El sano egoísmo

sano egoísmoParece una contradicción. La palabra “egoísmo” tiene muy mala prensa y pocos la vincularían con esa otra, “sano”. Pero de lo que aquí hablaré es, precisamente, cómo ese “meme” tan extendido (“está mal ser egoísta”) es, después de todo, una forma de control del sistema.
Digo “sano egoísmo” para diferenciarlo del “egoísmo” a secas; esa imagen del avaro acumulando bienes mientras a su alrededor los demás sufren. El “sano” egoísmo es comprender que yo soy igualmente importante, tan importante como los demás. Ni más, ni menos. En una cultura donde (por ejemplo, las damas) están tan “condicionadas” a postergarse eternamente (“El nene necesita calzado, me gustaría ese pantalón pero después…. Ah, cierto; la nena quiere cambiar su celular, entonces… no, no; mi marido tiene que…. Bueno, otra vez será”) , donde está bien visto que algunos se sacrifiquen siempre por los demás (y no hablo de sacrificios extremos; hablo de no permitirse sus propios lugares y tiempos), donde merece más el aplauso del entorno quien hace “lo que debe hacer” (¿Ah, sí?. ¿Y quién lo dictamina?) detenerse y exigir nuestro propio momento, nuestro propio espacio, decirle, aún a los seres queridos, “mis cosas y mis deseos son tan importantes como los de ustedes” (para ellos pero, también, para quien lo dice) es visto con desagrado. La Divinidad te dio la vida para que la vivas; no para que la hipoteques y seas rehén de lo que los demás te dicen que debe ser.
No hay ningún manual de “cómo debe vivirse”;y cuando los otros levantan el dedo índice diciéndote “qué es lo correcto”, aún sin darse cuenta, sólo están diciendo lo que es correcto (o conveniente) para ellos, porque quizás el cuestionamiento implique repensar lo que hacen o han hecho ellos mismos en y con su vida. Y lo más aleccionador: cuando uno acepta y piensa la Vida aceptando ser sanamente egoísta, es cuando tiene tanto que aprender de la Paradoja del Egoísmo.

La paradoja del egoísmo

Un amigo viene a solicitarme ayuda (del tipo que fuere). Supongamos que estoy en condiciones y disposición de ayudarlo, y lo hago. Socialmente dirán: “Qué bueno que es Gustavo por ayudar a su amigo; éste debe estarle agradecido por haber sido ayudado”. Pero ésta no es la verdad. La verdad es que ahora siento gratificación, alegría, una íntima satisfacción por haber ayudado a mi amigo, sí. Pero, ¿quién siente esta alegría?. Yo. Por lo tanto, si mi amigo no hubiera solicitado mi ayuda, no estaría sintiéndome como me siento ahora. En consecuencia, soy yo el que debe agradecerle a mi amigo por haber creado la circunstancia de experimentar esta satisfacción, comprensión que sólo nace cuando me doy cuenta primero que hago las cosas quizás por los demás, sí, pero también por mí mismo. La paradoja del egoísmo, entonces, es que cuando me acepto como tal es cuándo me doy cuenta cuánto debo agradecerle a esas personas que –normalmente- invertirían la ecuación y me agradecerían ellos a mí.
El sano egoísmo, entonces, es aprender a disfrutar la vida a la par de laborar, soñar en grande a la par de sudar todos los días, no tener miedo de pedirle a la Vida en verdad y justicia lo que por derecho de conciencia nos corresponde.

2 comentarios de “El sano egoísmo

Responder a Susana Hidalgo de la Fuente Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *