Ecos chamánicos entre Tepoztlán y Capilla del Monte

Alguna vez he escrito que, casi intuitivamente, desde hace tiempo sospecho en una correspondencia, ya sea orográfica, energética, simbólica pero siempre esotérica, entre Tepoztlán, en México y Capilla del Monte, en nuestra provincia de Córdoba, sobre cuyas propiedades energéticas he escrito abundantemente. Pero, más precisamente, con un paraje próximo a la misma, conocido como Los Terrones. En consecuencia, esta visita  vino de perillas para plantear en el terreno mis sospechas y realizar algunas evaluaciones.

Desarrollando el viaje astral

Algunas vistas de Los Terrones
Algunas vistas de Los Terrones

Una línea de trabajo en la que me encuentro inmerso desde hace tiempo tiene que ver con elaborar estrategias verificables y repetibles para realizar desplazamientos astrales. O, lo que comúnmente conocemos como «viaje astral». Si bien indudablemente muchos (y muchas) alumnos/as ya lo habrán experimentado, convengamos que en un segmento importante existe aún duda  sobre cómo diferenciarlo de una simple experiencia extracorpórea y hasta alucinatoria, hipnagógica o hipnopómpica (o bien queda reducido, simplemente, al rango de creencia, donde cada uno, cada una, «cree» sin más en lo que desea que le haya pasado) sin  considerar, también, aquellas personas que desean experimentarlo pero no saben cómo. Y, por qué no, un grupo a quien le ocurre espontánea e involuntariamente.
Así que el objetivo es desarrollar técnicas confiables que nos permitan realizarlo a voluntad, con todo el margen de seguridad que sabemos estas experiencias deben tener (no olvidemos que estos desplazamientos son posibles porque, precisamente, existe ese Plano Astral en el cual ocurren, ámbito en el que existen, ciertamente, entidades o elementos de esa propia naturaleza (astral) sobre las que he abundado en mis cursos sobre Autodefensa Psíquica.

Y en plan de buscar alternativas, una de las más interesantes me fue enseñada, precisamente, en Tepoztlán. Los remito al artículo referenciado, pero básicamente recordemos que consistía en un ejercicio que se aplicaba en los muros laterales del teocalli de ese lugar.
Y bien, ¿cuál es la correspondencia con Los Terrones?. Pues -y los invito a acompañarme a experimentarlo- que en un punto específico del lugar se puede repetir la experiencia. ¿La recuerdan?. Bien, superemos la intriga, y me cito:

Me deslicé a un lado de la base cuadrangular del templo y apoyé ambas manos sobre la pared. Lentamente, comencé a llevar mi frente hacia adelante, buscando el frío contacto de la piedra. Más. Un poco más.Traté de no pensar. Difícil. La voz de mi amigo, quien se había aproximado subrepticiamente, llegó a mí : «Recuerda el poder de la serpiente que te fue conferido» (en mención a cierta experiencia días atrás en su

Algunas vistas de Los Terrones

temazcalli,). Seguí desplazando mi cabeza hacia adelante. Ya debería estar apoyando la frente en la piedra. Pero no. Mi cabeza seguía desplazándose, más. Más. Ya sentía cómo mis piernas se arqueaban hacia adelante para acompañar al torso y la cabeza, y de pronto reparé en que las manos… estaban hacia atrás de la misma, ¡como si mi frente se hubiera «sumergido» en la pared! No pude evitar un sobresalto y me eché hacia atrás. La pared, claro, permanecía impertérrita.

Vamos de nuevo. Sin hacerme trampas. Lentamente, la cabeza hacia adelante mientras mis manos, a los costados, me sostenían e indicaban los pocos centímetros que me separaban de la roca. Pero esos pocos centímetros comenzaron a convertirse en decímetros, y otra vez sentía que mi cabeza estaba mucho más allá, más adelante de lo que debería estar. Evité abrir los ojos mientras agudizaba los sentidos a mi alrededor. Hacía frío y los gringos parecían haberse alejado mucho. Y frente a mí, tres triángulos luminosos con sus vértices hacia arriba y una tenue, muy tenue luz al frente cuando una voz desconocida tronó en mis oídos o en mi mente, no lo sé aún. La palabra era «Ioxicateotl» (aún estamos averiguando qué significa la misma).

Lentamente me retiré hacia atrás y las sensaciones desaparecieron. Ahora sí, hacía calor y los gringos vociferaban nuevamente. O nunca habían dejado de hacerlo y simplemente no los oí. Tomé algunas fotografías más y pausadamente, casi con melancolía, emprendí el descenso.

Algunas vistas de Los Terrones
Algunas vistas de Los Terrones

Seguramente sin la palabra aún desconocida, pero en la Cueva del Útero el fenómeno es el mismo. Llámase «Cueva del Útero» (algunos la llaman «cueva del Ángel») a una formación rocosa donde, cuando el riacho que corre por la quebrada lleva agua, forma en su interior una pequeña y hermosa laguna. Se dice que en ella daban a luz algunas mujeres de la etnia comechingón, especialmente cuando se suponía (o deseaba) que el niño, al crecer, tuviera un rol relevante en el clan. La sequedad absoluta del lugar cuando llegamos (sumado a la paz que significa hacerlo en una época absolutamente libre de turistas) nos permitiò repetir la experiencia -que sin éxito yo había ya realizado en otros puntos de la zona- y aquí, sí, ¡el desprendimiento (o desplazamiento) se produce!.

Este hallazgo tiene una importancia aún más profunda, pues da sentido a un objeto extraño sobre el cual me he referido también en otras ocasiones. Se trata de uno de los grandes guijarros pulidos desde tiempos inmemoriales por la acción de los elementos, que es visible a un lado, a la derecha, de la entrada de la cueva. Presenta, hasta donde se pueden contar -pues se nos hizo imposible girarlo- doce orificios regulares y prolijos. Los guías del lugar (pobres, tratan de parecer fundamentados dialécticamente, pero sus argumentos no son más que resúmenes de folleto turístico) nos han dicho que se trata de «morteros», es decir, excavaciones en la roca hechas por los indígenas con el fin de moler granos o algo similar, lo que es a todas luces ridículo: no imagino a estos indígenas haciendo morteros tan pequeños pero, además, en los laterales de una roca, cuando por todos lados sobra ese material pero hacer otros con más comodidad. Como los «pequeños morteros» suelen repetirse, siempre en grupo (recuerden los de «El Remanso», sobre los que hablé en «Al Filo de la Realidad» nº 181, ver aquí), supuse que el fin de éstos era otro, quizás ritualístico, tal vez calendárico. ¿Por qué no, un mapa estelar?. Ahora, sin embargo, su presencia junto a la Cueva del Útero y la experiencia espiritual que puede revivirse en su interior le da otro significado, quizás más próximo a señalar, a sintetizar en símbolos para iniciados perdidos en el Tiempo la importancia de este lugar, tal vez su naturaleza de «portal».

Fue precisamente en esa recorrida que tuvimos la ocasión de vivir otra experiencia chamánica profundamente reveladora. Como es sabido, en la

Algunas vistas de Los Terrones
Algunas vistas de Los Terrones

zona existen cóndores. Empero, a raíz del tránsito (otra vez) de muchos turistas, éstos suelen ser casi indetectables, y en su defecto la gente tiene que conformarse con ver algunas águilas y aguiluchos. En esta oportunidad supongo que por la carencia de público, allí estaban. Cuando hicimos cima en Los Terrones (a mil quinientos metros) siete de ellos (siete, no es un dato menor) se hicieron presentes en una compleja, prolongada  danza sobre nuestras cabezas. Recordé entonces lo que hace años un chamán del Norte argentino me había dicho: «los espíritus de los antiguos hablan a través del vuelo del cóndor». Un alumno que me acompañó hasta allí, que hasta entonces había tomado fotografías sin problemas, trató entonces de hacer lo mismo con ellos: imposible, en ese momento -sólo en ese momento- la  máquina no funcionó. Mi amigo, con una sonrisa resignada dijo simplemente: «Bueno, si no quieren ser fotografiados, pues no lo serán» y en silencio, elevamos nuestros brazos saludando a las aves con respeto reverencial. Permanecimos así un par de minutos, luego emprendimos el descenso.

Y fue entonces, cuando bajábamos con la vista fija en el suelo para ver donde afirmarnos y no rodar vergonzosamente, cuando la gigantesca

Casi, casi, un menhir a la entrada de la cueva
Casi, casi, un menhir a la entrada de la cueva

sombra de un cóndor se recortó sobre el suelo, volando lenta, muy lentamente, en la misma dirección de nuestro retiro. Recordé entonces otra enseñanza de aquél anciano: «cuando el cóndor te acepta, volará sobre tu cabeza, a modo de saludo, señalándote el camino por donde debes ir».
El ave pudo haber volado por sobre nosotros pero en dirección contraria, transversal a la derecha o transversal a la izquierda. Pero allí estaba haciéndolo de la manera en como los indígenas saben que lo hacen cuando se los trata con respeto. Volando bajo, muy bajo; cuando instintivamente levanté la cabeza, pasaba magníficamente a unos tres o cuatro metros por encima de nosotros. ¿Lo hacía por curiosidad?. No, ya que ello lo habría hecho cuando llegamos o al rato, no cuando ya nos retirábamos. Insisto, esto es muy personal (pero toda experiencia espiritual es personal): supe que algo o alguien nos hablaba a través de su vuelo, y este vuelo era un saludo.

Terminamos el descenso en alegre silencio. Allá, en el cielo, la danza de los cóndores se deshizo y, otra vez, se perdieron entre las montañas…

La Cueva del Útero
La Cueva del Útero

 

La roca de marras
La roca de marras

17 comentarios de “Ecos chamánicos entre Tepoztlán y Capilla del Monte

  1. Néstor Moyano dice:

    Una experiencia fascinante Gus, ahora habrá que bucear más para saber qué significa Ioxicateotl, y estoy seguro de que lo estás haciendo en el próximo viaje que preparas a Córdoba para estos días.
    Un abrazo
    Néstor

  2. Edgar Salazar dice:

    Creo que se debe evitar el catalogar a los actuales habitantes de México, Perú, Bolivia, etc, como descendientes directos de las grandes culturas antiguas.

