Cuando mandarte a la R…P….M…Q….T….R….M….P…. puede emocionarte

Quien avisa no es traidor: si usted, estimado/a lector/a es de los que considera “mala palabra” “teta”, “culo”, “mierda” y no “guerra”, “hambre”, “ignorancia”, hágase y hágame un favor: no siga leyendo esta nota. Porque resultará muy maleducada a su gusto. Y si siguen leyendo, no posteen, por favor, comentarios del tipo “¡grosero!”, “era innecesario” u otras lindezas. Porque habrá sido no su curiosidad, sino su afán de chusmerío lo que los habrá llevado allí. Y es bastante obvio qué puedo acotarles entonces.

Es una casi reacción refleja social considerar una puteada recibida como un insulto. Que alguien te mande a la puta madre que te pariò ha estado en la génesis de enojos mortales, distanciamientos eternos, hasta agresiones sangrientas. Y parece lógico.

Pero no todo es lo que parece. Porque que te puteen, en ciertos contextos, puede ser un honroso reconocimiento a tus valores humanos.

No. No voy a reivindicar aquí la legitimidad de la profesión más vieja del mundo. Sólo exponer y someter a la lúcida consideración de ustedes, mis lectores, la posibilidad de no observarlo con ojos de Profano sino de Iniciado.

Corresponde el mérito, si no la responsabilidad, a mi amigo Javier Paul la reflexión que disparó éstas, quizás no tan luminosas pero igualmente sinceras. La circunstancia es anodina; el aprendizaje desde la misma, no. Alguien decide alejarse de un grupo, con todo su derecho. Pero antes de dar el portazo, deja una letanía donde se endilga a otros cierta responsabilidad moral. Se agolpan adjetivaciones sentimentales: decepción, “necesitaba una guía”, “esperaba otra actitud”, “mi profunda tristeza”, orlado, por supuesto, de un angelical marco discursivo metafísico.

Y aparece mi amigo y dice: “Si yo me voy un día, los mando a la santa/puta (por aquello de la Dualidad) madre que los parió sin hacerme tanto el interesante. Al menos ustedes se merecen eso”.

Por un momento pudimos pensar que éramos tan mala gente que nos merecíamos una puteada. Pero basta leer detenidamente: ustedes al menos se merecen eso es un honor, un reconocimiento, el ver en el otro una cualidad, la de que es señal de respeto y dignidad mandarlo a la mierda y no querer engañarle con un seudo discurso espiritualista. Puro “pedo místico” si me permiten. Porque nadie está obligado a quererte, pero sí todos a respetarte. Y querer mostrarse “filosófico”, “espiritual” y “simbólico” con el único objetivo de poner culpas en el otro ES el verdadero insulto. Pedirte que vayas a saludar a tu mamá de dudosa moral es honesto y sincero, es no darte vueltas y respetar tu inteligencia.

Sigo leyendo a mi amigo: “Todos los que se van son algo así como un dechado de virtudes espirituales (…) Con ese cuentito de aaaayyy como necesito al Maestro para que me guíe en esta vida de vacío espiritual… Los huevos llenos… Y por debajo le dicen al Maestro: mirá; la verdad que a mi me importa un carajo tu propio camino, yo quiero que me des lo que yo quiero y si no me lo das me voy! (…)Y resulta que la culpa de que mi entusiasmo espiritual se pinche y de que yo sea un inconstante la tiene el maestro que me dejó solito… pobrecita mi alma…”

Trascendiendo la anécdota, reflexiono sobre el término, expresión desagradable si las hay pero inevitablemente cierta y muy mía: el “pedo místico” (En Argentina, “pedo” no sólo es la forma de llamar a la flatulencia; es borrachera, delirio, divague). Gente que pontifica sobre “matar al ego”, “abrir el corazón” pero para sostener su postura se enredan en discursos tautológicos y sofistas. Que invocan ultraterrenos dictados cósmicos sobre el perdón, el espejo-en-el-otro, para darse el “derecho” de dar su parecer pero se escaldan si alguien retruca y apuesta al doble.

Y sí. Algunos dirán. “Gustavo, esa gente no vale la pena”, “que sigan su camino” y, especialmente, “¿qué esperas al escribir esto, por qué lo has hecho?”. Tranquilos, tengo una colección de razones:

  1. Porque sí.
  2. Para hacer catarsis
  3. Para escandalizar a algunos.
  4. Porque me parezco demasiado a mi abuelo gallego.
  5. Porque soy taurino con ascendente en Aries y Dragón Galáctico Rojo.

Pero, por sobre todo, porque es de Iniciados (como mi querido amigo) saber putear con dignidad. Recuerden al samurai que respetaba a su enemigo aunque se enfrentara a matar o morir. Y será de Iniciados saber recibirla así. De manera que agradezcamos que quienes quieran alejarse/borrarnos de su Facebook/bloquear nuestros tuits/ o lo que deseen, decidan putearnos honrosamente y no tratar de insultar nuestra inteligencia con vacua retórica bizantina.

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