparezca todo esto no es azarosa. Este año hemos descubierto que el “miedo a la muerte” (humano, inevitable, comprensible) de la humanidad de este siglo alcanza proporciones monstruosas. En siglos pasados, con expectativas de vida promedio muchísimo menores, las pandemias llegaban, mataban, seguían (recordemos la Gripe Española de 1918), el mundo se detenía un momento, lloraba a sus seres queridos y avanzaba. Hoy, con un virus apenas mínimamente mortal (menos del 3 %) se logró conocer la efectividad de una Ingeniería Social que no necesita provocar grandes pérdidas humanas para asustarnos, sino apenas un adecuado control ideológico de los medios de comunicación). Un “miedo a la muerte” que tiene otro contexto, que pasaré a explicar.

Más allá de la Razón Exterior (de la que hablaré enseguida) para esta escalada en la militarización del espacio, estoy convencido -soy un junguiano declarado, así que no pillaré desprevenido al lector- que todo lo que ocurre, y lo que “nos” ocurre está íntimamente entroncado con la realidad que nos circunda, y las pulsiones de los Arquetipos del Inconsciente Colectivo subyacen detrás, como razón íntima y última de nuestras acciones, individuales y colectivas. Por eso, decía que, independientemente de esa “Razón Exterior” (que existe también, y que referiré) hay, en franca dualidad complementaria, una Razón Interna, y es el palpitar del Arquetipo de El Conquistador.

El Arquetipo de El Conquistador es lo que ha llevado a la humanidad, cíclicamente, a salir a conquistar el mundo, generalmente de forma violenta, agresiva, bélica: Alejandro Magno, los romanos, Gengis Khan, los nazis y su “Lebensraum” (“espacio vital”), la Conquista de América… es un tipo de energía, violenta y agresiva, innata en la especie humana, y en el individuo también. Creo que es de naturaleza sexual o más bien, en la “asexuada” naturaleza de los Arquetipos, es de naturaleza libidinosa, emparentada por ello con la “seducción por la fuerza” primitiva humana. No es una justificación, pero no aprenderemos a sublimarla si no la reconocemos primero.

Entonces, periódicamente las fuerzas profundas de la naturaleza humana nos empujan a la Conquista, y esto que está iniciándose es la versión actualizada de las viejas conquistas territoriales de la humanidad. Lo que me pregunto, sin embargo, es si esta “pulsión” ocurre justamente ahora por mera casualidad o hay una razón subyacente. Y yo creo que la hay.

Es lo que llamé la Razón Exterior (que así se convierte en un “reactivo”, una acción que provoca una reacción): Inteligencias no humanas, de maneras, en tiempos y por procesos que seguramente aún ignoramos, quizás estén próximas, muy próximas a pasar a otra Fase de Contacto. O, tal vez, la Humanidad ha trascendido ciertas limitaciones sin apercibirse siquiera y esté dispuesta -o capacitada- a otro tipo de contacto, aunque en este sentido debo expresar cierto escepticismo al decir que si éste es el caso no pienso en la Humanidad como un “todo” sino en ciertos “colectivos de personas”. Voy más allá: si estas otras Inteligencias son “algo más que extraterrestres” esta situación, que algunos pueden ver como una muy buena noticia, tal vez sea muy sombría: porque es posible que mientras algunos “colectivos” (¿organizaciones políticas?, ¿sociedades de conocimiento?, ¿hermandades espiritualistas?) tomarían contacto con esas “entidades” el resto del mundo seguramente está deslizándose a cierta forma de Medioevo “reloaded”. Sólo con observar la pauperización educativa y cultural y la manipulación que desde la emocionalidad hacen los populismos corruptos, cada vez más extendidos, se verá que esta triste posibilidad aparece en el horizonte. Y así, como en la Edad Media, unos pocos sabios reunidos en cenáculos secretos “contactaban” con entidades superiores, el resto del pueblo se sumía en la miseria, la ignorancia y la oscuridad. Pero esto sería otra historia.

Esa Etapa de Nuevo Contacto, si me permiten expresarlo así, creo que no tendrá mucho -nada- que ver con la imagen salvatífera de miles de naves descendiendo con ángeles a su comando, y más con una multiplicación de sucesos, percepciones, experiencias absolutamente individuales pero que se multiplicarán en todas las geografías y culturas. No pienso tanto en “entidades” que lleguen a visitarnos en cantidades turísticas, sino en puntos de “encuentro” producto de una integración y expansión de esas Inteligencias ante las cuales, por más que pontifiquemos nuestro provincianismo vernáculo, inevitablemente se presentará.

Y es entonces cuando -postulo como especulación- los gestores de la Ingeniería Social que nos maneja, advierten que la colusión de la Pulsión Periódica del Arquetipo de El Conquistador con esta “apertura sutil” a otras inteligencias puede estar ocurriendo en cualquier momento quizás. Es cuando -entre otros beneficios colaterales- el “plan plandemia” también resulta funcional. A bajo costo, una población mundial -que como individuos también estarían bajo la presión de la “pulsión” citada, cosa que veíamos en los últimos años ante cuánta gente abandonaba la rutina sedentaria de lo socialmente correcto y partía a conocer nuevos horizontes tanto geográficos como de vida- contenida, ahora más temerosa que antes (demostrado experimentalmente) a “enemigos invisibles” y omnipresentes, nos boceta un futuro distópico de una especie, la nuestra, que aceptó mansamente ceder la “familiarización por proximidad” a lo extraterrestre, dejando en manos de una guardia pretoriana el cuidarnos, tanto en casa como “allá afuera”, una falange que extenderá la alambrada de su territorialidad cuando menos por todo el Sistema Solar, haciendo un “meme” de la tontería de creer que descender un aparato del tamaño de un auto pequeño con una banderita es “tomar posesión” y ocupando militarmente este rincón del Universo en lugar de consensuarnos el envío de embajadores de “buena voluntad”. El Arquetipo de El Conquistador justifica las “fuerzas de ocupación” terrestres en una dimensión interplanetaria que debería, es redundante decirlo, ser desmilitarizada salvo que haya evidencias en contrario (y hasta ahora, no solamente no hay ninguna sino casi afirmaríamos todo lo opuesto) pero que les permite -quizás por nuestra propia anomia- levantar nuestro propio Muro de Berlín estelar.

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