    Para el caso del Perú se supone que los Incas, éstos eran altos de estatura, de facciones diferentes a los actuales indígenas y provinieron del Pacifico cercano a la Isla de Pascua. Ellos reinaron en forma déspota, los aborígenes debían dialogar con ellos llevando amarrada una carga de leña a la espalda, en actitud de genuflexión e inferioridad.

    De allí que después estos aborígenes sintieron como una liberación de la casta y dominación incaica la llegada de los Españoles.

    Que ahora muchos de ellos hablen de misterios y poderes no es más que astucia y oportunismo para conseguir dólares de los turistas, sobre todo de los crédulos.

    Pensar en Mu, en Tiahuanacu, etc., es otra cosa muy diferente, importante y muy ligada a la Atlántida, todo lo cual dista milenios del oscurantismo en que han vivido o viven los actuales aborígenes de esos países, tan igual como la de los gallegos respecto de la Cultura Celta, pese a la mayor herencia genética que recibieron de ellos.

  3. Juan José Romagnoli dice:

    Hasta el momento nunca, habia tenido una experiencia así , como la que pasé en ese lugar, fué extraordinario. Cambiaron muchas cosas en mi vida. Simplemente GRACIAS…. Un abrazo..

  4. Rosa Rocha dice:

    Gracias Gus por compartir tan hermosa experiencia y yo espero como tu dices quetodo lo que tenga que aprender lo recibire en el momento oportuno , porque etoy avida de esas experiencias. un abrazote.

  5. Miriam dice:

    Muy interesante, me quedé siempre esperando los comentarios acerca de los descubrimientos que hicieron en el cerro Uritorco a principios de este año (la cabeza de cóndor, etc). No sé si volvieron y me perdì la nota o todavía no regresaron a investigar.
    Gracias y saludos

    • Gustavo Fernández dice:

      Hola Miriam!
      Lo segundo, niña, debo haber regresado siete u ocho veces, pero siempre con grupo y con los tiempos acotados. Volví a subir varias veces el Uri -este año, completé los 20 ascensos- y, obvio, volví a pasar junto a la Cabeza de Cóndor, pero nada más. Prometo (me prometo) dedicarle un par de semanas este año a investigarlo cuidadosamente…

  6. Federico de Uruguay dice:

    Hola Gustavo :
    acabo de leer tus experiencias, estoy conociendote como sabrás. Se que las aves son especiales en este infinito mar del espacio, lo mismo las alturas, y las alturas blancas ni te cuento…Aprovecho a compartirte dos experiencias de las alturas, una fue cuando pasé los Andes en omnibus desde Argentina a Chile (yo iba rumbo a Perú) y te digo al igual que toda mi familia, que cuando estabamos debajo de los picos mas altos que nosotros podíamos ver, y observabamos esas alturas tan verticales y altas sentimos una Reverencia Especial. Lo curioso de todo ese viaje, es que en Perú no sentimos nada parecido ( no se en Mapu Pichu si lo hubiera sentido porque alli no fuimos). La segunda experiencia se refiere a las alturas blancas. Iba yo a la ciudad de México en avión y cuando el avion empezó lentamente a descender, en un momento dado el murmullo de la gente se «apagó» y entonces miro por la ventana a mi izquierda y alli tenía una majestuosa vista del volcán nevado el Popocatepetl, parecía un templo de los mayas cubierto de un santo manto blanco, el avión como que lo fue bordeando, y me daba la sensación de que estaba siendo yo un poco atrevido, por estar viendo algo que por mi mismo nunca lo vería, me estaba atreviendo a ver algo quizás «prohibido», pero el poder de la santidad de esa altura blanca me atrapó, y luego el avión continúa y aparece un montaña al lado del volcán, esta ya tenía pinos y también cubierta de una manto de nieve, lo mismo era una vista majestuosa. Jamás me olvidaré de ese templo blanco, el Pocho como lo llaman los mexicanos.
    un abrazo, de un Charrúa de Uruguay

  7. Stella Maris Padvalskis dice:

    Gustavo, es excepcional la experiencia que relatás en este texto. Me atrapó todo el relato, porque ( vos sabés) toda la caminata en Los Terrones fue un maravilloso descubrimiento, pero el entrar y permanecer en la Cueva del
    Utero produjo una profunda conmoción emocional que aún atesoro en mi corazón. Gracias por escribir sobre estas cuestiones. ¡ Feliz 2011!

  8. abel dice:

    hola Gustavo, tuve la suerte de llegar a Tepoztlan, conociendo antes Capilla, no me cabe la manor duda, que es la misma energia, por lo tanto, se produce la misma fenomenologia, charlando con sus habitantes, me encontre con los mismos relatos y la misma reticencia para mencionarlos, fue una magnifica experiencia

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